“M. A. Rodríguez, en la intimidad”.
Este es el título de
David Torres en Público el pasado fin de semana en el que quedara a la vista el titiritero que mueve los hilos
de Ayuso, la voz que da las instrucciones al pinganillo y que resuena desde el
cráneo de la presidenta a toda la Comunidad de Madrid. “Tampoco es que fuera un
secreto a voces, pero sorprender a Miguel Ángel Rodríguez a la luz, en plena
faena, sin el disfraz de Isabel y sin el camuflaje propio de su oficio, no deja
de ser emocionante. Es un giro de tuerca inesperado, como si en El mago de Oz
descubriéramos que es el Espantapájaros quien maneja los hilos”.
Ese descubrimiento, según
Torres, explicaría, entre otras cosas, el desconcierto existencial y la mirada
perdida de Ayuso esas veces en que se queda pensando en las posibilidades de
tropezarte con tu ex en un dúplex de 387 metros cuadrados. “Las cosas que
tendrá que oír la presidenta a diario, algo a medio camino entre el zumbido de
la conciencia y un tinitus con resaca… El caso es que se abrieron las cortinas
un momento desde el gabinete y lo que se escuchó fue: ‘Os vamos a triturar.
Vais a tener que cerrar. Idiotas. Que os den’. La periodista a la que iba
dirigido el mensaje preguntó si era una amenaza y Rodríguez respondió: ‘Es un
anuncio’. Esta facilidad de expresión, esta economía narrativa, son las que me
disuadieron de trabajar en política. Yo soy expansivo por naturaleza, novelista
por vocación, y necesito al menos dos párrafos para anunciar el cierre de un
periódico por el motivo de que me están inflando los cojones. También es verdad
que crecí en Simancas, un barrio pobre de Madrid, y carezco de la exquisita
educación y el tacto diplomático de Miguel Ángel Rodríguez.
“En su amplia experiencia
como director de Comunicación del PP, primero, y de secretario de Estado de
Comunicación, después, Rodríguez aprendió a comunicar mensajes de la manera más
escueta y nítida posible. En 2011 le multaron por llamar ‘nazi’ al doctor
Montes y 11 años después pidieron su comparecencia en la Asamblea de Madrid por
placar a la periodista Andrea Ropero para evitar que le hiciera una pregunta de
más a Ayuso. También mantuvo un breve intercambio epistolar con Espinosa de los
Monteros (‘Jódete, imbécil: Avalmadrid. Así os empuren. Idiotas’) en el que el
ex líder de Vox replicaba que los niños y los borrachos nunca mienten. Un
microrrelato que explica la tormentosa relación de amor y odio entre Vox y PP
en 24 palabras”.
David Torres concluye: “Del
mismo modo que detrás de todo gran hombre siempre hay una gran mujer (y detrás
de ésta, está su esposa), detrás de toda gran presidenta siempre hay un
pinganillo, y detrás del pinganillo se oculta el jefe de gabinete. Es difícil
saber dónde concluye este juego de muñecas rusas, por eso nunca sabremos si
Miguel Ángel Rodríguez tiene otro mini-yo que le va susurrando instrucciones al
oído o si simplemente se le ocurren sobre la marcha, inspirado por el Espíritu
Santo. En sus primeros tiempos parecía estar asesorado por el Yoyas o por
Torrente, el brazo tonto de la ley, aunque se ve que ahora ha alcanzado la cúspide
del estilo de madurez: ‘Os vamos a triturar’. Pura poesía. En su descargo dice
que los insultos y amenazas a la periodista eran comentarios en el ámbito
privado: por eso sólo los leyeron unos 12 millones de personas. Da miedo
imaginar cómo serán los murmullos en la intimidad del pinganillo”.
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