El alto clero católico se cuela para recibir antes la vacuna contra el coronavirus.
Al menos cinco obispos
han saltado hasta el momento las normas y se han vacunado de forma irregular antes
de lo que les correspondía según la estrategia de vacunación. Y, pese a las
endebles excusas de los prelados, que han acabado incluso en una investigación
judicial, la Conferencia Episcopal mantiene un cómplice silencio roto por Jesús
Bastante quien advierte en “ElDiario.es: “Cinco obispos españoles han pasado a
formar parte del deshonroso club de los que se han colado en la lista de espera
de la vacuna contra la COVID19. Una minoría entre el Episcopado español (hay
119 obispos, entre titulares, auxiliares y eméritos), pero muy significativa en
comparación con otros colectivos sociales y políticos”.
El primero obispo que
empezó a saltarse las reglas fue el obispo de Mallorca, Sebastiá Taltavull, al
inocularse la segunda dosis días después de descubrirse que no residía en la
residencia sacerdotal donde se había vacunado por primera vez. Tras él, el
obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, que engañó a la Consejería de Salud para
poder vacunarse, recibiendo la segunda dosis; el de Orihuela-Alicante, Jesús
Murgui, ya investigado por la Generalitat y el ecónomo bajo su mando, un cura
negacionista que ha acabado contagiándose, sospechoso de haber transmitido el
virus a los ancianos de la residencia sacerdotal de Alicante, así como a las
monjas de clausura del monasterio de la Santa Faz. Igualmente, se han conocido
los casos del arzobispo emérito de Burgos, Francisco Gil Hellín, 'invitado' a
una vacuna por el obispo de Cartagena–Murcia, José Manuel Lorca Planes,
investigado por la Fiscalía de Murcia tras una denuncia y la comprobación de
que se registró como capellán de una residencia sin serlo.
Pese a estos casos,
resuena el rotundo silencio guardado del episcopado. La Conferencia Episcopal evitó
ofrecer su posición oficial a ElDiario.es. Fuentes de la Casa de la Iglesia,
sin embargo, sí apuntaron que “nuestra institución no interviene en temas de
diócesis. Es una asamblea no colegial. No tenemos competencias diocesanas”. Y
sólo el obispo de Canarias, José Mazuelos, médico de profesión, se atrevió a
afear la conducta de sus compañeros. “Sin conocer las circunstancias, no ha
estado bien que los obispos de Tenerife y Mallorca se vacunaran cuando no les
correspondía”, señaló este prelado. El presidente de la Conferencia Episcopal,
Juan José Omella, se limitó a declarar que “tenemos que ser más nobles y más
honrados. Han puesto un baremo por edad, por función social, y yo creo que hay
que seguirlo y cuando a uno le toque, pues le toca y ya está”. El cardenal de
Barcelona no conocía, en aquel momento, el escándalo que se avecinaba, pero sí
añadió que "hacen bien en llamar la atención a estas personas, esto no
está bien hecho, hemos de ser honrados. La mujer del César no sólo ha de ser
honrada, también ha de parecerlo. Lo digo también para mí, para el obispo, para
toda la sociedad”.
Ninguno de los obispos
descubiertos ha pedido perdón por su atrevimiento o su error personal,
reconociendo que “en ningún momento creyeron estar actuando mal y que jamás
contemplaron la posibilidad de que pudieran faltar vacunas”. En todo caso, estos
monseñores practicaron lo enseñado por ellos mismos: que los primeros serán los
últimos, y los últimos, los primeros, aunque no se diga para qué…
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