López Obrador pide a Felipe VI que España se disculpe por “los abusos de la conquista” de México.
López Obrador, presidente de México.
Felipe VI y el presidente mexicano, López
Obrador, junto a su esposa, Beatriz Gutiérrez, en México.
El presidente de México,
Andrés Manuel López Obrador, reconoce que envió una carta al Gobierno español
con la intención de que Felipe VI pida disculpas por los atropellos que
considera que se cometieron durante la conquista. “Envié ya una carta al rey de
España y otra al papa para que se haga un relato de agravios y se pida perdón a
los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como
derechos humanos”, dijo a través de un vídeo publicado en redes sociales. En ella pide por carta a Felipe de Borbón y
al papa Francisco que pidan perdón por los abusos perpetrados durante la
conquista. El Gobierno español lamenta la publicación de la carta con este
argumento: “La llegada, hace quinientos años, de los españoles a las actuales
tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporánea”
La intención de López
Obrador es que las autoridades españolas reconozcan los abusos cometidos
durante la conquista para lograr una especie de reconciliación histórica de
cara a 2021, cuando se cumplirán 200 años de la independencia de México. “Es
tiempo ya de decir que vamos a reconciliarnos, pero primero pidamos perdón”,
dijo el presidente mexicano, quien aseveró que él también se disculpará en
nombre del Estado mexicano por “la represión a los pueblos originarios” que
hubo tras la independencia del país. Para López Obrador, esta “conquista o
descubrimiento” fue en realidad una “invasión”. “Y se cometieron muchas
arbitrariedades. Se sometió a los pueblos, lo que ahora conocemos como nuestra
América. Todo el continente nuevo, recién descubierto. Fue una invasión”.
Las palabras de López
Obrador, del ala izquierdista, sentaron muy mal en el entorno del Gobierno
socialista español, quien “no ha comprendido esta acción diplomática tan
negativa y ofensiva hacia España, tras las buenas relaciones entre ambas naciones.
López Obrador tuvo un encuentro de lo más cordial con Pedro Sánchez, cuando el
español visitó el país americano hace apenas dos meses. Sólo hubo entonces un
único punto de discrepancia: Venezuela. Entonces se dirimió la postura española
contraria a Nicolás Maduro, exigiéndole que renunciara en favor de Juan Guaidó,
y López Obrador le afeó esta posición recordando que lo mejor era una actitud
de no intervención.
“Estamos en Comalcalco
-dijo López Obrador en un vídeo subido a redes sociales, al visitar esta
localidad del estado de Tabasco-, vamos a Centla a conmemorar 500 años de la
batalla de los españoles contra la resistencia de los mayas-chontales”. Allí,
los indígenas fueron derrotados por las tropas del español Hernán Cortés y
López Obrador recuerda que éste se impuso “con la espada y la cruz” y
realizando “matanzas” de indígenas, recordando el papel también de la Iglesia
Católica, que construyó “iglesias encima de los templos” originales. “Es tiempo
ya de decir que vamos a reconciliarnos -insistió-, pero primero pidamos perdón”.
Quien no ha reaccionado
ni dicho nada ha sido la Casa Real. El jefe de Estado se encuentra actualmente
de visita oficial en Argentina, donde fue recibido por el presidente, el
conservador Mauricio Macri. No parece que tenga intención de aceptar la
petición de López Obrador y pedir perdón por las matanzas perpetradas durante
la conquista. “Podría pensarse -escribe
Juan Carlos Escudier, en el artículo ‘López Obrador no desvaría’, en Público- que
la exigencia de López Obrador es un disparate porque es evidente que no es de
recibo exigir cuentas a un país por los atropellos y matanzas que se cometieron
en su nombre cuando reinaba Carolo, pero es que no se trata de eso en absoluto.
Lo que se pretende es aprovechar la efeméride para realizar una reparación histórica a las
comunidades indígenas, sometidas a la opresión y el exterminio no sólo en los
tiempos en los que en España no se ponía el sol sino también después de la
independencia, un sojuzgamiento que incluye a yaquis, mayas y también a los
miles de chinos que se usaron como esclavos y que fueron torturados y
asesinados, víctimas de las políticas racistas de los gobiernos mexicanos
posteriores a la Revolución. En definitiva, no se trata de reescribir la
historia sino de efectuar un ejercicio de catarsis para cerrar las heridas que
aún se consideran abiertas”.
La petición del López
Obrador no puede ser un desvarío porque, de serlo, habría que pensar que el Rey
no estaba en sus cabales cuando, en noviembre de 2015, se dirigió a la
comunidad sefardí, con motivo de la ley por la que se concedía la nacionalidad
española a los descendientes de los judíos expulsados de España en 1492, para
agradecerles que hubieran hecho prevalecer el amor sobre el rencor y
expresarles lo mucho que se les había echado de menos. “Regresa formalmente al
tronco común de la nación una de sus ramas que, en su día, fue tristemente
separada”, dijo Felipe VI en aquel acto de reparación. “Los que sí desvarían
son los que entienden la petición de López Obrador como un desafío diplomático
y lo atribuyen a la educación del presidente, imbuido de la desazón identitaria
de aquellas generaciones de mexicanos que en el laberinto de soledad que dibujó
Octavio Paz se negaban a aceptar que eran hijos de la gran chingada, de aquella
Malinche amante de Cortés, del mestizaje.
“El Gobierno mexicano no
quiere compensaciones económicas por el saqueo sistemático y por el etnocidio,
sino contribuir a una reparación moral que sus propias autoridades están
dispuestas a conceder a quienes no han dejado de sufrirlo… Nadie pretende
criminalizar a España porque eso sería tanto como criminalizar a México. Basta
leer los informes de la relatora de Naciones Unidas para contemplar la realidad
indígena actual, una población sometida a todo tipo de acosos y amenazas,
cuando no a una violencia extrema por oponerse, por ejemplo, a la construcción
de un gasoducto. Se pide un acto de honestidad para que, en cada aniversario,
haya realmente algo que celebrar de una ‘gesta’ que ni fue, como sostiene ahora
Pablo Casado, el hito más importante de la humanidad tras la romanización, ni
debe ser motivo de flagelación colectiva. Parece de justicia”.
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