sábado, 30 de agosto de 2008

30 de agosto. El nazi amable de Alicante.

El doctor Heim, en 1950, en 1965 y tal como debería aparecer ahora.


La policía alemana sospecha la posibilidad de que Arbert Heim tomara el sol como un turista cualquiera en la piscina de algún chalé de una urbanización española y llevara décadas viviendo en Denia (Alicante) o en la Costa Brava, cerca de Roses, en la urbanización de Empuriabrava. Habría llegado al amparo de un régimen franquista que siempre hizo la vista gorda a este tipo de húespedes, pero la democracia tampoco le habría cortado las alas. Entre los quince mil jubilados centroeuropeos que residen en la Marina Alta alicantina, muchos con pasado nazi, el doctor Heim podía estar perfectamente camuflado. Con un pasaporte falso, varias identidades y con mucho dinero a su alcance, Heim ha vivido sin agobios en la clandestinidad. Además, ha contado con numerosos contactos en Argentina, donde siempre habría sido bien recibido. De vez en cuando, alguien reconoce su cicatriz en sus labios pero, cuando la policía intenta detenerlo siempre es avisado y desaparece. El anciano nazi austriaco, el segundo criminal más buscado del mundo, tiene suerte y cuenta con cómplices que le amparan. Sus experimentos en Mauthausen, sus formas de extirpar el apéndice sin anestesia y dejar que los pacientes muriesen en la mesa de operaciones ante su eterna sonrisa, son datos más que revelantes de su “vocación científica” teñida de puro nazismo. Para él los que sufrían no eran seres humanos, sino cobayas.

La policía alemana ha puesto incluso precio a su cabeza: 130.000 euros por cualquier revelación sobre su paradero. Incluso pidió la colaboración de sus homólogos españoles. La Brigada Central de Crimen Organizado recibió, tras sus sospechas de haber vivido en Ibiza, una comisión rogatoria internacional de las autoridades de Baden-Baden, encaminadas a su detención. En la actualidad, un grupo de Agentes de Localización de Fugitivos está dedicado en exclusiva a su caza. Sobre todo, cuando los investigadores alemanes basaron sus sospechas en los envíos de dinero que su familia comenzó a realizar a partir del año 2000 a una entidad bancaria alicantina.

Rüdiger Heim, de 52 años y médico (como su padre, Aribert Heim), asegura, en unas declaraciones exclusivas al dominical “Bild am Sonntag”, que ha pedido a su padre que se entregue y acabe con la huida de su oscuro pasado. Rüdiger asegura desconocer desde su niñez el paradero de su progenitor, buscado sobre todo por el Centro Simón Wiesenthal. "No puedo casi recordar cuando vi a mi padre por última vez en 1962 –afirma Rüdiger –. Crecí sin su presencia en casa de mis abuelos. Ni sé donde vive, ni financio su huida. Si estuviese muerto, desconozco también dónde puede estar su tumba". Añade que, "entre 1962 y 1967, encontramos dos notas en nuestro buzón. En ellas, figuraba una única frase: ‘Estoy bien’. Pero no puedo asegurar que esas cartas fueran realmente de mi padre".

En declaraciones al mismo dominical, Efraim Zuroff, director del Centro Simon Wiesenthal, de Jerusalén, señala que Aribert Heim, médico de las temidas SS nazis, que hoy contaría 94 años, podría esconderse en Chile, en donde se le busca. Dos indicios hacen que se presuma que aún vive. Por un lado, una mujer llamada Waltraud Diharce, que vive en la localidad chilena de Puerto Montt y es hija suya, y, por otro, una cuenta bancaria en Berlín a nombre del fugitivo, con un saldo de 1,2 millones de euros, bloqueada por las autoridades alemanas. Rüdiger Heim asegura que si supiese el paradero de su padre “gritaría al mundo para que se entregue y responda a las terribles acusaciones”. El pasado de su padre es una parte de su vida. “Negarlo no tiene sentido –insiste– aunque no tengo que explicar a nadie que yo no soy un nazi”. E inicia, para demostrarlo, los trámites para que se declare a su progenitor desaparecido y muerto.

Los movimientos recientes desde esa cuenta hacen sospechar que Albert Heim sigue vivo. Rüdiger Heim asegura que no se enteró de la existencia de la misma cuenta “hasta 1997 y a través de la policía”. En los últimos cinco años, fueron retirados 300.000 euros y enviados a Dinamarca y a España, donde vive otro de los hijos del fugitivo. El estado alemán ofrece una recompensa de 150.000 euros por cualquier información que conduzca a su arresto y el estado austriaco, 50.000 dólares (33.000 euros). Finalmente, Rödiger comenta que, “en el caso de que fuese el único heredero, donaría todo ese dinero para el mantenimiento de la memoria histórica del campo de concentración de Mauthausen”, en el que su padre realizó experimentos médicos con prisioneros.

En la actualidad, Aribert Heim lleva 43 huyendo de la Justicia. En el campo de concentración de Mauthausen, dejó un recuerdo imborrable: en apariencia, era la cordialidad en persona. Ingeniosos incluso en circunstancias dramáticas, los republicanos españoles, que en aquel centro de exterminio sumaban 8.000 (sólo 2.000 sobrevivieron), le llamaban “El banderillero” por su afición a poner inyecciones. Aribert Heim pedía a los reclusos que se bajasen los pantalones. “No se preocupe, no le dolerá”. La jeringuilla solía contener benceno, un potente combustible para aviones. El doctor Heim observaba con frialdad la agonía de sus pacientes, sus estertores y anotaba en su cuaderno el número de convulsiones. Siempre con la sonrisa a flor de labios. Siempre amable.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El banderillero, si vive, debe estar en las últimas. Si fuera capturado, probablemente sería trasladado a una UCI, creyendo que la sociedad teme por su salud. Sólo cabe esperar que su propia fé (si la tiene) no le corresponda tan amablemente. chiflos.

Sota dijo...

El benceno no es combustible para aviones, es un disolvente orgánico, aromático, muy poco reactivo (lo que lo haría inútil como combustible) y altamente cancerígeno.