David Le Breton, sociólogo: “Guardar silencio y caminar son dos formas de resistencia política de hoy”.
Doctor en Sociología de la
Universidad París VII y profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Ciencias Humanas Marc Bloch de Estrasburgo, el pensador francés,
David Le Breton (Le Mans, 1953), autor de El silencio, Elogio del caminar y
Desaparecer, es entrevistado por Pablo Bujalance, en el Diario de Sevilla. “Buena
parte de nuestra relación con el ruido –comenta Le Breton– procede del
desarrollo tecnológico, especialmente en su carácter más portátil: siempre
llevamos encima dispositivos que nos recuerdan que estamos conectados, que nos
avisan cuando hemos recibido un mensaje, que organizan nuestros horarios a base
de ruido. Esta circunstancia ha venido a incorporarse a las que ya habían
cobrado forma en el siglo XX como hábitos contrarios al silencio, especialmente
en las grandes ciudades, gobernadas por el tráfico y numerosas variedades de
contaminación acústica. En este contexto, el silencio implica una forma de
resistencia, una manera de mantener a salvo una dimensión interior frente a las
agresiones externas. Y nos permite ser conscientes de la conexión que
mantenemos con ese espacio interior, la visibiliza, mientras que el ruido la
oculta. Otra manera que tenemos de conectar con nuestro interior es el caminar,
que transcurre en el mismo silencio. Quizá el mayor problema es que la
comunicación ha eliminado los mecanismos propios de la conversación y se ha
hecho altamente utilitarista a base de dispositivos portátiles. Y la presión
psicológica que soportamos para hacer acopio de ellos es enorme”.
El silencio es para Le Breton la expresión más veraz y efectiva de las cosas
innombrables. Y la toma de conciencia de que hay determinadas experiencias para
las que el lenguaje no sirve, o no alcanza, es un rasgo decisivo del
conocimiento. “Podemos utilizar el silencio para conocernos mejor a nosotros
mismos, para aislarnos del ruido. Y éste es un valor a reivindicar en el
presente”. Su mayor y definitiva experiencia fue, en este sentido, el Camino de
Santiago: cuando al fin llegó a Compostela, comprendió que se había
transformado completamente después de numerosos días en marcha y en absoluto
silencio. Fue para él un renacimiento. “Caminar fue otra forma de tomar
conciencia de sí, de reparar en el propio cuerpo, en la respiración, en el
silencio interior”. Le Breton señala que
a quien camina sin rumbo se le tacha de loco. Pero el caminar, como el
silencio, es una forma de resistencia política. “La marcha te permite advertir
lo hermosa que es la Catedral, lo juguetón que es el gato que se esconde ahí,
los colores de la puesta de sol, sin más fin, porque ése es todo su fin: la
contemplación del mundo. Frente a un utilitarismo que concibe el mundo como un
medio para la producción, el caminante asimila el mundo contenido en las
ciudades como un fin en sí mismo. Y esto, claro, es contrario a la lógica
imperante. De ahí la vinculación con la locura”.
Le Breton sostiene que todas las
grandes ciudades, ya sean París o Tokio, se han convertido ya en superficies
comerciales. Y es muy importante que las ciudades encuentren un equilibrio
entre los recursos que garantizan su prosperidad y la calidad de vida de
quienes residen en ellas. “De otra manera, las ciudades se convierten en
entidades deshumanizadoras. El hecho de caminar en sus calles sin interés
alguno en comprar ni en gastar dinero, sólo en vagar sin rumbo de aquí para
allá, porque sí, también es una forma de hacerlas más humanas, de rebelarse
contra las órdenes que convierten todas y cada una de las interacciones humanas
en un proceso económico. En el libro ‘El silencio’ me ocupaba de este asunto.
Porque, al final, la industria cultural viene a ser una forma del poder
político. Una actividad cultural debería ir encaminada a que cada uno se
encontrara consigo mismo, se reconociera en su interior, entablara un diálogo
íntimo sin salir de sí, ayudándose de los instrumentos que la cultura debiera
poner a su alcance. Pero, en lugar de eso, tenemos una cultura que es cada vez
más de masas y menos de personas, en la que es imposible reconocerse. También
es importante oponer resistencia a las formas invasivas de la cultura mediante
el silencio”.
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