"Dios me prometió esta tierra."
No es una frase. Es una
coartada. Una forma de convertir la ambición en mandato, la ocupación en
derecho y el despojo en destino. Una mentira tan vieja como el colonialismo,
tan útil como la pólvora y tan devastadora como el silencio de quienes miran a
otro lado.
Con ese credo se exterminaron pueblos enteros en
América. Con esa excusa se esclavizó África desde los altares de Europa. Con
esa misma lógica se bombardea hoy Gaza, mientras el mundo finge imparcialidad.
Y siempre la misma escena: quien llega armado, con
bandera y doctrina, dice que vino enviado por Dios. Y quien ya estaba allí,
quien cuidaba la tierra, quien enterraba a sus muertos en ella, queda fuera del
mapa. Fuera de la historia. Fuera de la ley.
Fue vida. Pero esa tierra —cada una de ellas— nunca
fue promesa divina. Y la vida no se promete. Se respeta.
(Spanish
Revolution)
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