La tauromaquia, un moribundo mantenido vivo con subvenciones.
Vanesa Rodríguez publicaba el
pasado miércoles en Eldiario.es un curioso reportaje bajo este título, con
dibujos de El Roto. “Las mulillas –dice éste– arrastran al desolladero un
cuerpo al terminar la faena. Es el fin del espectáculo, de la 'fiesta
nacional'. El público aplaude enfervorecido en los tendidos. Agitan sus
pañuelos blancos pidiendo al presidente los trofeos del animal. Una oreja. La
otra. ¡El rabo! Pero, en esta ocasión, no vemos un toro ensangrentado, con la
lengua fuera, rebozado por el albero al son de los cascabeles. El arrastrado es
el torero. Porque esta no es la imagen de una tauromaquia al uso: esta es la de
El Roto”. Andrés Rábago, más conocido como El Roto, ilustra las columnas antitaurinas escritas por su compañero, Manuel Vicent a lo largo de más
de 20 años al calor de eventos como la Feria de San Isidro. Son textos críticos
y directos que no se andan con ambages, empezando con un lema que grita en la
primera página: “Si el toreo es cultura, el canibalismo es gastronomía”. Son 36
ilustraciones que salpican las páginas de AntiTauromaquia (Random House) “como
36 banderillas, dirigidas a clavarse en la conciencia de aquellos que todavía
defienden ese espectáculo”.
Según explica El Roto, en la
plaza no se le ve: “Nadie ve al toro. Si lo viesen, serían incapaces de estar
allí. Saltarían al ruedo a detener al torero, gritando: ‘¡Pero qué está
haciendo! ¡Está usted loco! ¡Pero si no le ha hecho nada!’, enfatiza el
dibujante. Un animal invisible que es torturado sin tregua en un cruel juego de
espejos en el que el público se ve reflejado en el matador. ‘El toro es un
comparsa’, añade, ‘los espectadores solo ven al torero porque, en el ruedo, se
ven a sí mismos y se figuran allí delante”. El Roto se documentó buscando
información gráfica, centrándose en la etapa en la que se produjo la transición
previa al boom de las corridas con la explosión del turismo en los años 60. “Busqué
en las revistas, como El Ruedo, que es muy interesante desde el punto de vista
sociológico. Y a partir de ahí fueron surgiendo algunas ideas”.
En la serie, se reflejan las
distintas fases de las corridas de toros, desde las dehesas hasta el matadero.
En ocasiones, los toros hablan. “No creo que los toros piensen lo que dibujo”,
cuenta el ilustrador sobre los aforismos que introduce a veces en sus estampas.
“Nosotros somos incapaces de conocer al animal por dentro, pero podemos, sin
más, como seres vivos, imaginar lo que eso les puede suponer”, expresa. Y El
Roto se imagina a los toros hablando con el matador “Llueven libros en lugar de
almohadillas en el ruedo, el capote se transforma en un lienzo y el estoque en
un pincel. Toreros que salen a hombros de indigentes después de haber bordado
una faena matando moscas. Toreros que sonríen pese a haber sido corneados, de
tan valientes que son”.
“Muchas imágenes tienen un
contenido casi metafórico y no se pueden traducir directamente a palabras porque
entonces serían literatura”, explica El Roto sobre sus creaciones más
crípticas. “Es algo que te produce sensaciones y esa es la función de una buena
imagen, despertar algo en ti: emociones, sensaciones, estados de ánimo”, añade.
A veces, transmiten rabia. “Tenemos que cambiar de Gobierno”, clama
tajantemente el dibujante ante el hecho de que se sigan dando subvenciones a la
tauromaquia y además sin transparencia, “en un territorio poco claro”. Arremete
también contra la bajada del IVA a las corridas de toros: “Lo han bajado a un
10% mientras que al cine lo mantienen al 21%. Es un escándalo mayúsculo”.
En sus viñetas nos encontramos
con banqueros, curas y hasta con un Franco torero. Son los toros reivindicados
desde la derecha y, en ocasiones, desde la izquierda. Aun así, ve cómo surgen “movimientos
a favor de un mejor trato a los seres vivos, a los que necesariamente
deberíamos considerar como hermanos menores” y lamenta que pueda “haber una
pequeña partida de gente” que hoy en día abogue por lo contrario. Los
argumentos de los taurinos son para El Roto “adornos” y una manera de “lavar la
imagen de lo que, en algún lugar de ellos mismos, claramente les avergüenza”.
Manuel Vicent critica en
AntiTauromaquia que los toros sigan ocupando espacio en las páginas del diario
en el que escribe y pide no darle cobertura para que “el lector sensible no
tenga que pasar por la humillación de contemplar”, en la sección de Cultura de
El País, “esa morcilla acribillada y sangrante que un día fue un bello animal”.
El Roto también considera inadecuado que se dedique espacio a los toros en
Cultura, o “que simplemente, se le dedique una página a algo así”. Y destaca
que para él las lecturas de esas crónicas “reflejan la decadencia y la miseria
del espectáculo”.
“Solo con leerlo te das cuenta de
que es algo muerto. Lo que se llama ‘la fiesta’ está en una clara decadencia,
es un moribundo que se mantiene vivo artificialmente a través de subvenciones”,
señala. Y lamenta que, por este motivo, “todavía falte algún tiempo” para que
podamos ver el fin de este muerto viviente que son las corridas de toros, “una
decadencia penosa con la que habrá que acabar en algún momento! Tal vez sea
solo cuestión de darle la puntilla.
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