La masonería, un discreto culto demonizado por el franquismo.
El Palau Robert, de
Barcelona, acoge hasta el 28 de agosto una exposición sobre la masonería. En la
muestra se hace un recorrido histórico por esta sociedad compuesta por hombres
y mujeres que se autodefinen como librepensadores. Sus valores libertarios,
igualitarios y transformadores, han servido para inspirar revoluciones, como la
americana y la francesa, pero también para ser vistos como sospechosos y
peligrosos por determinados sectores del poder. La exposición recorre cientos
de años de actividad de los masones, un grupo que en España apenas reúne a
6.000 personas.
Lúa Pena Dopazo nos
recuerda en ElDiario.es los perjuicios que arrastran los masones. “Conspiradores,
satanistas, devora niños, anticatólicos… Estos son algunos de los prejuicios
que circulaban –y algunos todavía perviven– en
torno a los masones y a sus prácticas rituales. Ellos, sin embargo, insisten en
que las bases de su culto son la tolerancia
y el respeto a los demás. ‘No estamos enfrentados con nadie, solo con la
intolerancia’, señala Josep Brunet, masón y patrón de la Biblioteca Arús de
Barcelona. ‘Si algunas religiones son intolerables, no es culpa nuestra’. Todas
las instituciones no democráticas, los dictadores –desde Hitler a Stalin–, las
religiones dogmáticas e intolerantes han estado siempre en contra de la masonería”,
apunta Brunet. Para este masón, la clave de la cuestión es el pensamiento
crítico y el librepensamiento que “ciertas personas pueden considerar
peligroso”.
En la Francia de la Edad
Media se denominaba maçons a las personas relacionadas con la construcción de
edificios, que compartían técnicas y conocimientos sobre este ámbito. Estos
primeros masones se unieron en agrupaciones llamadas logias y, con el tiempo, a
ellas se incorporaron personas de todo tipo de profesiones sin relación con la
construcción. Desde el principio, los masones dieron una gran importancia a la
simbología, a la discreción en torno a sus rituales y a la introspección. La
primera manifestación antimasónica por parte de la Iglesia católica fue una
carta publicada en 1738 por el papa Clemente XII donde alertaba de que
cualquier persona que formase parte de una logia masónica sería excomulgada.
Esta primera confrontación de la Iglesia con la masonería forzó a los masones a
desarrollar sus actividades en la clandestinidad durante varios siglos.
Brunet reconoce que la
relación de la masonería con la Iglesia es muy distinta en la actualidad,
aunque los masones nunca han visto a la religión como una enemiga. De hecho,
los masones tienen libertad para practicar la religión que deseen. “Las
iglesias que ven la masonería como un peligro no son precisamente la católica”,
señala poniendo como ejemplo algunos países islámicos como Irán o Afganistán. Y
matiza que no todos los países musulmanes ven la masonería como un problema.
Como ejemplo recuerda casos como Marruecos o Turquía, donde la masonería está
tolerada. “Es más, en Marruecos incluso existe una logia femenina”.
España fue uno de los
países europeos que más tiempo tardó en legalizar y normalizar la masonería (en
1979), puesto que durante la dictadura franquista esta estuvo muy perseguida.
Por esto, Brunet cree que “los prejuicios” hacia la masonería que puede haber
en España se deben a que la “propaganda” antimasónica de la dictadura
“consiguió calar en la sociedad”. Entre otras cosas, el régimen decía que los
masones realizaban prácticas satánicas y que devoraban niños, acusación que
Brunet tacha de “absurda” y de “barbaridad”. Reconoce que hay masones en
lugares privilegiados de la sociedad, entre los que incluye la política y el mundo
empresarial. “Hay masones en el Partido Popular, en el PSOE, en la antigua
Convergència y en Esquerra Republicana, pero esto no quiere decir que la
masonería en sí tenga poder”, recalca este masón, quien añade que esto
demuestra que la masonería no es una secta porque acoge a personas de
ideologías muy diferentes.
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