viernes, 13 de agosto de 2010

Viaje a Francia (y III)



Sólo algunas cosas eché de menos en este viaje a Francia: a mis perros, a mis gatos y mi blog diario. Todo lo cual lo pude reemplazar por los días de estancia en la región de Centro, en donde descubrí los girasoles más grandes y vistosos y los paisajes más hermosos de la Galia.

Unos familiares míos, dedicados en estos momentos, como en muchos años de su vida, a los pobres y marginados, celebraban las bodas de oro de su boda. Invitaron a sus cinco hijos y parientes más cercanos, con sus familias respectivas, y, reunidos en La Tour Saint Gelin, en donde viven desde hace décadas, hicieron una fiesta familiar en la que no faltó la comida ni la bebida francesas, ni la espontaneidad de los niños que jugaron libremente por el amplio patio que lindaba con algunas plantaciones, ni la experiencia de los mayores.

La fiesta, en la que participamos una cuarentena de personas, comenzó el sábado pasado, con una barbacoa en la que se encontraban casi todos los miembros de esta amplia familia francesa, compuesta por nueve hermanos, con sus respectivos hijos, hijas, esposas y esposos. En ella se comió, se bebió y se recordaron viejas historias personales del pasado, prolongándose la fiesta hasta altas horas de la noche.

Al día siguiente, domingo, la iglesia neo-gótica de La Tour Saint Gelin se llenó de familiares de la pareja. Un hijo sacerdote ofició la misa. En primera fila, los dos protagonistas de la fiesta. Al final de la ceremonia religiosa, un sobrino de la pareja, cantante profesional, entonó una preciosa y excepcional obra de Hildegard Von Bingen, escritora y compositora alemana de inicios del siglo XII.

Luego, en una sala del municipio, tuvo lugar un aperitivo y comida, en la que probé diferentes clases de manjares y quesos franceses. Se habló animadamente, se cantó y se animó la celebración en la que yo quise participar con dos obras interpretadas con mi trompeta: la primera, un resumen de “Carmen”, la ópera de Georges Bizet, basada en la novela “Carmen”, de Prosper Mérimée. La obra, estrenada el 3 de marzo de 1875, en París, fue un fracaso rotundo que, en parte, pudo acelerar la muerte de Bizet. Hoy es la ópera francesa más famosa e interpretada en el mundo entero. La segunda obra, “Les feuilles mortes”, cuya letra fue escrita por Jacques Prévert y la música, compuesta por Joseph Kosma, había sido interpretada por Ives Montand, en el Olympia, la dediqué a este matrimonio, a mi modo de ver, ejemplar, al que guardo un cariño especial. Me pidieron una tercera obra. Había preparado un estudio de Kopprasch que pensaba interpretar. Pero no pudo ser, puesto que me olvidé de las gafas apropiadas y, sin ellas, apenas podía leer la partitura.

Al día siguiente, inicié la vuelta a Madrid, tan larga y pesada como la ida. Pero, a lo largo del viaje, no se me fue de la mente la canción “Las hojas muertas” cantada por el recordado Yves Montand. Fueron un total de 2.575 kilómetros en los que oxigené mis ideas y pulmones y llegué casi sin aliento al lugar de partida.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Celebro que tu viaje haya sido tan
agradable y que hayas podido
oxigenar,las viejas y renovar nuevas ideas, al menos has cargando las neuronas,de un pleno pulmón, aires de armonías .Por estos entrañables pueblos de Francia... Hasta te has deleitado de poder tocar la trompeta...¡¡para ti,eso es más que una fiesta!!
Me demuestra, que lo has pasado maravillosamente bien en compañía
de familiares, y has gozado por el privilegio de poder hacerlo..., no dudo de que tu dedos,interpretaron
sus mejores notas...las del
sentimiento...
Me ha gustado tu" Viaje a Francia"
lo he vivido, sin estar allí

Un abrazo, querido Santi

carmen