Que el odio no salga gratis.
La Fiscalía investiga a José Ángel Antelo (Vox) por difundir bulos y mensajes que estigmatizan a la población magrebí y que habrían alimentado la violencia de Torre Pacheco. Según la fiscal, sus palabras no solo asocian inmigración con delincuencia, sino que deshumanizan a quienes huyen de guerras o miseria, alimentando prejuicios y provocando ataques reales contra personas y propiedades. La libertad de expresión no es una licencia para incendiar la convivencia. Y menos desde un escaño. Si el odio se traduce en violencia, debe pagarse caro: en los tribunales, en las urnas y en la reputación pública. Porque si difundir odio no tiene consecuencias, el fascismo lo convierte en negocio.
¿Qué dijo Antelo? En plena ola de violencia en Torre Pacheco, Antelo tiró de manual ultra: vincular inmigración con delincuencia, apuntar a un colectivo entero y venderlo como “verdad incómoda”. Aseguró que “la inmigración ilegal es la que agrede a nuestros ancianos, homosexuales y mujeres” y hasta acusó al rey de Marruecos de “liberar delincuentes” que, según él, estarían llegando a Murcia.
No se quedó ahí. Culpó al bipartidismo y a Marlaska de no “reforzar la seguridad” y soltó que con Vox “esa gente no estaría aquí, no hubiese agredido a un anciano”. Todo sin una sola prueba, pero con la intención clara de avivar el fuego. Cuando la Fiscalía abrió diligencias por incitar al odio, Antelo se parapetó en la frase estrella de todo ultra pillado: “Decir la verdad nunca será un delito de odio”. El problema es que su “verdad” es un bulo empaquetado para estigmatizar, polarizar y cosechar votos con el miedo. La Fiscalía investiga a José Ángel Antelo (Vox) por difundir bulos y mensajes que estigmatizan a la población magrebí y que habrían alimentado la violencia de Torre Pacheco. Según la fiscal, sus palabras no solo asocian inmigración con delincuencia, sino que deshumanizan a quienes huyen de guerras o miseria, alimentando prejuicios y provocando ataques reales contra personas y propiedades.
La libertad de expresión
no es una licencia para incendiar la convivencia. Y menos desde un escaño. Si
el odio se traduce en violencia, debe pagarse caro: en los tribunales, en las
urnas y en la reputación pública. Porque si difundir odio no tiene
consecuencias, el fascismo lo convierte en negocio.
(Spanich Revolution).
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