miércoles, 25 de julio de 2018

Carpe Diem



Al llegar estas fechas, que coindicen con los días más largos del año y las noches más cortas, no puedo dejar de pensar en mí mismo nacimiento. Ocurrió en una época bochornosa como la de hoy, hace exactamente 75 años, en una jornada que entonces era de las fiestas de guardar y que hoy pasan sin pena ni gloria, en una isla amenazada por el turismo, en donde una santanderina casada con un mallorquín me concibió. En mi juventud, estuve dando tumbos entre las islas y París, asentándome en Mallorca hasta que, años más tarde, decidí abandonarla para instalarme en Madrid, en donde hoy vivo y, probablemente, desaparezca definitivamente un día cualquiera. Estos son los datos más comunes de mi existencia, que se complementan con otros más particulares e intensivos de mis vivencias personales.

Una vida, al fin y al cabo, condensada en un soplido, un instante, un abrir y cerrar ojos, un santiamén que hoy resumo en este aniversario que coincide con la onomástica de Santiago Apóstol -o Santiago el Mayor, patrón de numerosos pueblos y ciudades en todo el mundo, y popular por ser el patrón de Galicia y de España- y cuyo viaje a la Península resulta imposible demostrar a nivel histórico. Una fecha que me recuerde, más bien, la oda de Horacio: “Carpe diem, quam minimum credula postero” “(Aprovecha el día, no confíes en el mañana”). Durante el periodo de la Edad Media fue entendida como: “Vive el momento porque vas a morir pronto”. Posteriormente, durante el Renacimiento, los ideales de belleza y perfección hicieron entenderla como: “Vive el momento porque vas a envejecer pronto”. Finalmente, en la época Barroca, se volvió a interpretar de la misma forma que en la Edad Media, pero con bastante más intensidad en cuanto a la muerte. Hoy, podría ser interpretada como “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” o “vive cada momento de tu vida como si fuese el último”. Un tema de la literatura universal que se presenta como exhortación a no dejar pasar el tiempo que se nos ha brindado y a disfrutar los placeres de la vida, dejando a un lado el futuro, que es incierto.

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