martes, 16 de enero de 2018

David Le Breton, sociólogo: “Guardar silencio y caminar son dos formas de resistencia política de hoy”.


Doctor en Sociología de la Universidad París VII y profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Ciencias Humanas Marc Bloch de Estrasburgo, el pensador francés, David Le Breton (Le Mans, 1953), autor de El silencio, Elogio del caminar y Desaparecer, es entrevistado por Pablo Bujalance, en el Diario de Sevilla. “Buena parte de nuestra relación con el ruido –comenta Le Breton– procede del desarrollo tecnológico, especialmente en su carácter más portátil: siempre llevamos encima dispositivos que nos recuerdan que estamos conectados, que nos avisan cuando hemos recibido un mensaje, que organizan nuestros horarios a base de ruido. Esta circunstancia ha venido a incorporarse a las que ya habían cobrado forma en el siglo XX como hábitos contrarios al silencio, especialmente en las grandes ciudades, gobernadas por el tráfico y numerosas variedades de contaminación acústica. En este contexto, el silencio implica una forma de resistencia, una manera de mantener a salvo una dimensión interior frente a las agresiones externas. Y nos permite ser conscientes de la conexión que mantenemos con ese espacio interior, la visibiliza, mientras que el ruido la oculta. Otra manera que tenemos de conectar con nuestro interior es el caminar, que transcurre en el mismo silencio. Quizá el mayor problema es que la comunicación ha eliminado los mecanismos propios de la conversación y se ha hecho altamente utilitarista a base de dispositivos portátiles. Y la presión psicológica que soportamos para hacer acopio de ellos es enorme”.

El silencio es para Le Breton  la expresión más veraz y efectiva de las cosas innombrables. Y la toma de conciencia de que hay determinadas experiencias para las que el lenguaje no sirve, o no alcanza, es un rasgo decisivo del conocimiento. “Podemos utilizar el silencio para conocernos mejor a nosotros mismos, para aislarnos del ruido. Y éste es un valor a reivindicar en el presente”. Su mayor y definitiva experiencia fue, en este sentido, el Camino de Santiago: cuando al fin llegó a Compostela, comprendió que se había transformado completamente después de numerosos días en marcha y en absoluto silencio. Fue para él un renacimiento. “Caminar fue otra forma de tomar conciencia de sí, de reparar en el propio cuerpo, en la respiración, en el silencio interior”. Le Breton  señala que a quien camina sin rumbo se le tacha de loco. Pero el caminar, como el silencio, es una forma de resistencia política. “La marcha te permite advertir lo hermosa que es la Catedral, lo juguetón que es el gato que se esconde ahí, los colores de la puesta de sol, sin más fin, porque ése es todo su fin: la contemplación del mundo. Frente a un utilitarismo que concibe el mundo como un medio para la producción, el caminante asimila el mundo contenido en las ciudades como un fin en sí mismo. Y esto, claro, es contrario a la lógica imperante. De ahí la vinculación con la locura”.

Le Breton sostiene que todas las grandes ciudades, ya sean París o Tokio, se han convertido ya en superficies comerciales. Y es muy importante que las ciudades encuentren un equilibrio entre los recursos que garantizan su prosperidad y la calidad de vida de quienes residen en ellas. “De otra manera, las ciudades se convierten en entidades deshumanizadoras. El hecho de caminar en sus calles sin interés alguno en comprar ni en gastar dinero, sólo en vagar sin rumbo de aquí para allá, porque sí, también es una forma de hacerlas más humanas, de rebelarse contra las órdenes que convierten todas y cada una de las interacciones humanas en un proceso económico. En el libro ‘El silencio’ me ocupaba de este asunto. Porque, al final, la industria cultural viene a ser una forma del poder político. Una actividad cultural debería ir encaminada a que cada uno se encontrara consigo mismo, se reconociera en su interior, entablara un diálogo íntimo sin salir de sí, ayudándose de los instrumentos que la cultura debiera poner a su alcance. Pero, en lugar de eso, tenemos una cultura que es cada vez más de masas y menos de personas, en la que es imposible reconocerse. También es importante oponer resistencia a las formas invasivas de la cultura mediante el silencio”.

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