Nadia Calviño y Yolanda Díaz se comprometen a hablar de "derogación" y no de modificación por partes.
Hace unos días, la
vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, defendió
que Pedro Sánchez supervisara la posición del Ejecutivo ante la reforma laboral.
Y rechazó que pudiera hablarse de crisis entre los socios de coalición a cuenta
de este asunto, insistiendo en la necesidad de hablar con una sola voz. Poco
después, las vicepresidentas Yolanda Díaz y Nadia Calviño protagonizaban una
escena durante la cumbre hispano-portuguesa, celebrada en la localidad cacereña,
que provocó numerosos comentarios al aparecer paseando juntas por las calles de
Trujillo (Cáceres) tras las tensiones entre ambas por la derogación o
modificación de la reforma laboral. Poco antes, Díaz había tenido un gesto de
cariño hacia Pedro Sánchez en su saludo al acariciar con su mano la cara del
presidente del Gobierno.
Tras unos contratiempos
en la coalición de Gobierno de los últimos días, la relación entre Calviño y
Díaz acaparó la atención de los periodistas. El pasado martes llegó marcado en
rojo para el Gobierno de coalición. Pedro Sánchez presidió en La Moncloa una de
las citas más importantes desde que Yolanda Díaz tomara las riendas del área de
Unidas Podemos. Fue una reunión en la que se pretendía fijar la posición del
Ejecutivo en la mesa de diálogo social para la reforma laboral. La operación no
estaba cerrada, y ambas partes enfrentadas acudieron con el objetivo de
conseguir un compromiso por parte del presidente del Gobierno, que es quien
decidiría finalmente los términos de la contrarreforma. Sánchez se sentó en el
centro, entre Nadia Calviño y Yolanda Díaz. El acuerdo tenía que estar cerrado
antes de fin de año, tal y como se comprometió el Gobierno con Bruselas en el
plan de recuperación.
Fernando H. Vallas
recuerda en El Confidencial que la intención de Díaz fue que Sánchez concretase
qué tipo de contrarreforma laboral estaba dispuesto a aprobar en las próximas
semanas. Despejar dudas más allá del pacto firmado, en el que se reflejaba que
la posición gubernamental en la mesa de diálogo social sería la misma que “los
términos del acuerdo de gobierno de coalición”. Este punto era la clave para
los morados, ya que, si se respetaba la citada mención, consideraban que serían
sus posiciones las que se impondrían y no las de sus opositores dentro del
Gobierno. Díaz quería, en definitiva, que Sánchez acabase con la división entre
sus posiciones y las de Calviño, que despejase esa incógnita —que era el
epicentro de la pugna interna— y, por tanto, que se pusiera fin a la disparidad
de criterios. Para Unidas Podemos, la indefinición del Gobierno, evidenciada en
público, había provocado que la CEOE endureciera sus posiciones y, por tanto,
pasara a tener posturas más enconadas que con un Gobierno de coalición unido no
podría asumir. En el entorno de Yolanda Díaz, en definitiva, creían que la
irrupción de Calviño en las negociaciones había complicado el avance de las
conversaciones.
El equipo de Nadia
Calviño tenía una visión muy diferente al de Yolanda Díaz. La vicepresidenta
primera había pasado todo el fin de semana con Sánchez en el G-20 de Roma y,
por tanto, había tenido tiempo de sobra para hablar con él de la reforma
laboral. El sábado, en una posición buscada desde la capital italiana, la
máxima responsable económica del Gobierno defendió que había cuatro aspectos
esenciales en la reforma laboral que había aún que consensuar. Calviño citó la
simplificación de contratos y reducción de la temporalidad excesiva, una
adecuada regulación de la subcontratación, el reequilibrio de las partes en la
negociación colectiva y el establecimiento de un mecanismo permanente de
flexibilidad interna de las empresas.
Sánchez, por su parte,
también habló de la reforma laboral desde Roma, antes de poner rumbo a Glasgow
para participar en la COP26: el presidente evitó usar el verbo 'derogar'—en el
40º Congreso Federal del PSOE habló, de hecho, de poner “punto y final” a la
ley de leyes del PP—, y se pronunció en estos términos: “Eso significará que
algunas de las cosas que se hicieron mal en 2012 se reconstruyan. Pero,
evidentemente, también lo que debemos hacer es mirar hacia adelante, porque hay
una realidad nueva en el ámbito laboral que tiene que ser también respondida
por parte de los poderes públicos. Y, en ese contexto, creo que lo fundamental
será apelar a la responsabilidad de país del conjunto de los actores sociales…El
que podamos llegar a un acuerdo con los empresarios y los sindicatos será también
fundamental para lograr esa actualización de nuestro modelo de relaciones
laborales”, concluyó. Fuentes de Moncloa matizaron que en “algunas cosas”
Sánchez no se refirió al contenido de la reforma laboral, sino al consenso con
los agentes sociales.
Finalmente, PSOE y Unidas
Podemos cerraron ayer un acuerdo que reafirma su compromiso “con la derogación
de la reforma laboral de 2012”. Yolanda Díaz dijo: “Calviño, Sánchez y yo misma
vamos a mejorar la vida de los trabajadores. El presidente Sánchez, la señora
Calviño, el PSOE, Unidas Podemos y yo misma vamos a acabar con los errores del
PP y vamos a mejorar la vida de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país”.
El comunicado conjunto de los socios del Gobierno, enviado tras la reunión
interna celebrada por la mañana y liderada por el presidente del Gobierno,
Pedro Sánchez, se compromete a este desmontaje de la legislación laboral del PP
“en los términos que establece el acuerdo de coalición y el Plan de
Recuperación enviado a la Comisión Europea”.
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