Llegó el primer festival Abril Republicano.
El pasado miércoles de nuevo se celebró el 14 de Abril, aniversario de la Segunda República. Noventa años de una fecha simbólica para la política, la democracia y la ciudadanía. A propósito de dicha fecha, el diario digital Público, desde hace dos años, ofrece un homenaje. Y nos recuerda: “El año pasado, una valiosa iniciativa cultural surgió del confinamiento para llenar de arte, libertad y reivindicación nuestro primer abril de pandemia: fue el primer festival Abril Republicano que celebramos online en colaboración con la Fundación Luzes. Es imposible no recordar con ternura y admiración a esa colección de artistas que, desde sus casas, nos ofrecieron su profesionalidad, su compañía y su compromiso, abriendo ventanas de luz en un tiempo oscurecido por las pérdidas y las incertidumbres. Hoy iniciamos con gran expectativa una nueva edición. Hasta el final de abril, disfrutaremos de arte, música, danza, poesía y literatura, creaciones basadas en los valores democráticos y comunitarios que representa el republicanismo, y que nunca han perdido vigencia. Cada día los necesitamos más”. El festival comenzó en forma de “Manifiesto por un nuevo republicanismo: el sueño eficaz de la República”. Lo presentó ante las cámaras la actriz Mabel Rivera (Ferrol, 1952), que ha trabajado bajo la dirección de Forman, Bollaín, Cuerda o Bayona, y cuenta con un premio Goya por su actuación en Mar Adentro, el Premio da Cultura Galega en la categoría de artes escénicas, y tres premios Mestre Mateo.
“Abril republicano” es un
pequeño festival de la cultura en tiempo de coronavirus. Destacados
representantes de la cultura (cantantes, compositores, escritores, poetas…) nos
ofrecen su visión más personal de este tiempo que nos ha tocado vivir
confinados en el mes más libre y republicano por naturaleza… Una propuesta,
ideada y desarrollada por Víctor Sampedro, que hemos presentado en colaboración
con la Fundación Luzes. Aparecido en Público, el Manifiesto en el que intervienen
Manuel Rivas, Xosé Manuel Pereiro, Víctor Sampedro y José Manuel Sande, nos
recuerda: “La esperanza republicana y la memoria del 14 de Abril pertenece al
más valioso patrimonio de los pueblos de España y de la humanidad. No es una
efeméride del pasado, sino que se mantiene como memoria fértil y referente de
excitación creativa, excepción luminosa y vanguardista en la ‘triste historia’.
Es un referente irreductible, pese a la maquinaria pesada e incesante del
olvido y la infame contramemoria. Por eso hablar hoy de República no es hablar
del pasado sino de un presente recordado y, a la vez, es ejercer de forma
eficaz el más humano de los derechos, el derecho a soñar. La memoria fértil republicana tiene que
germinar en un nuevo republicanismo. Por más que se silencie, por más que se
imponga el tabú monárquico, es cada vez mayor el clamor por la solución
republicana para consolidar una democracia avanzada”.
El Manifiesto continúa: “En España, la monarquía es un lastre, una avería permanente. No es un puente hacia el futuro, sino un túnel que nos mantiene en una distopía reaccionaria, una escandalosa ‘corte de los milagros’, vinculada con el ‘circulo vicioso’ de la corrupción y el secretismo. Propugnar un nuevo republicanismo, siempre inspirado en la memoria del 14 de Abril, es una llamada ajena a cualquier propósito partidario. Se trata de impulsar de forma libre, pública, desacomplejada, la alternativa republicana como una democracia avanzada en todos los ámbitos, para superar este statu quo encabezado por una institución anacrónica, elitista, nada ejemplar y rodeada de impunidad. La monarquía española es un problema para la democracia y la democracia, para avanzar, tiene que liberar a la monarquía de sí misma. Para el nuevo republicanismo, la República significa bienestar. No como un deseo o concepto retórico. El bienestar tiene que tomar cuerpo en cada una de las áreas de la acción pública. Los presupuestos tendrán esa denominación, del Bienestar, y cada partida, cada gasto, estará destinado a reforzar los servicios públicos, satisfacer los derechos básicos y la calidad ambiental. El bienestar no puede estar al arbitrio de operaciones partidarias, ni de la presión de lobbies u oligarquías, ni ponerse en riesgo por experimentos que generen desigualdades. La República del Bienestar blinda a la ciudadanía frente a la política del daño. Para el nuevo republicanismo, la República significa ‘decencia común’. La deseable transición hacia una democracia avanzada tiene que ir acompañada de una ‘corruptura’, una radical ruptura con la corrupción. Cada ámbito de la gestión pública tendrá que tener paredes de cristal, con reglamentos legales que garanticen la absoluta transparencia e impidan cualquier trato de favor o privilegio. Los pueblos fracasan cuando no son capaces de salir del ‘círculo vicioso’, expulsivo, donde campan el privilegio y las desigualdades. Frente a esta tara, una sociedad de decencia común se basa en el ‘círculo virtuoso’, inclusivo, donde no dominan jerarquías de cuna y herencia”.
"Para el nuevo republicanismo, la República significa libertad solidaria y colaborativa. Lo ordinario y cotidiano reciben la máxima distinción, sin pompa ni boato, en el reconocimiento entre iguales. Este es el único protocolo de distinción republicano. No existen blindajes institucionales, mediáticos ni legales para los delitos personales ni para la corrupción pública. La cabeza del Estado no se debe a clientelas ni corifeos sino a la rendición de cuentas ante el bien común. Una república donde la libertad individual se ejerce y refuerza con las del resto de seres humanos. Donde la solidaridad con el refugiado y el expatriado es un efecto llamada a la Humanidad, una exigencia moral irrenunciable, y no puede ser tratada ni como delito ni estar al albur del oportunismo político. Donde el bienestar material, la educación, la sanidad y la cultura se traducen en vidas dignas, autónomas y soberanas. Para el nuevo republicanismo, la República es diversidad y pluralidad. Una república de repúblicas, en Europa y en el horizonte de un mundo deseable. Porque la diversidad es manifestación de vida. Y la uniformidad, como el monocultivo en la naturaleza, empobrece y desertifica. Una república de iguales y de soberanías compartidas, donde la unidad significa defensa de lo común, de la ayuda mutua, de las libertades y de los derechos”.
Para el nuevo republicanismo, la República significa ecología, feminismo, pacifismo y soberanismo. “Ecología, no solo como una necesidad exigida por la emergencia climática, sino como la vértebra espinal de todo el proyecto común. Una acción de gobierno y un compromiso social histórico, entrelazado como internacional de la supervivencia, que ponga freno al proceso de destrucción del planeta para sustituir el despilfarro enloquecido por una abundancia del conocimiento, de economía honesta y las relaciones colaborativas. Feminismo. La lucha por terminar con las desigualdades, con la guerra machista que sufre la mujer en forma de feminicidios, con la trata y esclavitud, con las heridas mentales que causan los micromachismos, todo ese movimiento de emancipación es un proceso que permite tejer una sociedad diferente, más justa y más libre, de naturaleza curativa para todas y todos. Lo que está cambiando el mundo en profundidad, lo que más molesta a los autoritarismos y a las maquinarias destructivas, es el encuentro fértil de la ecología y el feminismo, en la vanguardia de la resistencia de la gente más vulnerable. Pero también una República pacifista y soberana. Hay que desmontar pacientemente la patria armada por la matria de Gaia. Una república donde la soberanía no se identifica con fronteras amuralladas para los seres humanos e inexistentes para el trajinar del capital. ¡Qué ironía que solo el capitalismo deshonesto pueda hablar de ‘paraísos’ en la tierra! Hay que hablar de soberanía, sí, pero la soberanía real (con minúsculas, pero inconmensurable) es, ante todo, alimentaria, tecnológica, científica y humanista. Porque la paz se cifra en la defensa inalienable de los derechos humanos, dentro y fuera de las fronteras. Y se articula en los derechos sociales, el compromiso cívico y los cuidados mutuos”. Y el Manifiesto termina con estas frases: “La República es un sueño, sí. Pero un sueño eficaz. Cada día nace más republicano”.
El rey Felipe VI (i) y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.Ana Pardo de Vera, en su artículo “Alumbramiento de la 'monarquía republicana” aparecido el pasado viernes en Público, nos recuerda: “Parece que, tras la primera y explosiva parte del escándalo de las cuentas del rey emérito (primera parte porque no tiene fin), con unos reyes, un Gobierno y una parte de la sociedad noqueada por la caída del mito patrio por excelencia, Juan Carlos de Borbón, vuelve a asomar el sol tímidamente por Zarzuela y los caracoles van saliendo del cascarón a calentar sus reales corazones. Las cosas de palacio (sic) van despacio, así que no espere nadie que asistamos en dos años a la proclamación de esa ‘monarquía republicana’ en la que trabaja Moncloa, que es quien dirige el cotarro de la restauración de Felipe VI como monarca íntegro y de todos/as los españoles. Todo ello, claro está, a costa de matar al padre; matarlo políticamente, digo, que estando un señor de 82 años en Abu Dabi, donde nada se investiga, todo se ampara y nada se cuenta, conviene aclarar bien las metáforas. El delito de injurias a la Corona sigue existiendo, no lo olviden: artículo 491 del Código penal (…) La ‘monarquía republicana’, que es un concepto que parece autodestruirse al enunciarlo, se entiende como la capacidad de la Corona de aceptar todos los postulados republicanos sin rechistar (ley para todos/as, valores cívicos, igualdad, más participación ciudadana o rechazo escrupuloso a la corrupción, entre otros muchos muy loables). Las únicas razones de ser del rey como jefe de Estado serían la transparencia y la ejemplaridad, con una representación simbólica que no eclipse ni incordie a los poderes públicos, pero tampoco a los privados, a los que suele dar igual el régimen del Estado, siempre y cuando no se les moleste con impuestos o reformas laborales justas, básicamente”.
Ángel Viñas, historiador especializado en la II República, Guerra Civil Española y el franquismo, bajo el título “14 de abril de 1931 - 14 de abril de 2021”, escribe en Público: “En este período de nuestra contemporaneidad se ha producido un viaje con marcha hacia adelante, hacia atrás y de nuevo hacia adelante. Las reformas que inició la República hace noventa años en una España con relativamente bajos niveles de desarrollo económico, social, cultural, institucional y político son historia. También lo es que fueron anegadas en el fuego y en la sangre. Un sistema potencialmente similar al de las democracias de nuestro entorno fue derribado por la fuerza de las armas tras una sublevación preparada con pretextos espurios, con justificaciones no menos espurias y con fines antitéticos a los republicanos, que siempre adolecieron de una notable diversidad pero que en modo alguno fueron homologables a los de las dictaduras fascistas que aspiraban a dominar Europa. Noventa años más tarde muchas de las aspiraciones republicanas en materia institucional, política, democrática, económica, social, educativa han vuelto a echar raíces en la piel de toro. La España de nuestros días es homologable con las grandes democracias de nuestro entorno. Cada una con sus particularidades, sus problemas y sus conflictos. Solo en los cementerios no los hay. Todos sus ocupantes están en iguales condiciones. En estos noventa años se han sucedido cinco de reforma, crispación y polarización políticas; casi tres de guerra civil (es un decir, también fue una guerra internacional por interposicaión); treinta y seis (o treinta nueve según los casos) de dictadura; un lapso de límites variables según los criterios que se apliquen entre la salida de la misma y la reintroducción de un sistema parecido al dominante en una Europa que había cerrado sus puertas al franquismo. Por último, una democracia en la que muchos de los sueños republicanos se han hecho realidad e incluso los han sobrepasado en varios ámbitos…
“El análisis de la
comparatividad –continúa Ángel Viñas– ha vuelto a la escena historiográfica. Es
buena cosa, siempre y cuando ello no diluya del todo la singularidad del caso
español. La característica más importante del mismo es que, en Europa
occidental, somos uno de los pocos países que no ha terminado de ajustar
cuentas con su pasado. O, dicho de otra manera, que todavía no se ha
reconciliado con su historia. Nuestra democracia no está
basada en el rechazo masivo de la dictadura que tantos años marcó sus
antecedentes. Lo mismo pudo decirse en un principio del país que solía
conocer mejor, o que menos desconocía, que es la República Federal. En algún
momento leí en un libro sobre la RFA que un periodista norteamericano logró de
Adenauer la confesión que la naciente República se enfrentaba a un dilema:
podía convertirse en un sistema plenamente democrático o hacer justicia y
enfrentarse con un pasado algo más que negro. Lo que no podía era atacar
simultáneamente ambos problemas. Él optó por la primera alternativa. La
evolución subsiguiente abordó el segundo. El resultado está hoy a la vista. El
nonagésimo aniversario de la República puede servir para reflexionar en la
vertiente española de un dilema relativamente similar. ¿Hasta cuándo el sistema
público de enseñanza, la orientación del mismo, la actividad del Gobierno
central y de las autoridades autonómicas condenarán a las nuevas generaciones
de ciudadanos a seguir inermes ante los mitos, las distorsiones, las
estupideces que se vierten casi diariamente sobre la República española y su
pugna por no caer en brazos del fascismo? En los últimos cuarenta y cinco años
hemos aclarado muchas de las parcelas más conflictivas del pasado. El sistema
político no ha sabido distinguir adecuadamente entre quienes se batieron por la
libertad y quienes la hollaron durante otro período de similar duración. Con
independencia de lo que suceda en Francia el año que viene, los españoles
deberíamos hacer un esfuerzo para tragarnos nuestros sapos y evacuarlos de
nuestro sistema digestivo. Esperemos a los debates sobre el proyecto de ley de
Memoria Democrática. Están a la vuelta de la esquina”.
Imágenes, fotomontajes y
fotos sorprendentes:
El humor, en la prensa de esta semana: El Roto,
Peridis, Eneko, Enrique, Manel F., B. Vergara, Jau Salado, J. R. Mora,
Ferranmartín…
Pep Roig dibujó, desde Mallorca: Salón de los absurdos, en donde hay pelea de gallos, Vacunas y política, Hagan lo que hagan, Un poco de cordura, por favor, La vacuna culpable, Si no lo veo, no lo creo, No estoy de acuerdo…
Los vídeos de esta semana:
El 14 de abril de 1931 en
España se proclamó la Segunda República. Los Ayuntamientos de las principales
ciudades del país izaron la bandera tricolor, y el rey Alfonso XIII marchaba al
exilio.
La democracia española no nació en 1978': 90 años de
la Segunda República
#EnLaFrontera522 - Homenaje a la Segunda República
Himno de la República Española.
Sánchez s'amaga - Polònia
Transi Ayuso líder de l'oposició – Polònia
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