sábado, 27 de febrero de 2021

El día que Tejero canceló la actuación de Eugenio.

El 23 de febrero de 1981 provocó un gran revuelo político-social cuando el teniente coronel Antonio Tejero irrumpía en el Congreso de los Diputados al grito pelado de “¡Quieto todo el mundo!”. Esa misma noche Eugenio, el humorista catalán más en boga en aquellos momentos, tenía que actuar en la sala de fiestas Florida Park, situada en el parque del Retiro, a un kilómetro de distancia del Congreso. Y unos 800 espectadores se quedaron sin escuchar ninguno de sus chistes. Porque, mientras daba comienzo el golpe frustrado en las Cortes, el “genuino humor del genial Eugenio” cancelaba su actuación.

Marcos Martín Reboredo, nos lo recuerda en AlaContra.es. “Me acuerdo perfectamente de ese día. Estábamos en casa, era lunes y mi padre tenía que coger un avión para irse a Madrid porque tenía una actuación esa noche”, cuenta Gerard Jofra, road manager, hijo y viva imagen y voz de Eugenio Jofra Bafalluy (1941-2001). Entonces, Gerard tenía 12 años, pero con solo dos más ya “estaba en los camerinos con los grandes”. “Yo solo veía a mi padre o lo acompañaba, pero la gente lo admiraba. El 23-F no supo qué hacer hasta el último momento, estaba preocupado por lo que podría encontrarse en Madrid”. A Eugenio le tocaba actuar en el último turno, hasta las 3:30 horas de la madrugada, tras las interpretaciones del Ballet de Arte Español, la orquesta y otras atracciones. Indeciso, finalmente, suspendió el viaje. “Él estaba pendiente del televisor y de las llamadas. Al final, se quedó en Barcelona”, relata el autor del libro “Eugenio” (Planeta de Libros), que ya trabaja en el guion de una película sobre la vida de su padre. Además, continúa su legado con el espectáculo ReEugenio.

Luego, en una etapa convulsa para España, sus bromas fueron importantes, marcando a generaciones y sus más de 50.000 chistes no han pasado de moda. “El humor tiene que salir de momentos trágicos”, solía contestar en las entrevistas; pero jamás hizo una gracia sobre el 23-F, ni de política, en general. “Era otro tipo de humor. Tampoco entendía y de lo que no entiendes, mejor no hablar”, comenta su hijo. “Y, a pesar de que Augusto Pinochet era su fan incondicional, Eugenio nunca se posicionó y no ofendió a nadie, lo que probablemente haya sido una de las claves de su éxito. Por cierto, pese a su fama de mujeriego, de sexo tampoco habló demasiado en sus chistes”.

“Después de la represión, tras la muerte de Franco, todo el mundo estaba como cohibido. A mi padre le vino como anillo al dedo que la gente tuviese ganas de salir a la calle y de reírse. Se juntaron el hambre con las ganas de comer”, explica su heredero. Entonces, no había límites del humor. A partir del cambio de residencia de Barcelona a Madrid, los programas de televisión empezaron a rifarse por sus derechos (Cosas y Un, dos tres…, de TVE, La chistera, de Telecinco, etc.). Pasó de ganar 10.000 pesetas a hacer 150 galas al año a cambio de medio millón cada una. Incluso, llegó a rodar una película, fallida comercialmente (Un genio en apuros, 1983), antes de que las drogas lo consumieran hasta el día de su muerte, en 2001, que coincidió con el nacimiento de su primer nieto. El humor serio y seco de Eugenio, se caracterizó por sus pausas, por su habitual taburete, el cigarro o el cubata que lo acompañaban y su melancólica manera de contar sus chistes. No obstante, el 23 de febrero de 1981, el silencio con el que solía comenzar sus intervenciones se prolongó más de lo habitual. Tanto que no hubo actuación. Nadie logró reírse aquella noche de hace 40 años.

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