jueves, 16 de julio de 2020

¿Qué hacer con el elefante?


Juan Carlos I pide disculpas por la cacería en Botsuana, en abril de 2012.

Gerardo Tecé recuerda en CTXT a Juan Carlos I en el pasillo de un hospital privado, dirigiéndose a las cámaras que llevaban varios días esperándole. “Lo hizo sin poder disimular –no había manera– la gran resaca social que había provocado su accidentada juerga en Botsuana mientras España era sacudida por una brutal crisis económica. Hace ya más de ocho años de aquella escena, de aquellas palabras del rey Juan Carlos que, en la era de internet, del trending y el hit diario han sobrevivido al paso del tiempo convirtiéndose, como decía Serrat de Mediterráneo, en propiedad del pueblo: lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir. No hay verbena ni disculpa doméstica en la que no se cante. Casi una década después, con Juan Carlos I fuera ya de la Zarzuela y de la Casa Real, no hay lingüista, historiador ni antropólogo que consiga descifrar a qué se refería el monarca. ¿Por qué pedía disculpas? ¿En qué se había equivocado? ¿Concretamente, qué cosa era la que no volvería a ocurrir?

Hoy, Tecé reconoce que sabemos mucho más de aquel Juan Carlos I que entonces pedía disculpas. “Sabemos, por ejemplo, que, mientras lo hacía, sacaba cientos de miles de euros mensuales de una cuenta en Suiza a nombre de una sociedad instrumental con sede en Panamá. Una cuenta con 65 millones de euros donados por el régimen dictatorial de Arabia Saudí y que acabó en manos de su amante Corina cuando el banco suizo le trasladó al rey su incomodidad con la situación. Incomodar a un banco suizo es un acontecimiento único, al alcance de pocos elegidos. Imagine a Florentino Pérez pidiendo un poco de discreción tras un arbitraje a favor y entenderá las dimensiones del hecho. Ahora sabemos también que aquel incidente internacional con un elefante de por medio era premonitorio. Sabemos que, más que de cacería, el rey Juan Carlos estaba de metáfora futura. ¿Qué hacer con el gran elefante en medio de esta cacería internacional?” (…)

“Paradójicamente –si exceptuamos el espectro político a la izquierda del PSOE– nadie ha mostrado un nivel de dureza con las actividades del emérito como el mostrado por el actual rey, su hijo Felipe. Como lo conocen a uno en casa no lo conocen en ningún lado. Esta ruptura familiar no disimulada está siendo vendida ya en un nuevo autoengaño como la prueba irrefutable de que la monarquía española se ha regenerado. Una vez más. Y van decenas de veces en las que la monarquía española se ha regenerado a lo largo de la historia. Una tras cada nuevo reinado. Tras cada cacicada real extendida con el consentimiento y el aplauso de buena parte de un pueblo que se autolesiona. La Historia nos cuenta que Juan Carlos I no es ni más ni menos corrupto que cualquiera de sus antecesores. Son siglos de monarcas españoles sin más finalidad política ni ética vital que seguir manteniendo unos privilegios que serían insostenibles en una sociedad sana. Una sociedad sana revisaría la necesidad o no de esta institución ante lo ocurrido con el rey Juan Carlos. Una sociedad sana se dejaría de piruetas y autoengaños. Una sociedad sana no hubiera perdonado jamás que Felipe VI aprovechase la mayor crisis sanitaria del siglo para lavar unos trapos sucios de los que también habría sido beneficiario, según indican los documentos investigados”.

“No –concluye Gerardo Tecé–. Después del gran autoengaño no sabemos qué hacer con el elefante y, por extensión, con nuestra historia. Ni con la reciente ni con la futura. La política que justifica o huye hacia adelante, la prensa que calló durante décadas, los empresarios beneficiados por la monarquía con ánimo de lucro serán quienes escriban la historia. ¡Que viva Felipe VI!”.

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