sábado, 14 de julio de 2018

Inmigrantes futbolistas en el Mundial.




Isidoro Moreno Navarro lo escribe en su web: “Hace unos días pudimos ver un gran partido de fútbol. Quien no fuera aficionado ni supiera de banderas estatales podría creer que jugaban, magníficamente, dos selecciones africanas. Pero no: eran Francia y Bélgica. Lo que ocurre es que del total de jugadores que cada equipo lleva a los Mundiales, el 78,3% de los de Francia y el 47,8% de los belgas son de origen inmigrante. Y nadie, al menos que yo sepa, ha hablado de ‘invasión’ de los respectivos equipos nacionales. ¿Significa esto que el reconocimiento, o al menos la tolerancia, se ha instalado en las sociedades europeas por mor del fútbol? Lamentablemente, no es este el caso. Los números hablan por sí mismos: basta comparar estos porcentajes con los de la población inmigrante sobre el total (aproximadamente un 7% en el caso francés y un 12% en el de Bélgica). No es cierto -como dicen algunos ‘buenistas’- que las selecciones ‘nacionales’ de fútbol, tan pluriétnicas ellas, sean a pequeña escala lo que sus respectivas sociedades a escala real. La sobre-representación de migrantes entre las estrellas futbolísticas, que permite ganar partidos y trofeos, no refleja la desaparición del racismo institucional ni del menosprecio de gran parte de las poblaciones respecto a la generalidad de los ‘negros, moros, sudacas y eslavos que nos invaden’, incluso si jurídicamente poseen la nacionalidad. Las estrellas son una excepción, se las sitúa en un mundo aparte. Ocurre como aquí, en que, por poner un ejemplo, la admiración a Camarón es compatible con seguir discriminando y aplicando estereotipos negativos al común de los gitanos”.

Concretamente, entre los jugadores de la selcción francesa hay 14 africanos: Steve Mandanda (Congo), Presnel Kimpembe (Congo), Samuel Umtiti (Camerún), Adil Rami (Marruecos), Djibril Sidibe (Senegal), Benjamín Mendy (Senegal), Paul Pogba (Guinea), Corentin Tolisso (Togo), N´Golo Kanté (Malí), Blaise Matuidi (Angola), Steven Nzonzi (Congo), Nabil Fekir (Argelia), Kylian Mbappé (Camerún), Ousmané Dembelé (Malí-Mauritania). Alphonse Areola es de Filipinas, Raphael Varane de Martinica y Thomas Lemar, de Guadalupe. Paradójicamente, el territorio que aporta más jugadores mundialistas para fortalecer las nóminas de los países europeos es la República Democrática del Congo con 9 futbolistas. No obstante, dicho país nunca se ha clasificado a una Copa del Mundo y se encuentra en el puesto Nº 83 del ranking de la FIFA compuesto de 211 naciones.

Por otra parte, el representante más extremo del mundo globalizado juega para Bélgica: Adnan Januzaj, hijo de albaneses, y criado en Kosovo. También podría haber elegido jugar con serbia o croacia por la ascendencia de su madre; Turquía, por los orígenes de su padre; o Inglaterra, donde jugó en su adolescencia. La presencia de los hijos de inmigrantes es también notable, aunque menor que en el conjunto francés. Todos sus jugadores han nacido en Bélgica, pero solo 12 de los 23 jugadores son de padre y madre belgas. La mayoría, como en el conjunto galo, son de ascendencia africana, especialmente de la República Democrática del Congo, el antiguo Congo belga. De allí son los padres del delantero Romelu Lukaku. El máximo anotador de la historia de los «diablos rojos» declaró con amargura: «Cuando las cosas iban bien, los periódicos hablaban de mí como Romelu Lukaku, el delantero belga. Cuando las cosas iban mal, era el delantero belga de origen congoleño». El modelo de “desarrollo” que nos venden e imponen, a sangre y fuego o, en el mejor de los casos, dólares, está diseñado para que las potencias occidentales ganen aún sin contar con los recursos minerales, las materias primas y, cómo se demuestra en el fútbol, hasta el talento.

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