El marqués y la esvástica (II)
El periodista, Plácid García Planas.
César González-Ruano.
El escritor y periodista González-Ruano y su compañera Mary de Navascués
En El marqués y la esvástica, publicado
por Anagrama, Rosa Sala Rose y Plàcid García-Planas profundizan en la leyenda
negra de este escritor y en sus negocios clandestinos. Los autores de este
libro hacen un trabajo minucioso, descubriendo un papel con una declaración
firmada por el doctor Wissman, de la embajada alemana en Francia, en el que se
dice: “Vivía del trapicheo en el mercado negro, del proxenetismo y del tráfico
de salvoconductos”. Sala Rose y García-Planas nos presentan un Ruano casado y
divorciado en la España
de la República
que paseó por la Europa ,
dominada por el fascismo, con su amante, Mary de Navascués, con la que tuvo
cuatro hijos. La Policía
de Mussolini lo puso bajo sospecha, los alemanes lo expulsaron de Berlín y, mal
pagador hasta el final, no hizo efectivas ni las cuotas de Falange de la que
poseía el carnet número 4, ni los emolumentos del médico alemán que ayudó al
nacimiento de su primer hijo varón, lo que provocó que la Gestapo le pisara los
talones y que se abriera un proceso contra él. Prácticamente, el único al que
no dejó nada a deber fue a Alfonso XIII con el que colaboró y del que pensaba
obtener la hidalguía con la que soñaba. El escritor se jacta de ser “cuñado de
Alfonso XIII por la mano izquierda”. Y el libro apunta que tuvo una sobrina
Borbón. Se trataría de una hija ilegítima más del Rey, cuya madre fue Carmen de
Navascués, tía de su compañera.
Si Ruano tuvo algo bueno, los
autores no lo han encontrado. El libro se puede leer como una biografía en la que no
quedan fuera ni las pulsiones sexuales del escritor al que le gustaba ver “a su
secretario y a su amante en la cama. Ella, ataviada únicamente con katiuscas.
Trabajó de manera encubierta para los alemanes: Cobraba por hacer propaganda del
régimen y firmaba trabajos que no había escrito“. Pablo Jiménez, director
general de la
Fundación Mapfre y depositario de buena parte del archivo del
escritor, no dejó ver a los autores del libro los papeles que obran en su
poder, al considerar que se trataba de un libro contra Ruano. Y niega cualquier
tipo de relación entre el cambio de titularidad y orientación del premio que
llevaba el nombre de Ruano desde que se inauguró en 1975.
Los autores hablan de la
detención de Ruano por la
Gestapo , en 1942, cuando guardaba en los bolsillos de su
impecable terno un pasaporte en blanco de una república americana, un diamante
del tamaño de un huevo y un fajo de 12.000 dólares. De su detención de 78 días
en la prisión militar de Cherche-Midi, de sus conversaciones con algunos
detenidos y de su sometimiento a un falso fusilamiento. En los dietarios de
Joan Estelrich, jefe de prensa y propaganda de Franco, así se interpreta su
arresto y puesta en libertad por la
Gestapo : “Entonces usted no ha querido favorecer a los judíos,
usted solo ha querido estafarlos”. “Sí”. “Usted no es un agente de los judíos,
usted solo es un sinvergüenza”. Abandonó la cárcel, pero la Gestapo no lo perdió de
vista y él siguió colaborando con ella. Luego, al acabar la guerra, Ruano
abandona la Francia
libre y vuelve a España. Pero, a su paso por el París ocupado, deja también
asuntos sin resolver. Una sentencia lo condenaba a 20 años de trabajos forzados
por “inteligencia con el enemigo” y a la indignidad nacional que no fue
cumplida por Ruano, quien regresó a España y retomó su brillante carrera como
cronista. Al fin y al cabo, los suyos habían ganado la guerra. Amnistías
posteriores borraron casi todas las huellas de la condena.
Entre 1940 y 1943, Ruano mantuvo
abiertas tres casas en el París ocupado, una de ellas de un judío huido al que
desvalijó. Había llegado huyendo de Berlín, acompañado de su compañera Mary de
Navascués y de su hijo, César, recién nacido. La única época en que no trabaja
como periodista, hace fiestas e invita a paella a los surrealistas de
Montparnasse con los que colaboraba. Sala Rose sostiene que el relato de los
hechos deja patente el ambiente de la colonia española establecida en París,
donde “la podredumbre moral abarcaba a gente de izquierdas y de derechas. Se
sabía que traficaba con joyas y cuadros pero rumores nunca probados apuntaban
que también podía haber tenido que ver con el mercado negro de salvoconductos
para los judíos que huían, desesperados, de los nazis”.
En el prólogo de su libro “Seis meses con los nazis”, una anticrónica del
boicot a los judíos, Ruano no escatima elogios hacia el nacionalsocialismo y
hacia Adolf Hitler, un hombre “simple y genial”, “ennoblecido por el
sacrificio”. Ruano no fue jamás un modelo cívico sino más bien un vividor, un
golfo, y un escritor aseñoritado que aspiró al marquesado de Cagigal, que
Alfonso XIII le prometió en Roma, en 1939, si volvía al trono de España. Pero
el rey no volvió y Ruano sólo fue (aunque con todos los aires) un marqués ful…
Un marqués que no se vendió al ‘cobre roñoso’ de la derecha española sino
directamente al oro de Joseph Goebbels, el brillante ministro del Tercer Reich
para la Ilustración Pública
y Propaganda. “Vendió su alma con mucha vaselina, con tal facilidad que los
propios nazis acabarían mosqueados, calificándole, en 1939, de persona ‘poco
fiable’ y sospechoso de trabajar para los ‘servicios de inteligencia
enemigos’”.
Mañana: “El marqués y la esvástica” (Y III).
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