Las derechas alientan el fantasma del tamayazo.
Eduardo Tamayo y María
Teresa Sáez provocaron la espantada en la Asamblea de Madrid que impidió la
llegada de Simancas a la Presidencia de la Comunidad.
Conversación entre
Santiago Abascal y Pablo Casado en el Congreso de los Diputados.
Más de 16 años después de
que Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez dieran la espantada en la Asamblea de
Madrid e impidiesen, con su transfuguismo, la llegada de Rafael Simancas a la
Presidencia de la Comunidad, haciendo posible la elección inesperada de
Esperanza Aguirre como presidenta de la misma, hoy vuelve a hablarse del Tamayazo.
En los últimos días, se han repetido las apelaciones públicas de PP, Vox y
Ciudadanos a la ruptura de la disciplina de voto del PSOE. Justo antes de que
comenzara la sesión plenaria del domingo, el vicesecretario de Comunicación de
los populares, Pablo Montesinos, llamaba a “reflexionar” a los diputados del
PSOE y de otros partidos minoritarios que van a facilitar la investidura, ya
que, según apuntaba, aún “están a tiempo” de parar la hoja de ruta de Sánchez,
que a su juicio es “mala” para el país. “Pueden reflexionar —remachaba en los
pasillos del Congreso— y deben hacerlo por el bien
de España”. Juan Carlos Escudier, en su artículo “Mi reino por un Tamayazo”,
aparecido ayer en Público, advertía: “Un Tamayo es lo que precisan las fuerzas
del bien, esto es, las derechas ultramontanas, las de toda la vida y las recién
llegadas, para desbaratar los planes del Anticristo, que ya está aquí y amenaza
con quedarse un tiempo tras cambiar de colchón en La Moncloa. Un Tamayo es lo
único que puede impedir que el reino de las tinieblas descienda sobre nosotros
y se enciendan las calderas de Pedro Botero con energías renovables. En un Tamayo
reside la esperanza de esta vieja nación católica y sentimental de sobrevivir
al nuevo terror rojo, tal y como ha sido ya bautizado por el apóstol Federico…
“La búsqueda del tal
Tamayo —prosigue Escudier— es una
urgencia nacional, pero tiene frito al pobre diputado de Teruel Existe, Tomás
Guitarte, al que se exige que cambie su voto con la amenaza de un puñado de
castigos bíblicos sin reparar en que hablar a su provincia del Apocalipsis es
como dar lecciones a Noé de la lluvia. La estrategia seguida con Guitarte puede
ser contraproducente porque es sabido que los de Aragón son muy tercos y basta
con decirles que hagan una cosa para que se empeñen en la contraria. Así, de
las buenas palabras se han pasado a las pintadas amenazantes en algunas
fachadas de su pueblo, que puede parecer un método mafioso impropio de las
huestes del Altísimo, pero es que en el amor y en las guerras, especialmente,
si son santas está todo permitido…Tamayo puede encontrarse en cualquier sitio;
sólo hay que saber rastrearle. Lo fundamental es no desanimarse, por muy de
sobrada que fuera Adriana Lastra cuando proclamó aquello de que los diputados
de la Cámara no son arribistas ni tránsfugas. ¿Qué sabrá ella con semejante
currículo, verdad Inés? Tampoco hay que hacer caso a las bravatas de Pedro
Sánchez cuando, en respuesta a la propia Arrimadas, le ofreció el móvil de los
120 diputados socialistas para que les tentara a abandonar el lado oscuro…
Tamayo puede estar entre ellos porque, vamos a ver, ¿acaso no habrá en ese
rebaño un solo valiente que haga decaer la investidura? Seguro que sí y hasta
es posible que Santiago Abascal lo esté hoy buscando a caballo o a camello y
con la cara pintada de negro, como si fuera el Rey Baltasar con permiso de
residencia. Hay que enfrentar el destino de cara, Adolfito Suárez, porque hacer
la espaldina, que es una suerte muy reciente del toreo que los maletillas como
él ejecutan para hacerse notar y subir puestos en el escalafón, no es una
opción. Hay que encontrar a un Tamayo al precio que sea. Por lo civil o por lo
militar”.
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