El evangelio según Brian.
Han pasado más de treinta
años de La vida de Brian, la obra maestra de los Monty Python, y la película
sigue tan fresca, hilarante e irreverente como el día de su estreno, cuando
provocó un terremoto de manifestaciones, protestas, críticas y debates a lo
largo y lo ancho del mundo. Así lo explica David Torres en Público:
“El guión, en efecto, es
una obra maestra de la astucia en la que los Monty Python sortearon los riesgos
de la blasfemia mediante el procedimiento de usar directamente no a Jesucristo,
sino a un pobre hombre llamado Brian Cohen, a quien, en diversos momentos de su
vida, desde su nacimiento el mismo día que Jesucristo a unos metros del portal
de Belén, confunden con el Mesías. Es el mismo truco que utilizó Chaplin en El
gran dictador, pero con resultados completamente distintos. Al igual que en
Ben-Hur, la gran epopeya bíblica de William Wyler, Jesucristo no aparece más
que al fondo de la pantalla en ciertos momentos puntuales, cuando los tres
Reyes Magos, indignados por el equívoco, vuelven a recoger los regalos, o
cuando se lo ve a lo lejos, pronunciando el Sermón de la Montaña y uno de los
espectadores pregunta: ‘¿Qué ha dicho?’. ‘Ha dicho: bienaventurados los
queseros’. ‘¿Por qué los queseros?’.’Es una metáfora: se refiere a todos los
fabricantes de productos lácteos’.
“Los malentendidos son el
motor de propulsión de La vida de Brian, la historia de un judío contemporáneo
de Jesucristo a quien toman por el Mesías sin que él pueda hacer nada por
evitarlo. La descacharrante secuencia en que Brian decide no comprar una
calabaza y luego pierde una sandalia, mientras poco a poco una turba de
exaltados se divide entre los seguidores de la calabaza y los de la sandalia,
resume, como apuntó John Cleese, ‘la historia entera de la religión en dos
minutos y medio’. La incesante sucesión de memorables diálogos cómicos no deja
títere con cabeza: el nacionalismo, el colonialismo, la mendicidad, el
Espartaco de Kubrick, los profesores de latín, y también los defectos de
pronunciación, el lenguaje inclusivo e incluso ciertas reivindicaciones
feministas y transgénero que hoy, tal vez, les habrían costado un linchamiento
virtual. Sin embargo, en toda la película no hay una sola burla contra
Jesucristo, contra el cristianismo o contra la fe, aunque las autoridades
religiosas, los hipócritas y fariseos de cualquier credo, hicieron bien en
sentirse ofendidos, porque si hay una diana principal para la mofa y la sátira
en La vida de Brian es justamente el negocio de la religión oficial, la
religión entendida como negocio. Una cruz por persona”.
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