domingo, 9 de marzo de 2025

Cuando la precariedad balear obliga a vivir en caravanas.

Enrique, Begoña y Javier.

Mamuel Martínez y Víctor López cuentan en Público cómo Javier y Enrique vuelven de un Pleno en el Ayuntamiento de Palma de Mallorca. No son concejales ni trabajan en el Consistorio, pero, desde hace algún tiempo, han emprendido una batalla que les obliga a pisar moqueta. Esta misma semana caminaron, también, sobre la del Congreso de los Diputados, donde se reunieron con representantes de Podemos y Més per Mallorca para tratar sus casos. Javier González es pensionista, está bien entrado en la sesentena y vive en el asentamiento caravanista de Son Güells. Era camionero, pero hace cuatro años un ictus terminó de forma abrupta con su andadura profesional y le dejó un 57% de discapacidad. Los altísimos precios de la vivienda en una región entregada al turismo masivo y desenfrenado ponen a los vecinos con un pie en la calle. Les arrebatan la posibilidad de vivir en un hogar. Con su sueldo no le llega ni para una habitación. Tienen el convencimiento de que la estrategia urbanística del Partido Popular en las islas consiste en entregar el territorio a la gente guapa, los yates, los complejos turísticos de lujo y los restaurantes caros. La ley de vivienda no se aplica y los precios escalan hasta colocar Palma entre las ciudades españolas más caras para vivir. Y no sólo por lo que cuesta el ladrillo. Vivir es caro en general porque, en la mayoría de los establecimientos, el precio se ha adaptado al bolsillo de los turistas. Por eso, muchos ciudadanos que jamás se habían imaginado desprovistos de un hogar con paredes y techo han terminado en asentamientos caravanistas, que ahora, para más inri, el Ayuntamiento de Palma quiere desmantelar a través de multas que oscilan entre los 700 y los 1.500 euros. Un estudio de la Universidad de les Illes Balears especifica que el 71% de los residentes en esas autocaravanas son trabajadores y cobran, de media, entre 1.000 y 1.500 euros. La isla expulsa a los mileuristas. 

Los inquilinos de caravanas, Pep de las Heras, de 78 años, y Javier Gonzáles, de 67 años, en Son Güells (Palma).

Por su parte, Enrique Cobos tiene 35 años y vive en otro asentamiento, el de Son Hugo. En la actualidad, trabaja en el sector de la hostelería y, si no hay contratiempos, empezará la temporada en el mes de mayo. Tuvo que abandonar su hogar hace dos años y explica cómo, desde el preciso momento en el que se vio en la calle, su máxima preocupación fue encontrar un sitio fijo en el que vivir. “Si estás en la calle no puedes tener un trabajo porque estás constantemente preocupado por miles de cosas”. Primero, pasó dos meses en la caravana de su hermano y, después, encontró una para instalarse él. Su voluntad, como la de todos los que viven en una caravana —o un coche— por obligación, es recuperar una vida normal, pero hasta entonces reivindican su derecho a pernoctar en los vehículos. Por eso luchan para que la nueva ordenanza que está promoviendo el Consistorio de Palma —con la que se les podrá multar— no llegue a aprobarse. Si eso ocurre, irán a los tribunales con el acompañamiento de formaciones como Podemos o Més, que ya han llevado iniciativas al Congreso para que la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, se pronuncie y se implique. Begoña también vive en Son Hugo, tiene 61 años y lleva dos durmiendo en un New Beetle, “un escarabajo, pero moderno”. El campamento acoge a medio centenar de vehículos, furgonetas y autocaravanas; familias, en definitiva, que no pueden pagar una habitación ni un alquiler en la isla. Begoña perdió su casa el 18 de octubre de 2022. “No podía pagar el alquiler y me desahuciaron. Empecé a dormir en el coche, me duchaba en casa de alguna amiga, pero al final me vine al campamento porque necesitaba sentirme medianamente protegida”, reconoce en una conversación con Público. En cuanto a la ordenanza que está preparando el Ayuntamiento, asegura que les “criminaliza”. Es un texto que refuerza los estigmas. “Nosotros no acampamos, vivimos aquí. No generamos basura, ni hacemos ruido por las noches. Eso lo hacen los turistas y tienen barra libre —legalmente— para todo”, insiste. Las semanas posteriores al desahucio fueron "angustiosas". Begoña recuerda que estuvo "dando tumbos" por la isla mientras buscaba piso. “El precio de un estudio con habitación, baño y balcón superaba los 1.000 euros. Eso sin sumar la cesta de la compra o las facturas”, desliza. La vecina lleva en Palma desde los siete años y le quedan “cinco o seis” para la jubilación. El escenario es complicado, pero espera poder retirarse en un piso y “dejar más pronto que tarde” el New Beetle. “Esa es mi idea, me gusta ser optimista”, añade, entre risas.

El problema del alquiler en Baleares obliga a los profesionales turísticos a vivir en autocaravanas.  

Unas 400 personas están viviendo actualmente en caravanas en diferentes barrios de la capital balear. La mayoría por los graves problemas para acceder a una vivienda, debido a los elevados precios, lo que en muchos casos dificulta también el empadronamiento. Así lo ve Pep de las Heras, de 78 años: “Hay gente que está recién operada y por no estar empadronada no tiene visita a domicilio del médico. Después de estar un mes y medio en la UCI está abandonado aquí. No nos quieren empadronar”, insiste. En este enclave a las afueras de Palma viven trabajadores, jubilados y familias con niños pequeños. Según Javier González, de 67 años, “cada vez son más las personas que se plantean vivir en una caravana. Esto es solo la punta del iceberg del grave problema de acceso a la vivienda en las islas. No tenemos otra opción”. Para el alcalde de Palma, Jaime Martínez, la concentración del colectivo de autocaravanas ante la sede del Ayuntamiento representa un ejemplo más de la “dejadez” de las políticas de las dos anteriores legislaturas, tras no abordar las problemáticas sociales ni de vivienda. Además, asegura que la solución debe llegar tanto desde el consistorio como por parte del Consell de Mallorca y el Govern de Baleares.

Sindicato de Inquilinas de Inquilinas de Ibiza y Formentera

La precariedad no sólo invade Mallorca. Ibiza creció al calor del mito hippie. La familia Matutes controló la isla durante el último medio siglo y se hizo con buena parte de las discotecas y los hoteles en primera línea de playa. La isla pronto se convirtió en una máquina de hacer dinero a golpe de ladrillo, un paraíso para las élites, una meca para el turismo de lujo. Ibiza y Formentera recibieron el año pasado casi 3,7 millones de turistas, según datos del Instituto de Estadística de Balears. La población permanente de las dos islas roza los 172.000 habitantes. Esto quiere decir que hubo una media de 21 turistas por cada residente. ¿Las consecuencias? Los vecinos y las clases trabajadoras no tienen donde vivir.  “Los propietarios le sacan más partido al alquiler de temporada y al de habitaciones. Esto nos deja en una situación de desamparo absoluto. Las inquilinas tenemos que vivir de seis meses en seis meses y esto precariza –más si cabe– nuestras vidas. Llega un punto en el que nos vemos abocadas a marchar de la isla o vivir en la calle”, denuncian desde el Sindicat de Llogateres de Ibiza y Formentera. Los datos son todavía más llamativos si tenemos en cuenta la fotografía completa: dos de cada diez casas están vacías y el porcentaje de segundas residencias en todo el archipiélago asciende hasta el 30%. Cristina ha vivido en primera persona la transformación de la isla. “Llevo aquí más de dos décadas; primero venía en temporada, cuando había más trabajo, poco a poco me fui asentando y decidí quedarme todo el año. El problema es que cada vez me resultaba más difícil encontrar piso”, recuerda. El primer apartamento lo alquiló por 600 euros; los últimos, “por 800 y con contratos de temporada”. La presión inmobiliaria la llevó a comprar una autocaravana hace seis años. “Las condiciones no son las mismas que en una casa normal. No tenemos áreas habilitadas, tenemos que cocinar dentro del vehículo, pasamos frío en invierno y calor en verano. Y, por si fuera poco, nos discriminan. Me han llegado a tirar piedras contra la furgoneta, como si molestara”.  Chiara tiene una situación parecida; vive en una autocaravana con su hija de cuatro años. “Llevamos un año buscando piso, incluso habitación. Lo único que encontramos fue un sótano por 2.500 euros. Lo alquilaban por temporadas y me rechazaron porque no querían niños”, denuncia. Los campings tampoco aceptanpor lo general– solicitudes de larga estancia. “El único que me daba esa posibilidad, me pedía 13.000 euros por seis meses y tenía que pagarlos de golpe”, insiste. Perdió su trabajo durante la pandemia y decidió montar su propio negocio. Si no fuera por el dinero invertido, ya hubiera abandonado la isla. El Consell de Ibiza está dispuesto a seguir los pasos de Palma y ha acodado con los ayuntamientos imponer multas de hasta 30.000 euros a las autocaravanas que no cuenten con una reserva y estén aparcadas en suelo rústico. 

El catedrático de Geografía y director de la Cátedra d´Estudis Urbans, Jesús González.

La Universidad de les Illes Balears ha publicado recientemente los resultados de un censo pionero en todo el país, una investigación sobre los campamentos de autocaravanas que pone el foco en el Ayuntamiento de Palma, pero espera “recibir financiación” para extender la muestra a todo el archipiélago. “El trabajo de campo lo hicimos en verano, para tener una cifra lo más representativa posible. Palma tiene cinco grandes asentamientos en los que viven sobre todo personas que han sido excluidas del mercado del alquiler, pero no de la sociedad”, explica a Público Jesús M. González, catedrático de Geografía y director del estudio. La capital balear tenía hace unos meses 150 autocaravanas estacionadas en alguno de estos campamentos, 80 de ellas residenciales. Esta cifra contradice la que ha dado el alcalde de Palma, Jaime Martínez. El popular cifró este mes de febrero en 5.000 el número de vehículos. La universidad sólo ha censado las furgonetas y autocaravanas de los asentamientos, porque “las que aparcan en la calle representan un porcentaje residual”. El 93% de los encuestados confirmó haber buscado otras alternativas antes de acabar pernoctando sobre cuatro ruedas y tres de cada cuatro abandonarían los vehículos si encontraran un alquiler decente. La mayoría, además, son trabajadores de origen extranjero. En estos momentos, la ordenanza municipal de Palma de Mallorca que comportará multas para los caravanistas se encuentra en la fase de la aprobación inicial, pero todavía no ha entrado en vigor. “Si no podemos vivir en una casa porque no tenemos dinero y tampoco en una caravana, el siguiente paso es ir debajo de un puente”, insisten los afectados. Por el momento, albergan la esperanza de que los movimientos tanto políticos como sociales surtan efecto. 

Usuarios de La Fundació Social La Sapiència, Sojorn y Càritas narran su caso para sensibilizar.

Basta echar un vistazo a los asentamientos crecientes de caravanas en las barriadas de Palma para imaginar lo que nos confirman la Sapiència, Sojorn y Càritas Mallorca. “Se incorporan nuevos perfiles a este colectivo: personas trabajadoras que a pesar de tener un sueldo no pueden acceder a una vivienda digna”. Baleares cada vez se parece más a la realidad americana que la directora de cine Chloé Zhao retrató de forma impecable en Nomadland. Muchas son las personas sin hogar que prefieren dormir en caravanas, asentamientos o incluso al raso, antes que recurrir a uno de los albergues públicos. Eso complica un problema histórico: la falta de un recuento real del sinhogarismo en las Islas. Palma es el único municipio de Mallorca en el que se realizan recuentos nocturnos de personas sin hogar. Lo que no se cuenta parece que no existe, pero a la vez el sinhogarismo ha crecido tanto en Baleares que ya no es invisible.  “No hay una cifra de cuántas personas están viviendo en la calle –explica, en Última Hora, Teresa Riera, responsable del proyecto Sense Llar de Càritas Mallorca –, lo que sabemos es que cada día se acercan a los servicios de acogida personas nuevas a las que les tenemos que decir que no tenemos un lugar para que vivan, los servicios están colapsados. Toni Moyà, de la Fundación Social la Sapiència y Jaume Alemany, del proyecto de acogida Sajorn, describen situaciones similares a la vez que piden más sensibilidad a la población en torno al problema de la vivienda.  Conocedores de que la demanda supera con creces a la oferta, los propietarios, de la mano de las agencias inmobiliarias, no solo están subiendo los precios de los alquileres, sino que evitan alquilar a familias con niños, personas con discapacidad u otros colectivos vulnerables a sabiendas de que su singularidad retrasa los desahucios en caso de impago. Baleares es la comunidad en la que más aumenta el precio de la vivienda. Tradicionalmente, las personas se quedaban en la calle en el proceso de empezar de cero en un nuevo país, tras perder su trabajo o sufrir un desahucio. También por adicciones y problemas de salud mental. Esto está cambiando. La mayoría de las personas sin hogar son actualmente de origen Europeo, un 40 % autóctonos de Baleares”.

Un indigente levanta su tienda de campaña frente al Consolat.

Tourinews.es advierte que, en últimos tiempos, las autocaravanas no solo han servido para recorrer el mundo. Debido al difícil acceso a la vivienda y al elevado precio de los alquileres, algunos residentes de las Islas Baleares, muchos de ellos trabajadores turísticos, se han visto obligados a convertir su autocaravana en su vivienda principal. Y es que cabe destacar que el precio del alquiler en Mallorca (Baleares) se disparó en diciembre con el récord de los últimos cinco años: 12,9 euros por metro cuadrado, según el último informe de Idealista. Desde 2012, el precio de los alquileres se ha disparado más de un 50% en Palma de Mallorca. Unas condiciones que hacen que muchas personas tengan que vivir en autocaravanas. Antonio, de 55 años y directivo de hoteles en la isla, tiene problemas para encontrar un alquiler debido a su contrato de fijo discontinuo. “Aunque ven que con tu sueldo sí que puedes pagar una vivienda, como tienen otras opciones, los propietarios prefieren elegir a una pareja, que tengan dos sueldos”, cuenta Antonio. A pesar de tener trabajo e ingresos, Enrique vive desde hace cuatro años en un espacio de ocho metros cuadrados al no poder afrontar el gasto de un alquiler. “No puedo pagar durante los meses de invierno 1.000 euros entre alquiler y gastos generales. La realidad de todo es que los pisos tienen precios altísimos y el coste de la vida es muy alto. Tengo necesidad de vivir”, señalado en declaraciones al periódico El País. Por otro lado, Joan — de 53 años, y, hora en paro—, señal que, antes de adquirir su caravana estuvo viviendo tres años en su coche. Además, con su edad, tiene claro que no quiere compartir piso con gente que no conoce. “Compartir tiene que ser una opción, y no una obligación”, expresa. En definitiva, los precios altos, el difícil acceso a una vivienda y la falta de ellas ha provocado que muchos residentes baleares tengan que vivir en coches o autocaravanas. Esto hace que, cada vez con mayor frecuencia, muchas personas pidan la regulación del precio del alquiler para poder acceder a una vivienda digna.

Otros comentarios, imágenes, fotos y fotomontajes:  

 '7.291', la obra en ARCO que recuerda a los muertos en residcias madrileñas.

La feria de arte contemporáneo, que abrió sus puertas en Madrid el pasado viernes, exhibe este año una obra que disgusta a la presidenta del Gobierno madrileño. Son 206 galerías de hasta 36 países. 7.291 es el título de la instalación, firmada por Ramón Mateos. La obra es un homenaje explícito a las personas que murieron por covid en las residencias madrileñas durante el confinamiento tras los protocolos de la vergüenza aprobados por el Gobierno de Ayuso que impedía su traslado a hospitales públicos de Madrid. La instalación también hace referencia al documental homónimo de Diego Galán y recibe el mismo nombre que la plataforma de familiares de los fallecidos.                                                                

Trump quiere callar a los estudiantes con cárcel y expulsiones. Si protestas en la universidad y no le gusta, te puede meter en la cárcel o echarte del país. Así de fácil. Libertad de expresión, ¿para quién? Si una universidad permite protestas "ilegales" (según él), se queda sin fondos federales. Trump no gobierna, amenaza. Los estudiantes extranjeros que protesten serán deportados. Los americanos, expulsados o encarcelados. Democracia al estilo Trump. Quiere que sean espacios de obediencia. No pienses, no critiques, no te manifiestes. ¿Qué sigue, listas negras de estudiantes? Lo que empieza en los campus acaba en toda la sociedad. Trump no solo va contra los estudiantes, va contra cualquiera que se atreva a desafiarle. (Spanich Revolution)

Marco Rubio con la cruz de ceniza por el inicio de cuaresma, mientras amenaza con masacres en público. Para que la distopía sea aún más teatral. Este fundamentalismo religioso mientras no paran de delinquir, ser cómplices de asesinar niños y mujeres, abandonar a los pobres y sobreproteger a los ricos que han acabado llevando el templo mientras expulsan a Jesús del mismo.

Dijo una vez Charles Chaplin: “Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima. Pasé años buscando la aprobación de los demás, hasta que entendí que la única aprobación que realmente importa es la propia. El verdadero amor comienza en uno mismo, y cuando lo encuentras, todo lo demás encaja”. (Ankor Inclán)

Esta foto es increíble

A primera vista, parece como si alguien estuviera leyendo en el agua, pero cuando te acercas, te das cuenta de que no hay ninguna persona, ningún libro, ningún estudio, sólo una ilusión. La vida es muy parecida. Parece de una manera, pero debajo de la superficie, es completamente diferente... (Mishelle Mayer)

El humor en la prensa de esta semana: El Roto, Peridis, Eneko, Manel F., Vergara, Ferreres, Santygutiérrez, Puebla, Riki Blsnco, Horca… 








Dos hombres, un destino.
Una historia de amor en Madrid.

Rearme.
Mis investigaciones. 
Lo que vio Mariano.

El nuevo orden.

Alberto contraataca. 






Pep Roig, desde Mallorca:

El retorno del Prínsipe Asul (Cap. 29)

Los vídeos de esta semana:

"Vivo en una Caravana porque NO puedo Pagar un Alquiler" #SinCensurar

Crece el número de asentamientos de caravanas en Mallorca

El Carnaval más artístico de Madrid que reivindica derechos: "Hay que dar el cante"

Oscar 2025: una gala con sorpresas y la presencia de Karla Sofía Gascón

Carlos Mazón canta "Me maten" de C. Tangana

Trump, Zelenski, Putin, Macron i Pedro Sánchez canten "Gangsta's Paradise" de Coolio

Control de fronteres

La tornada de "La Caixa"


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