miércoles, 24 de mayo de 2017

La tauromaquia, un moribundo mantenido vivo con subvenciones.




Vanesa Rodríguez publicaba el pasado miércoles en Eldiario.es un curioso reportaje bajo este título, con dibujos de El Roto. “Las mulillas –dice éste– arrastran al desolladero un cuerpo al terminar la faena. Es el fin del espectáculo, de la 'fiesta nacional'. El público aplaude enfervorecido en los tendidos. Agitan sus pañuelos blancos pidiendo al presidente los trofeos del animal. Una oreja. La otra. ¡El rabo! Pero, en esta ocasión, no vemos un toro ensangrentado, con la lengua fuera, rebozado por el albero al son de los cascabeles. El arrastrado es el torero. Porque esta no es la imagen de una tauromaquia al uso: esta es la de El Roto”. Andrés Rábago, más conocido como El Roto, ilustra las  columnas antitaurinas escritas por  su compañero, Manuel Vicent a lo largo de más de 20 años al calor de eventos como la Feria de San Isidro. Son textos críticos y directos que no se andan con ambages, empezando con un lema que grita en la primera página: “Si el toreo es cultura, el canibalismo es gastronomía”. Son 36 ilustraciones que salpican las páginas de AntiTauromaquia (Random House) “como 36 banderillas, dirigidas a clavarse en la conciencia de aquellos que todavía defienden ese espectáculo”.

Según explica El Roto, en la plaza no se le ve: “Nadie ve al toro. Si lo viesen, serían incapaces de estar allí. Saltarían al ruedo a detener al torero, gritando: ‘¡Pero qué está haciendo! ¡Está usted loco! ¡Pero si no le ha hecho nada!’, enfatiza el dibujante. Un animal invisible que es torturado sin tregua en un cruel juego de espejos en el que el público se ve reflejado en el matador. ‘El toro es un comparsa’, añade, ‘los espectadores solo ven al torero porque, en el ruedo, se ven a sí mismos y se figuran allí delante”. El Roto se documentó buscando información gráfica, centrándose en la etapa en la que se produjo la transición previa al boom de las corridas con la explosión del turismo en los años 60. “Busqué en las revistas, como El Ruedo, que es muy interesante desde el punto de vista sociológico. Y a partir de ahí fueron surgiendo algunas ideas”.

En la serie, se reflejan las distintas fases de las corridas de toros, desde las dehesas hasta el matadero. En ocasiones, los toros hablan. “No creo que los toros piensen lo que dibujo”, cuenta el ilustrador sobre los aforismos que introduce a veces en sus estampas. “Nosotros somos incapaces de conocer al animal por dentro, pero podemos, sin más, como seres vivos, imaginar lo que eso les puede suponer”, expresa. Y El Roto se imagina a los toros hablando con el matador “Llueven libros en lugar de almohadillas en el ruedo, el capote se transforma en un lienzo y el estoque en un pincel. Toreros que salen a hombros de indigentes después de haber bordado una faena matando moscas. Toreros que sonríen pese a haber sido corneados, de tan valientes que son”.

“Muchas imágenes tienen un contenido casi metafórico y no se pueden traducir directamente a palabras porque entonces serían literatura”, explica El Roto sobre sus creaciones más crípticas. “Es algo que te produce sensaciones y esa es la función de una buena imagen, despertar algo en ti: emociones, sensaciones, estados de ánimo”, añade. A veces, transmiten rabia. “Tenemos que cambiar de Gobierno”, clama tajantemente el dibujante ante el hecho de que se sigan dando subvenciones a la tauromaquia y además sin transparencia, “en un territorio poco claro”. Arremete también contra la bajada del IVA a las corridas de toros: “Lo han bajado a un 10% mientras que al cine lo mantienen al 21%. Es un escándalo mayúsculo”.

En sus viñetas nos encontramos con banqueros, curas y hasta con un Franco torero. Son los toros reivindicados desde la derecha y, en ocasiones, desde la izquierda. Aun así, ve cómo surgen “movimientos a favor de un mejor trato a los seres vivos, a los que necesariamente deberíamos considerar como hermanos menores” y lamenta que pueda “haber una pequeña partida de gente” que hoy en día abogue por lo contrario. Los argumentos de los taurinos son para El Roto “adornos” y una manera de “lavar la imagen de lo que, en algún lugar de ellos mismos, claramente les avergüenza”.


Manuel Vicent critica en AntiTauromaquia que los toros sigan ocupando espacio en las páginas del diario en el que escribe y pide no darle cobertura para que “el lector sensible no tenga que pasar por la humillación de contemplar”, en la sección de Cultura de El País, “esa morcilla acribillada y sangrante que un día fue un bello animal”. El Roto también considera inadecuado que se dedique espacio a los toros en Cultura, o “que simplemente, se le dedique una página a algo así”. Y destaca que para él las lecturas de esas crónicas “reflejan la decadencia y la miseria del espectáculo”.

“Solo con leerlo te das cuenta de que es algo muerto. Lo que se llama ‘la fiesta’ está en una clara decadencia, es un moribundo que se mantiene vivo artificialmente a través de subvenciones”, señala. Y lamenta que, por este motivo, “todavía falte algún tiempo” para que podamos ver el fin de este muerto viviente que son las corridas de toros, “una decadencia penosa con la que habrá que acabar en algún momento! Tal vez sea solo cuestión de darle la puntilla.

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