Aviso para navegantes incrédulos.
Esta vez va en serio. Un fallo de Internet me obliga a quedar atado ante la pantalla en blanco, sin poder hacer nada ni escribir siquiera ésto desde mi ordenador. He tenido que acudir a otro de un vecino del que no pienso abusar de su amabilidad.
¿Cuándo tiempo durará esta avería que me sorprendió el lunes pasado? Me dicen que entre un día o dos. Pero puede que más. En una palabra, que no lo saben a ciencia cierta. Así que pido un montón de paciencia y espero que, al fin, todo se solucione.
Ojalá sea cuanto antes. Porque mis nervios no soportan tales jugadas. Y lo reconozco: soy un enfermo del ordenador. Necesito de él para seguir comunicándome con todos mis lectores. De quientos a setecientos diarios. Aunque estoy seguro que ellos también me entenderán.
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