miércoles, 23 de octubre de 2019

Mafalda, más de medio siglo cuestionando.


 Optimismo.
 Ciencia
 Igualdad.
Los valores de la familia.

El 29 de septiembre de 1964, nacía oficialmente Mafalda. Fue en la revista argentina Primera Plana. Dos años antes, el dibujante Joaquín Salvador Lavado, conocido como Quino, recibía un encargo para una estrategia publicitaria. Tenía que idear una tira cómica del estilo de Charlie Brown, pero protagonizada por una familia convencional -padre, madre, hijos- cuyos nombres empezasen por M. Así se establecía la relación con Mansfield, una marca de electrodomésticos de la empresa Siam Di Tella. Pero, al tratarse de un anuncio encubierto, la campaña no convenció y, dos años después, Mafalda apareció en la mencionada revista argentina.

El nombre de esta niña de seis años, de respuesta rápida y preguntas incómodas, proviene del personaje de la película “Dar la cara”, de David Viñas (1962). Tiene un padre que trabaja en una oficina y es fanático de las plantas y una madre que se convierte en ama de casa cuando deja sus estudios para casarse. Su mascota, a la que saca a pasear atada con una cuerdita, es una tortuga que se llama Burocracia. Le gustan los Beatles, posee una bola del mundo a la que cuida y que da pie a muchas de sus cavilaciones. Odia la sopa porque “es una alegoría de los gobiernos militares que nos teníamos que comer todos los días por estas latitudes”, según explica su autor en una entrevista.
En 1965, las tiras de Mafalda se mudaron al periódico El Mundo, donde aparecía seis veces a la semana. A partir de ahí se fueron incorporando nuevos personajes. Susanita encarna a la burguesía que toma el café por la tarde y contribuye a las obras sociales con lo que les sobra. Obsesionada con casarse y tener hijos, es el polo opuesto de Mafalda, quien sueña con hacer una carrera para “no ser una mediocre”. La cabeza pensante de Miguelito, que vive con una progenitora, obsesionada con el orden y la limpieza, fue la penúltima en aparecer. Libertad, hija de padres 'progres' y casi tan contestataria como Mafalda, completa el grupo. Vive en un apartamento muy pequeño con su padre, que trabaja en algo que odia y con su madre, traductora de francés. Además de amigos, Mafalda también tiene un hermanito.

La última tira de Mafalda se publica el 25 de junio de 1973 en la revista Siete Días. En 1977, el propio Quino le explica a Joaquín Soler Serrano, en el programa de entrevistas “A Fondo”, que había terminado con su personaje porque se estaba empezando a repetir. “Eso me pareció deshonesto, no quería que mi historieta fuera como esas que tienen ya 40 años y que uno las lee por costumbre y ya sabe cómo van a terminar.”. El primer libro, que recoge 240 tiras de Mafalda por orden de aparición, se publica en Argentina en 1966. La primera tirada, de 5.000 copias, se agotó en dos días y su éxito se empezó a dispersar por América Latina. En 1969, Mafalda dio el salto a Europa. La visionaria Esther Tusquets la trajo a España un año después. Su editorial, Lumen, sigue publicando sus historietas. En las primeras tiradas tuvieron que incluir la advertencia “para adultos” en la cubierta a instancias de la censura franquista.

Mafalda fue traducido a 20 idiomas y da vueltas por el planeta, impresa en papel, en camisetas, tazas, libretas y todo tipo de comercialización. Cuando empezaron a comercializarse, Quino no estaba cómodo. Confiesa que “eso lo tuve que hacer en contra de mi voluntad. Pero me vi obligado porque empezaron a aparecer muñequitos y posters piratas”. Varias estatuas de la niña se sientan ahora en diferentes partes del mundo. La más conocida es la de Buenos Aires (ahora también la acompañan Manolito y Susanita), obra de Pablo Irrgang, al igual que la réplica que descansa en Oviedo. Esta se inauguró cuando Quino visitó la ciudad para recoger el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, en 2014.

Las viñetas de Mafalda siguen teniendo vigencia en la actualidad. Los problemas sobre los que reflexionaba esa niña argentina siguen estando ahí, algunos más presentes, si cabe. Y Mafalda sigue estando indignada.

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