jueves, 3 de enero de 2019

“Desmontando a Eduardo Inda” (I)


Eduardo Inda.

Jesús Parra Montero, catedrático de Filosofía, escribe en Nueva Triuna.es el artículo ‘Desmontando a Eduardo Inda”, en el que dice: “En sana y justa compensación no tendría que molestar que, a quien tanto opina y califica a los demás, otros puedan calificarle y opinar de él. Me refiero a uno de los opinadores (¿periodista?) que más se prodiga en tertulias y saraos deportivos: Eduardo Inda. Resulta también, cuando menos, extraño que, para gestionar la política, haya necesidad de miles de ministros, diputados, senadores, concejales, asesores… y para opinar sobre ella, apenas dos docenas de tertulianos, y siempre los mismos (…)

“Asistí hace días a la presentación del último libro de Nicolás Sartorius ‘La manipulación del lenguaje’. Un breve diccionario en el que advierte contra la manipulación del lenguaje y sus engaños, al envolver con palabras realidades que significan lo contrario de lo que pretenden significar. Es, como Sartorius dice, una ‘batalla’ contra la manipulación del lenguaje o contra el ‘universo de la mentira’; subraya la necesidad de que los medios de comunicación limpien y cuiden su lenguaje. Es también una crítica a esos medios de comunicación que compran estos conceptos falsos y los difunden; es una obra muy recomendable para Eduardo Inda y otros tantos parecidos tertulianos.

“Las 66 expresiones que desarrolla la obra son representaciones distorsionadas, absolutamente estúpidas, pero que la gente (sobre todo políticos y periodistas) compra y las convierte en verdad. Es una forma de hacer periodismo que no relata los hechos como han sido, sino que son cocinados y presentados desde los sentimientos, las emociones, los impulsos, la excitación o el sectarismo. Quien adecua la verdad en función de sus intereses, a veces ni siquiera es consciente de que miente pues no entiende lo que es la verdad. Sostenía Nietzsche que ‘la mentira más común es aquella con la que uno se engaña a sí mismo, pues pretender engañar a los demás puede ser un intento estúpido y vano”. Con otro lenguaje, pero con parecido acierto, alertaba Fray Luis de León: ‘En la oscuridad y en el miedo es fácil dominar a las almas, pero no con la verdad’. Si queremos disfrutar de una democracia honesta, al ver cómo se miente y se humilla a la verdad, estamos obligados siempre a estar vigilantes y críticos contra este tipo de políticos y periodistas, que se consideran veraces, por lo mucho que opinan y con la contundencia y verborrea con que lo hacen. Esto es lo que le sucede a Inda y algunos jóvenes y nuevos políticos; un número cada vez mayor de ciudadanos no soportan ya sus engaños.

“El engaño y la mentira molestan e incordian cada vez más; son un insulto a la inteligencia ciudadana. La batalla de las ideas se empieza ganando o perdiendo por el lenguaje. ¡Qué fácilmente seducen quienes retóricamente lo saben manejar y utilizar! Con facilidad alcanzan el objetivo primordial del poder y el mando quienes, interviniendo hábilmente y con medios arteros en la política, en el periodismo o en la sociedad… para servir a sus propios intereses o de partido, mediante la manipulación del lenguaje, transforman la mentira en verdad. Sin profundidad filosófica, sino con evidencia palpable, la realidad está ‘ahí’, fuera de nosotros y pertenece a todos; si queremos opinar, nuestra palabra debe adecuarse a ella: esa es la verdad. Descartes no pensó así; con su ‘pienso luego existo’ nos situó por encima de la realidad; para él ésta existe en función de si la pienso; mas no la podemos construir en función de si la pensamos o no; convertiríamos la verdad en pura subjetividad inestable. De ahí que haya que dejar claro que ni la política ni el periodismo, ni cualquier otra profesión, poseen su propia moralidad; la ética nunca puede establecerse por interés exclusivo de parte. Por higiene democrática, se impone criticar a aquellos medios de comunicación, periodistas y tertulianos que compran la mentira y la difunden. Más que gloria del periodismo son su miseria Da grima escuchar su soberbia intelectual sosteniendo sus opiniones y elevándolas a la categoría de dogmas sin atisbos de duda alguna. (…)

 “Una vez más se repite aquello de que una mentira se hace verdad si se reitera mil veces, aunque no es inútil advertir que, por la ‘ley de repetición’, es posible que la excesiva reiteración de un mensaje y el empacho del mismo puedan producir una reacción contraria. De ahí que un periodismo nada reflexivo, poco objetivo y muy impulsivo -puede suceder también en política-, es probable que llegue a hastiar, aburrir y cansar. Es lo que sucede con el señor Inda en su labor periodística; no comenta la noticia, la pervierte y falsea, y si añade impulsividad a su falta de control, hastía y aburre a quien le escucha.

“La pregunta que muchos nos hacemos es radical: ¿Es Eduardo Inda realmente un periodista? A priori, creíamos que quienes habíamos superado esa pandemia de engaño y mentiras que fue la prensa y el periodismo del ‘Movimiento franquista’, con la democracia, veríamos una legión de periodistas profesionales al servicio del derecho a una información veraz, independiente y crítica del poder; hoy, en cambio, no es así. Eduardo Inda (y muchos periodistas que están en nuestro universo mental) es un mal ejemplo. Un importante número de periodistas y tertulianos son lacayos del poder (económico, político y religioso), carecen de independencia y autocrítica, manipulan la información a conveniencia, inventan la noticia o la deforman, utilizan la posverdad como modelo de información, practican el corporativismo… Y cuando un sentimiento tan importante como la confianza se quiebra, algo en nuestro interior fallece. Esto ocurre porque la mentira y la falsedad ponen en duda mil verdades, haciendo que nos cuestionemos incluso las experiencias que creíamos verdaderas”

(Mañana, continuará)

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