La otra cara de las luces de Vigo.
Este año las luces navideñas de Vigo se
encendieron el pasado 20 de noviembre y no se apagarán hasta después del día de
Reyes. El alcalde, Abel Caballero, presume con orgullo de ellas y de las
atracciones que por estas fechas despliega de nuevo, colocando a su ciudad bajo
los focos y atrayendo miles y miles de visitantes. Sin embargo, no hay que
buscar demasiado para encontrar en Vigo a gente descontenta, frustrada y
hastiada ante un fenómeno que, durante casi dos meses, altera radicalmente sus
vidas, sobre todo si viven en el centro, zona cero de una fiesta que consideran
demasiado larga. Ramón Martínez lo recuerda en Efe: “La Alameda ya no existe.
Secuestran tu barrio durante más de un mes. No puedo ni bajar a los perros, te
cierran las calles de un día para otro. Hay gente que no puede, literalmente,
entrar en sus garajes”.
“El bullicio es
insoportable, con música a todo volumen. Han puesto una feria, perrito piloto,
atracciones, tómbolas”, se queja Elena, que vive en la calle García Olloqui. Y su
insatisfacción es compartida por muchos vecinos del centro, tanto que un grupo
de ellos se está planteando iniciar un procedimiento judicial para defender sus
derechos, como explica la cabeza visible de esta iniciativa, que vive cerca de
la noria instalada en la calle Colón, y que prefiere mantener su anonimato. Abogada
de profesión, Elena remitió un escrito en 2019 al Ayuntamiento exponiendo sus
quejas de las que no obtuvo respuesta alguna, y lo volvió a intentar este año. Señaló
que temía las limitaciones a sus derechos fundamentales, como el derecho a la
libre circulación, a la seguridad y salud pública, a disfrutar de un medio
ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, a una vivienda digna y
adecuada libre de ruidos o al de la intimidad personal y familiar. “Están
vulnerando la mayoría de nuestros derechos como ciudadanos”, clama esta
letrada, dispuesta a interponer una denuncia ante el contencioso administrativo
“para que esta situación no se repita en los años venideros porque es una
tortura”. Al final sí recibió, desvela, un vasto documento que es “muy bonito
sobre el papel, pero que, en la práctica, es imposible de ejecutar porque no
tienen medios”.
Como ejemplo, pone el
acento en cuestiones de higiene, y refiere casos de personas que orinan en la
calle y en los garajes porque “hasta hace nada, no había sanitarios y ahora hay
cuatro, pero busca un baño a ver si lo encuentras, son unos contenedores sin
señalizar, la gente va a las cafeterías, les dicen que no, y orinan en los
garajes”. “Esto no se puede permitir en plena pandemia”, señala y advierte que “la
Alameda por las mañanas está toda llena de gaviotas comiendo las porquerías de
la noche anterior”. Ninguna de las fuentes consultadas cuestiona las luces ni
el hecho de que el alcalde haya hecho de la Navidad viguesa un reclamo
turístico, lo que cuestionan es el cómo. “El peor sitio para intervenir es el
centro de Vigo”, confiesa un conductor de un camión de Bomberos, que escoge
también el anonimato, opción recurrente que habla de una potencial “tormenta
perfecta”. Cinco conductores y conductoras de ambulancias fueron preguntados y
las quejas son coincidentes: “Como siempre, es un coñazo circular por la ciudad
en estas fechas y casi imposible en días señalados, lo que está suponiendo un
gran problema”.
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