“Milei y el timo de la estampita”
David Torres escribe, en
Público, que, en cuestión de estafas parecía que estaba todo inventado, pero que
los trileros no dejan de azuzar el ingenio y de reclutar primos gracias a las
nuevas tecnologías. “Todos nos reímos
mucho de esa pobre francesa que acabó perdiendo más de ochocientos mil euros
sólo porque creía que Brad Pitt, locamente enamorado de ella, estaba enfermo y
necesitaba dinero para un trasplante de riñón. Habría que ver cuántos de los
que se rieron a carcajadas de una mujer que creía estar manteniendo un romance
virtual con el actor, han caído de bruces en el fraude de creer que Javier
Milei es un experto en economía. Mira que ya estaban advertidos desde que la
editorial Planeta tuvo que retirar un libro del mandatario argentino ante el
descubrimiento de que el currículum de la solapa, plagado de títulos
universitarios y diplomas, era más falso que una moneda de madera.
“Lo cierto es que, aparte
del currículum de fogueo, Milei ya había dado suficientes pistas de que se
trataba de un economista de chichinabo. No había más que verlo manejando una
motosierra en televisión; hablando con una foto de su perro muerto, Conan;
tocando a rebato la campana de Wall Street; disfrazado de payaso asesino
durante la toma de posesión de Donald Trump. Por si la motosierra, los dos
kilos de maquillaje o los diálogos perrunos de ultratumba no bastaran, además
estaban los espumarajos, los exorcismos, los insultos ladrados, la melena en
llamaradas y los ojos demenciales. Vamos, que cualquier ingenuo capaz de
confiar en los consejos financieros de este botarate también podía creer que
Brad Pitt le estaba jurando amor eterno desde una cama de hospital al borde de
la muerte
“Sin embargo, resulta que
el botarate es el inquilino de la Casa Rosada, el hombre que conduce los
destinos de Argentina. Quién iba a imaginar que, después de cargarse las
pensiones de los jubilados, los ahorros de la clase media, los presupuestos
sanitarios y educativos, Milei iba a dirigir la motosierra directamente al
bolsillo de sus seguidores, esos avispados anarco-capitalistas que, en cuestión
de cuatro horas, descubrieron que la diferencia entre magnate y mangante es de
apenas una letra en el plano ortográfico y, en la realidad, menos todavía. El
orbe libertario, que ya estaba bien jodido buscando una explicación paranormal
a los aranceles de Trump en una economía de libre mercado, se encuentra ahora
sudando sangre intentando justificar un timo monumental de millones de dólares
en la que nueve listillos, respaldados por una foto junto a Milei, se han
forrado a costa de setenta y pico mil pringados.
“En una entrevista tan
adulterada como su currículum, el presidente argentino quiso depurar
responsabilidades al comentar que él no había promocionado el mensaje de los
estafadores, sino que únicamente lo había difundido. Aclaró que lo avaló en
calidad personal, desde su cuenta de Twitter, no desde su cargo de presidente
de Argentina. Aparte de la cantidad de dinero y los medios empleados, poco ha
cambiado la cosa desde aquella mítica secuencia de Los tramposos en la que Tony
Leblanc va babeando y fingiéndose idiota mientras abraza un maletín lleno de
estampitas. Con más de un centenar de denuncias en marcha, parece que a Milei
no le queda más alternativa que presentarse bien como un estafador
gubernamental, bien como un tonto al sol que no se entera de nada. Para más
coña, en su cuenta de Twitter, debajo del título de ‘economista’, Milei explicó
que ‘no estaba interiorizado de los pormenores del proyecto’. Por eso mismo lo
difundió a lo loco y viva la libertad, carajo. No llores por mí, Argentina.
Llora por ti, que lo llevas crudo”.
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