domingo, 29 de agosto de 2010

La tensa espera de “los 33” (mineros chilenos atrapados bajo tierra).


Sebastián Piñera, presidente chileno, muestra la nota de los mineros atrapados en la mina.

El pasado domingo, 22 de agosto, 33 mineros chilenos de la mina San José de Atacama, a 900 kilómetros al norte de Santiago, llevaban 17 días incomunicados, sin distinguir el día de la noche, a una temperatura entre 32 y 36 grados y atrapados a 700 metros bajo tierra, tras un derrumbe de la mina de oro y cobre por una explosión de roca. Pero ese día los mineros perdidos contestaban en un corto mensaje que lograron amarrar con elásticos en una barra metálica de una sonda: “Estamos bien en el refugio los 33”. Las letras eran rojas y firmes en un papel de cuaderno. Mediante una cámara colocada en una sonda, los expertos bajaron el dispositivo hasta la zona en la que se encontraban los mineros retenidos. Y lograron filmar a los 33 mineros atrapados bajo una roca gigantesca que mide 100 por 20 metros y está inestable. La grabación captó los gestos de alegría de los mineros.


Alegría de los familiares, al conocer la noticia de que los 33 mineros se hallaban vivos en el fondo de la mina.


El presidente de Chile, Sebastián Piñera, que viajó a la zona por cuarta ocasión, confirmaba a los parientes de los mineros y a la prensa la noticia del hallazgo con cierto retraso. “Hoy día –declaró Piñera–, Chile entero está feliz, lleno de emoción”. Y, contagiado por la euforia reinante, gritó: “¡Viva Chile, mierda!”. Piñera confesó sentirse “más orgulloso que nunca de ser chileno” e, inflado de patriotismo, alabó la unidad de todos los sectores entorno al rescate. “Esto refleja lo que un país unido puede lograr. Los pude ver con mis propios ojos a través de las cámaras de vídeos. Agitaban sus brazos, estaban todavía con sus lámparas prendidas y, aparentemente, en buen estado físico. Se acercaban a la cámara con sus rostros y las ponían como los niños cuando se acercan a una cámara de video. Tenían los torsos desnudos, porque debe de hacer calor. A pesar de las enormes adversidades, estaban con ánimo, con fuerza, lo cual me da mucha alegría y mucha fe de que esta operación va a terminar bien”. Por su parte, la senadora Isabel Allende, dijo, al comentar las novedades que, minutos antes, había dado a conocer el presidente: “Hoy ha sido uno de los días más emocionantes de la historia del país".


Los 33 mineros chilenos, atrapados en la mina de San José, vivirán más de cuatro meses bajo tierra.

Desde entonces, el equipo de rescate prepara la complicada manera de sacar a los mineros hundidos en la mina, en una larga operación que puede durar cuatro largos meses. Algunos pronostican que, si todo va bien, podrían estar de vuelta para las próximas Navidades. “Esto es equivalente a un nacimiento de un hijo”, comenta un trabajador, emocionado. En realidad, sólo medio parto pero, si se prepara su vuelta concienzudamente, será como un nuevo alumbramiento para estos mineros, habituados a buscar cobre u oro, y que, si todo marcha como se prevé, encontrarán por segunda vez, la luz y la nueva vida al final del túnel. Laurence Golborne, ministro de Minería, se comunicaba con el refugio a través de un telefonillo y les preguntaba qué les hacía falta. “Que nos envíen unas cervecitas”, contestaba el minero portavoz de “los 33”. La broma alegró a las autoridades y a los familiares de los mineros, porque evidenciaba su buen estado de salud física y mental.


Una cámara de televisión que capta a los mineros, muestra el rostro de Lorenzo Ávalos, de 31 años y jefe de minas.


El mismo lunes, 22 de agosto, comienzan a fortificar las paredes del orificio, considerado “el cordón umbilical” que les permite mantenerse con vida. Y los familiares les mandan cartas a través del conducto. Son misivas que pasan un control previo a manos de los expertos para evitar mensajes que puedan afectar negativamente el estado de ánimo de los mineros, como es el caso de la duración del rescate. “Estamos bien –corrobora el topógrafo y jefe de turno, Luis Urzúa, de 54 años, al ministro de Minería, Laurence Golborne, en la primera comunicación telefónica con los atrapados–, con ánimo, esperando que nos rescaten”. Urzúa pregunta, intrigado: “¿Alcanzaron a salir el grupo que iba saliendo de la mina cuando ocurrió el derrumbe?”. Y se entera de que no hubo siquiera un lesionado. Entonces “los 33” estallan en gritos de alegría. La suerte de sus compañeros era su principal preocupación. Y cantan a voz en cuello, el himno nacional hasta el final, emocionando a sus compatriotas en la superficie.


Policías chilenos custodian el acceso a la mina.


A la semana de aparecer, el Gobierno estudia incluir el mensaje aparecido de los mineros entre los documentos que contendrá la urna que será enterrada en Santiago el próximo 18 de septiembre, fecha del bicentenario de la independencia del país, y que será abierta dentro de cien años. Porque casos como este ya se han repetido en otras latitudes. En 1989, sesenta y seis mineros indios fueron salvados, tras permanecer tres días atrapados; en 2006, dos australianos fueron rescatados, tras permanecer 14 días bloqueados en un yacimiento de oro; en 2008, ocho del norte de la China lograron ser sacados (uno de ellos afirmó que llegó a beber su propia orina para sobrevivir); en 2110, ciento quince mineros chinos atrapados aguantaron nueve días en una mina de carbón, alimentados con cortezas de árbol, papel y cartón; o el rescatado; en febrero de 2006, en Silesia (Polonia); otro aguantó cinco días a 1000 metros de profundidad; dos sobrevivieron durante catorce días en la mina de oro de Beaconsfield, víctimas de un derrumbe, bebiendo el agua que se filtraba de las rocas antes de comenzar a recibir alimentos y agua a través de una sonda; atrapados en San Juan Sabinas, en el norte de México, sesenta y cinco no sobrevivieron a la desgracia; y nueve, de Pensilvania, fueron localizados por los satélites… Pero, hasta el momento, nadie había sobrevivido a esa profundidad y perforar un túnel rocoso de 66 centímetros de diámetro para evacuar, cuatro meses más tarde, a los 33 mineros enterrados, supera todas las apuestas.


El primer conducto abierto en la roca el domingo pasado en Chile era sólo de ocho centímetros. Enseguida, le siguió otro, de comunicación y, un tercero, de ventilación. Los primeros envíos fueron de agua potable, de suero líquido para hidratarlos y de medicamentos. En el momento de su localización, los 33 mineros (32 chilenos y un boliviano), soportan elevadas temperaturas cercanas a los 35 grados y una humedad de 98 por ciento. Sobrevivieron 17 días con una cucharada de atún, medio vaso de leche y una galleta cada 48 horas. Pero, lo que preocupa a los equipos de rescate es que, al no tener prácticamente movilidad, los mineros engorden y el rescate sea más complicado. Por eso les mandan, a través de las “palomas” (los tubos por los que se canalizan los envíos), que tardan una hora en ir y volver, un alimento con alto contenido en proteínas y vitaminas. Les envían broncodilatadores, medicinas para la diabetes y la hipertensión, oxígeno, agua, alcohol para la limpieza del cuerpo, parches oculares, oxígeno comprimido… “Deben seguir una dieta –explica el titular de Salud– para que el perímetro de sus cinturas no superen los 90 centímetros y produzcan el menor número de deposiciones posibles”. Y les aconsejan actividades físicas para evitar la atrofia muscular en un lugar cerrado. Ejercicios abdominales y yoga para mantenerse bien mentalmente. De esta manera, “los 33” se organizan en turnos y vigilan constantemente el túnel del rescate excavado por la Strata 950, una máquina surafricana cuya capacidad de avance puede llegar hasta 15 metros diarios. Pero el principal riesgo que corren los mineros atrapado es un nuevo derrumbe y que la roca de la mina, de 700.000 toneladas que obstruyó el túnel, termine cediendo.


¡Fuerza, mineros!

El abrazo del presidente Piñera, de derechas, con la senadora socialista, Isabel Allende, hija del ex presidente Allende, nada más confirmar que los mineros seguían vivos, fue todo un símbolo. Lo grave era que la Mina de San José, con numerosos accidentes registrados en 2007, había sido clausurada, en 2007, después de la muerte de un minero por una explosión parecida a la actual. Pero fue incomprensiblemente reabierta, en 2008, con la condición de que se construyera una escalera en el conducto de ventilación que los propietarios no hicieron nunca. En realidad, a ésta, como a otras empresas mineras, les resultaba más barato pagar una multa por incumplir una norma de seguridad que invertir lo necesario para mejorar las condiciones de sus miembros. Pero, tras este grave accidente, las autoridades chilenas aceleran el cierre de 18 minas que no cumplen las normas de seguridad. Y, mientras esperan que “los 33” atrapados en San José, sean liberados, los sindicatos chilenos movilizan a las familias de los mismos para que busquen a los responsables. “Dentro de unos meses –explica Javier Castillo, secretario del único sindicato de Minera San Esteban, propietaria de la mina–, puede que los que estén ahí abajo cobren sus indemnizaciones y, a cambio, no quieran denunciar ni a la empresa ni al Gobierno. Y así seguirán muriendo otros mineros. Pero, nuestra obligación es luchar para que los propietarios inviertan en seguridad”. Desgraciadamente, el reclamo que usa la compañía para encontrar trabajadores sigue siendo el mismo: aumentar los sueldos respecto a otros yacimientos. Los empleados de San José ganaban de media 550.000 pesos (857 euros). Más de cien euros por cada cien metros sepultados. Una miseria, si lo comparamos con el peligro de muerte que constantemente les acecha.


Según Vicenot Tobar, la historia de esta compañía está llena de muertes y de gravísimos accidentes.

Jaime Mañalich, ministro chileno de Salud, advierte que el rescate “será lento”, pero la familia de uno de los mineros atrapados está dispuesta a demandar a la empresa San Esteban, propietaria de las instalaciones y a los inspectores gubernamentales por permitir tantos fallos de seguridad. Y el presidente de Chile anuncia que no permitirá la impunidad para los responsables del derrumbe. “Vamos a investigar las responsabilidades y a sancionar a los que tengan culpabilidad”, anuncia Piñera. La empresa propietaria no participa en las labores de rescate y tardó en avisar del accidente. Además, según las denuncias presentadas, vulneró las normas de seguridad. Un abogado de San Esteban afirma que la empresa podría declararse en quiebra, porque carece de liquidez para pagar los gastos que se avecinan. En 2009, Vincenot Tobar, ex encargado de Prevención de Riesgos de la empresa, que se autodespidió de San Esteban debido a que no lograba realizar su trabajo, asegura que el único interés de los dueños, Alejandro Bohn y Marcelo Kemeny, es la rentabilidad y que nunca se tomaron en serio los accidentes. Tobar no comprende cómo la mina San José consiguió el permiso de reapertura del Servicio Nacional de Minería, sin haber cumplido con la exigencia de crear esas vías de escape.


Carteles de apoyo instalados en el campamento La Esperanza, al lado de la mina de San José.


Mientras tanto, los parientes de los mineros duermen en carpas ante la bocamina. Entre ellos, los rescatadores, los equipos médicos, la prensa y los curiosos, llegan a ser, en algunas jornadas, cerca de 400 personas, conviviendo en ese lugar habitualmente desértico. Durante el día, esperan ansiosos las noticias y, de noche, prenden fogatas para combatir el frío. En el campamento, se encuentra un grupo de ocho psicólogos que trabaja con las familias en el proceso de contención emocional.


El minero Víctor Zamora, bromista oficial del grupo que alegra las horas de encierro.


El Gobierno de Chile ha dado a conocer 25 minutos (de un total de 45) de una filmación mandada por los mineros en el fondo de la mina. En ella se puede ver cómo los mineros han destinado una de la galerías para reuniones. “Este es como nuestro casino”, dice Mario Sepúlveda, quien va presentando el lugar en donde se encuentran, guiando a la cámara en todo el recorrido. Fabricaron un juego de dominó con papel y tinta. “En esta zona –dice Sepúlveda–, también nos sentamos a planificar, porque, desde las profundidades de la tierra, nosotros vamos a ayudar a nuestro propio rescate”. El objetivo de los mineros es captar imágenes que consigan despertar la esperanza. Los mineros graban sus heridas y lesiones en la piel. Pretenden detener las infecciones pulmonares y de la piel. Según el ministro de Sanidad, Jaime Malianich, las imágenes permitirán conocer su salud y hacer seguimiento del estado de ánimo de los trabajadores. Pero, casi un mes después del hundimiento de la mina, se decide que, en lo sucesivo, la cámara será utilizada con fines terapéuticos. El decaimiento y la desesperación puede ser el principal problema. Por el momento, hay cinco mineros en estado de depresión. El equipo médico de fuera determina que, para no desanimar a los sepultados, es preferible que no sepan que deberán aguardar cerca de cuatro meses para ser rescatados. Rodd Russell, un minero australiano rescatado en 2006, tras permanecer 14 días atrapado en el interior de una mina, recomienda buen humor a los chilenos para combatir la angustia vital en las profundidades: “Mentalmente va a ser muy duro. Catorce días nos parecieron una eternidad. Cuatro meses van a parecer como años luz”…


Zona de seguridad, donde se ejecutan las tareas de rescate.


“En la tarde del domingo –escribe Abel Gilbert desde Buenos Aires–, cuando se conoció la buena nueva, después de tantos pronósticos aciagos, la gente salió a las calles de Santiago, los bomberos hicieron sonar sus sirenas, los creyentes redoblaron sus encomiendas celestiales. ‘Fue como el Mundial de fútbol, cuando ganaba la selección’, se dijo. Pero en Chile se juega otra cosa. Las imágenes de las cámaras de vídeos comenzaron pronto a ser descifradas por los familiares y amigos. El ministro de Minería, Laurence Golborne, uno de los principales actores de esta película que empezó con el rótulo de ‘catástrofe’ y promete tener final feliz, ponderó la inteligencia y capacidad de los mineros de pelear hasta el último aliento… Los chilenos tienen una enorme conciencia de lo catastrófico. Los terremotos y tsunamis les han enseñado a lo largo de su historia como nación a enfrentarse y sobreponerse a las calamidades naturales. Pero ese país, fuertemente polarizado en sus posiciones políticas, suele congelar las controversias cuando irrumpe el desastre. Ocurrió en febrero, cuando un temblor de 8,8 grados hizo cimbrar al sur chileno, provocando enormes daños. Los episodios del 27-F todavía erizan y es por eso que la historia de ‘los 33’ ha calado tan hondo…”. Robert Funk, subdirector del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, en el diario digital chileno “El Mostrador”, añade que: “El accidente de San José, al igual que el bicentenario, nos da para reflexionar sobre qué somos como chilenos, cómo afrontamos la adversidad y qué deberíamos cambiar para que no veamos más escenas como las de las últimas dos semanas”.


Entramos en la sección humorista con tres dibujos de Kap: La ola, Negociaciones y Que empiece el dialogo.




Continuamos con “el verano trepidante”, de Manuel Fontdevila.





Veamos “La temporada alta”, de Territorio Vergara.





Y “gestas de la política de gestos” de Pep Roig: Efiiicaaaciiiaaaaaa, Productividad, Erre que erre, Aportadas y Nada por nada.






Los mineros, atrapados hace 18 días, dijeron estar en buenas condiciones y llegaron a cantar el himno de Chile.

Alimento y afecto para mantener con vida a todos los mineros.



Vincenot Tobar, ex superintendente de seguridad de la mina San José, en una entrevista con 24 Horas, asegura que la empresa alteraba las normas de seguridad para bajar los costos. Además, expresa su incorformidad con el destino de los recursos.

1 comentario:

Maze dijo...

Solidariedad de una artista brasileña a los 33 mineros chilenos:
http://artemazeh.blogspot.com/2010/09/na-escuridao-vida-ainda-pulsa.html