Un Rey, acostumbrado a ocupar la cima de la montaña, en el sótano de la historia.
Alberto San
Juan.
El 2 de junio del 2014, casi
39 años después de llegar al trono, el rey Juan Carlos dejó la corona en manos
de su heredero. El tránsito no estuvo exento de convocatorias y protestas que
todavía hoy, a las puertas del 40 aniversario de la Constitución, continúan
presentes. Un año después de la abdicación, Juan Carlos vuelve ahora en forma
de película que nos hace reflexionar sobre la historia reciente de España a
través de los “fantasmas” del monarca: Franco, Adolfo Suárez, Felipe González o
Juan Luis Cebrián, entre muchos otros personajes clave para la Transición y
para la España actual. La obra “El Rey”, que ya fue representada en Teatro del
Barrio de Madrid, vuelve al cine de la mano del director y actor, Alberto San
Juan, quien, junto a Luis Bermejo y Willy Toledo, crearon un largometraje para
entretener y participar en un debate político permanente, compartiendo
interrogantes.
En una entrevista
publicada en Eldiario.es, Alberto San Juan se explica: “La monarquía española
actual tiene una enorme responsabilidad en los graves déficits que vivimos: la
ausencia de la participación popular, más allá de votar cada cuatro años, la
borrosa separación de poderes o los privilegios de los grandes propietarios que
fueron la razón de ser de la dictadura y en gran parte se han mantenido como el
factor determinante en la democracia posfranquista”. Pero ni los vídeos del “rey
en la intimidad” han logrado restaurar la simpatía por la corona. “La Corona agoniza lentamente como en su día
lo hizo la restauración de Cánovas. Su cadáver puede caminar durante un largo
tiempo, pero el problema es que no tenemos ninguna garantía de que lo que le
vaya a suceder sea un sistema más progresista ni una democracia más avanzada… La
riqueza concentrada hoy en el entorno de la banca, de las eléctricas o de las
constructoras tienen una relación directa con el genocidio franquista. Parece
una afirmación muy salvaje, pero creo que es objetiva. Los acontecimientos se
desarrollaron así porque hubo una serie de estructuras de poder que hicieron
que así fuera. La posibilidad de elegir la forma de Estado se nos fue negada al
pueblo español al incluir la figura del rey en la Constitución, o lo tomas o lo
dejas… Cualquier democracia por pobre e injusta que sea es mejor que una
dictadura sanguinaria, pero eso no la hace buena. Por eso, no entiendo a
quienes por comparación por el franquismo defienden esta democracia como si no
hubiera que tocarla”.
San Juan no cree que el
epílogo de la vida de Juan Carlos I esté siendo feliz, “porque ha pasado de ser
un héroe nacional a ser una especie de proscrito. No saben muy bien qué hacer
con él en las celebraciones ni dónde colocarlo. Supongo que eso es duro para un
hombre que ha estado acostumbrado a ocupar la cima de la montaña y de repente
se encuentra en el sótano de la historia, por muchos esfuerzos que hagan para
reivindicar su imagen. Como demostró la polémica con Dani Mateo, hoy tampoco se
pueden hacer muchas bromas con la Rojigualda. No sé por qué nos emociona tanto
un trozo de tela con unos colores y estamos dispuestos a pegarnos por eso, y no
a pegar a los banqueros porque nos roben. Este es un problema que quizá algún
psicólogo social podría explicar”.
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