"El franquismo, ¿un grillete en el tobillo del Tribunal Supremo?"
La tumba de Franco en el Valle de los Caídos, con
flores frescas.
“¿Alguien imagina que, en
un documento oficial, el teniente coronel de la guardia civil, que entró al
hemiciclo del Parlamento al grito de ‘quieto todo el mundo’ fuera considerado,
presidente del Congreso de los Diputados? Pues el Tribunal Supremo, al
reconocer en un auto la jefatura del Estado al general golpista Francisco
Franco, a partir del 1 de octubre de 1936, ha hecho algo bastante parecido. ¿Ha
sido casual?”. Se lo preguntaba el pasado sábado Emilio Silva en Eldiario.es, a
la vez que señalaba algunas carencias del poder judicial español, especialmente
en “los programas de formación de jueces en materia de derechos humanos...
“Alguien ha diseñado la total
deficitaria ignorancia en materia de derecho humanitario y ha sido sin duda la
misma élite quien, durante décadas, no ha querido que se estudie en los
colegios la represión franquista, que el tratamiento cinematográfico de la
dictadura sea en general subvencionadamente laxo o que la impunidad de los
crímenes de la dictadura sea un muro jamás resquebrajado. El reconocimiento por
parte de la sección cuarta del Contencioso Administrativo del TS, fechando el 1
de octubre de 1936, como el inicio de la jefatura de Estado del dictador
Francisco Franco no es casual. No lo es cuando el auto confunde adecuadamente
el interés general con los objetivos de los herederos del dictador, cuando
utiliza su jefatura del Estado como un argumento a su favor, sin llamarlo
dictador ni golpista en ningún momento y sin mencionar a sus miles de víctimas
que son hoy obligadas a pagar con sus impuestos la tumba del dictador…
Emilio Silva continúa: “Uno
de los principales argumentos conservadores de quienes defienden indirectamente
el franquismo, criticando la recuperación de la memoria histórica, es que los
perdedores de la guerra y sus descendientes quieren cambiar la historia. Pero
quiénes realmente la quieren cambiar son los que inventan una legitimidad
inexistente, una versión revisionista que acaba de ser respaldada, nada más y
nada menos, que por toda una sala del Tribunal Supremo y por unanimidad. El 10
de mayo de 1936, en el Palacio de Cristal del Parque del Retiro de Madrid se
reúnen 911 compromisarios elegidos en todo el territorio español por sufragio
universal. Tenían que nombrar al presidente del Gobierno de la República.
Manuel Azaña recibió 754 de los 847 votos emitidos. Seguidamente, en el Palacio
Nacional, hoy Palacio Real, se hizo el acto institucional, desfiló la policía,
el ejército, fue una jornada tranquila de una democracia y sólo faltaban dos
meses para el 18 de julio.
“El 1 de octubre de 1936,
cuando el general golpista, Francisco Franco, leía el telegrama de Rudolf Hess
que, en nombre de Adolf Hitler, le felicitaba, el presidente del Gobierno era
Manuel Azaña... Y se mismo 1 de octubre, el presidente Manuel Azaña, el que
murió en Francia a punto de ser detenido por la Gestapo que quería entregárselo
a Franco, firmaba un decreto ‘para crear 5.300 plazas de Maestros y Maestras
con destino a Escuelas nacionales’ y habilitaba ‘un crédito extraordinario de
siete millones novecientas noventa y ocho mil pesetas anuales y un millón
novecientas noventa y nueve mil quinientas efectivas para la creación, a partir
del 1.° de octubre del año en curso (1936), de 2.666 plazas de dicha clase, con
el sueldo anual de tres mil pesetas’.
“Quien hizo todo ese
daño, quien asesinó a miles de maestros y maestras, quien dejó 114.226 personas
desaparecidas en las cunetas, es reconocido por el Tribunal Supremo de 2019
como legítimo jefe de Estado, aunque fuera autoproclamado por la pólvora y la
sangre. La sala del Supremo, colocando uno de sus pies fuera de la democracia,
considera que el Caudillo tiene derecho a un tratamiento especial y por eso
suspende cautelarmente una decisión del Congreso de los Diputados… Dice hoy la
sala del Supremo que toma la decisión de que el cuerpo del dictador permanezca
en el Valle de los Caídos por el interés general, pero lo hace, más bien, por
un interés generalísimo. Y ese hombre, Azaña, el que firmó el decreto para
crear 5.300 plazas de maestros y maestras, en plena guerra, en plena agresión
fascista, yace enterrado fuera de su patria, en sus márgenes, fuera de la
jurisdicción de ese tribunal que hace hoy apología del franquismo”.
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