Ruido
Juan Tortosa escribía el pasado sábado en Público el
siguiente artículo que hoy nos permitimos resumir por su interés:
“Tras la muerte de Franco,
los políticos de derechas al menos eran cultos. Alfonso Osorio buscaba cada
sábado libros antiguos en la madrileña Cuesta de Moyano, junto al parque del
Retiro; José María de Areilza era un señor erudito y experimentado y Manuel
Fraga, además de la casa donde vivía, adquirió un piso solamente para llenarlo
entero de estanterías donde colocar los miles de libros que poseía. Calvo
Sotelo, Abril Martorell, García Añoveros, Clavero Arévalo y otros muchos eran
gentes instruidas, doctores, reconocidos profesores de universidad… Los
sucesores de aquellos políticos de Unión de Centro Democrático y Alianza
Popular que gobiernan ahora el PP no están ni mucho menos a la altura de sus
predecesores. No tienen gracia, ni cultura ni, en el caso de Pablo Casado,
capacidad para rodearse de gente más competente que él como supo hacer Suárez
en su día. La derecha española degeneró con su primer heredero, un Aznar
frentista, mentiroso y mal encarado; mantuvo el partido a flote a duras penas
con un Rajoy ambiguo y pasota que fue obligado a marcharse cuando la ‘organización’
recibió la primera condena por corrupción y ahora los nietos se están
encargando de destrozar lo que queda del negocio. Como nos recuerda el viejo
refrán, los padres hacen dinero, los hijos se lo gastan y los nietos acaban de
liquidar lo poco o mucho que queda.
“Aquella derecha de hace
cuarenta y cinco años fue fundada por franquistas que, cuando murió el
dictador, se mostró dispuesta a continuar en la pomada al precio que fuera; es
verdad que consiguieron mantener privilegios en sectores como los bancos, las
eléctricas y demás entidades depredadoras, empresas clave estas que, sin
necesidad de presentarse a las elecciones, impiden todavía a estas alturas que
disfrutemos de una democracia plena y sin interferencias. Pero, a pesar de las
insufribles rémoras que nos dejaron, aquellos políticos de derechas fueron
civilizados y hacían gala de una educación inexistente hoy día tanto en las
cabezas visibles de la derecha extrema como en las de la extrema derecha.
“Puede que al PP de
Casado se le siga votando como predicen las encuestas, pero esta derecha de
pipiolos que ha convertido el Congreso de los Diputados en un infame patio de
vecinos y ha inyectado una tensión insoportable en la vida política y ciudadana
es, además, una derecha iletrada, maleducada y vocinglera. (…) No hemos
mejorado con el paso del tiempo. Es verdad que en el común de la ciudadanía hay
menos analfabetos, pero también menos interés por el conocimiento, por la
reflexión, por la inquietud intelectual. La alarmante insolvencia con la que se
expresa la mayoría de los líderes políticos tampoco ayuda mucho a mejorar las
cosas.
“Algo se está haciendo
mal desde hace ya bastantes años y esos errores están beneficiando claramente a
unas derechas a las que no les da ninguna vergüenza enturbiar la convivencia
como sea: colocando en las instituciones jueces controvertidos, financiando
pasquines impresos y digitales a los que algunos todavía llaman prensa, o
usando su presencia en los medios para difundir tensión y mal rollo. Ruido,
demasiado ruido”.
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