Así se fraguó la “traición” al Gobierno de la IIª República Española en el exilio.
Así se fraguó esta democracia.
A principios de julio de
1974 el franquismo parecía llegar a su fin. El dictador Francisco Franco sufrió
varias complicaciones que deterioraron gravemente su salud, por lo que el
príncipe Juan Carlos asumía interinamente la jefatura del Estado entre el 19 de
julio al 2 de septiembre de 1974. Así lo resume xaviercadalso@gmail.com:
“Miles de españoles
dentro y fuera de nuestro país, empezaron a tomar conciencia de la oportunidad
que se dibujaba en el horizonte de la historia. La tan anhelada República
podría ser restaurada finalmente con el cambio de régimen tal y como sucedió en
el abril portugués con la denominada ‘Revolución de los Claveles’ que trajo la
democracia al país vecino tras una larga dictadura. Los partidos de la
oposición al régimen en el exilio -principalmente PCE y PSOE- barajaban sus
propios planes con el fin de encajar en el nuevo puzzle socio-político que
estaba por llegar tras la hipotética muerte del dictador. El primero en mover
pieza fue el Gobierno de la IIª República Española en el exilio, emitiendo el 20
de julio de 1974 un comunicado en francés, bajo el título ‘Vers la fin de l’ère
franquiste’ (Hacía el final de la era franquista) y que se expresaba en los
siguientes términos: ‘Sea cual sea el resultado de la grave enfermedad que
sufre el Caudillo, es obvio que la era del post-franquismo ha comenzado en
España. Nunca un dictador causó tanto daño a un pueblo’ Y así terminaba ‘Nosotros,
los republicanos, afirmamos que no hay otro régimen legítimo que el de la
Constitución Republicana de 1931 y de los Estatutos de Autonomía de Cataluña y
del País Vasco, última expresión indiscutible de la soberanía nacional. Es por
ello que no aceptamos ni aceptaremos un príncipe o rey que no haya sido
previamente designado por el pueblo español, como resultado de una consulta
electoral libre y sincera’. La declaración estaba firmada por Don José
Maldonado, Presidente de la República; Fernando Valera, presidente del
Gobierno, y los ministros: Julio Just, Antonio Alonso Baño, Macrino Suárez,
Francisco Giral y Manuel de Rivacoba.
Posteriormente, el día 30
de julio de 1974, en el Hotel Intercontinental de París, Santiago Carrillo (PCE),
Rafael Calvo Serer, vinculado a la organización católica Opus Dei y a don Juan
De Borbón, presentaron la Declaración de la Junta Democrática de España,
redactada por el abogado Antonio García-Trevijano. A este manifiesto se unirían
el Partido del Trabajo de España (PTE), el Partido Carlista liderado por Carlos
Hugo de Borbón, el Partido Socialista Popular (PSP) de Enrique Tierno Galván y
Raúl Morodo, la Alianza Socialista de Andalucía, el sindicato Comisiones
Obreras (CCOO), la asociación de juristas Justicia Democrática y una serie de
figuras independientes, como el intelectual José Vidal Beneyto y el aristócrata
José Luis de Vilallonga.
Seis días más tarde, el
presidente del Gobierno en el Exilio, Fernando Valera, emitió un comunicado en
el que manifestaba: ‘El Gobierno no puede permanecer silencioso ante la
información difundida con insólita generosidad por los periódicos y agencias de
prensa, según la cual se ha constituido en España y en el exilio una JUNTA…
Ignoramos, pues, lo que haya realmente detrás de la flamante Junta Democrática…
En principio, seguiremos creyendo que sólo el régimen republicano posee las
virtudes intrínsecas para propiciar la vuelta a España de la democracia libre,
y todo lo que se oriente por otros derroteros, ya sea en pos de una Monarquía
más o menos constitucional, ya hacia un nuevo régimen totalitario de signo
contrario al hoy existente, contribuirá más bien, aun sin quererlo ni
proponérselo, a retrasar el advenimiento de las libertades que toda España
desea’.
El día 11 de junio de
1975, el PSOE liderado por Felipe González -purgado previamente al histórico
republicano Rodolfo Llopis- creaba su propia Plataforma de Convergencia
Democrática, también independiente y a espaldas del Gobierno de la República
Española en el Exilio. El resultado de la unión fue un rotundo fracaso, al negociar
los principales partidos políticos implicados (PSOE y PCE), a espaldas de la
Platajunta, con Adolfo Suárez el contenido de la reforma política llevada por
éste y en el que la Monarquía se incluía dentro de la Constitución, hurtando al
pueblo español la posibilidad de realizar un referéndum sobre el modelo de Estado.
Los representantes del Gobierno Republicano en el exilio confiaban en que, más
tempano que tarde, fuese el pueblo español quien devolviese la República a
nuestro país, recuperando así su soberanía. Lo que no podían sospechar en ese
momento era la alianza del régimen parapetado tras el blindaje “atado y bien
atado” de la Constitución de 1978 que respondía a los intereses partitocráticos
y a los de las oligarquías imperantes herederas del franquismo, incluida la
Corona.
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