“Desastre Real”.
Alfonso XIII.
El pasado 4 de los
corrientes, el periodista Mikel Urretavizcaya Hidalgo aseguraba en su blog
“Desastre real” que, cuando un rey pierde la reputación, lo pierde todo.
Comenzaba recordando cómo, el 14 de abril de 1931, Alfonso XIII salió de España
hacia un exilio del que no volvió. Y continuaba así: “El 3 de agosto de 2020,
Juan Carlos I salió de España hacia un exilio del que no sabemos si volverá. En
ambos casos, la reputación jugó un papel decisivo. La reputación es la piedra
angular del poder. Sólo a través de la reputación se puede intimidar y ganar;
una vez que se pierde, sin embargo, uno se vuelve vulnerable y blanco de
ataques por todos lados. La reputación debe ser algo inexpugnable”.
Urretaviozcaya recordaba
cómo, en el verano de 1921, se cumplirán cien años del llamado “Desastre de El
Annual”, cuando alrededor de 10.000 soldados y oficiales del ejército español
murieron en unos pocos días de julio en el Rif marroquí. “En ese momento, el
jefe del Estado era el rey Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I, y su
reputación comenzó la cuesta abajo que terminó en la noche del 14 de abril de
1931, día en el que se proclamó la II República Española, cuando huyó de Madrid
hacia el exilio. Alfonso XIII nació prácticamente rey porque su padre Alfonso
XII había muerto a los 27 años, antes de que él naciera. Le llamaban ‘El
Africanista’ por su querencia colonial en Marruecos y se rodeó, precisamente,
de los militares más proclives a realizar conquistas en unas tierras áridas que
a nadie le interesaban, salvo a empresarios como los de la Compañía Española de
Minas del Rif, cercanos al propio rey.
En unos pocos días de ese
mes de julio de 1921, un número indeterminado de soldados españoles, pero cuya
cifra suele considerarse alrededor de 10.000, murieron en el transcurso de
varias escaramuzas que tuvieron lugar en el norte de Marruecos, en la zona del
Rif. El rey Alfonso XIII había apoyado la actuación militar que terminó en un
desastre completo. “Olé tus cojones”, le dijo al general Silvestre, quien
estaba al mando de las fuerzas, cuando se lo propuso. Pocos meses después, los
pocos militares españoles que habían sido hechos prisioneros, porque la mayoría
terminaron degollados, fueron puestos en libertad una vez que el magnate
vizcaíno Horacio Echevarrieta pagara cuatro millones de pesetas en duros de plata
al caudillo berebere Abd El Krim El Jatabi.
“El desastre de El Annual fue tan espantoso
que el gobierno decidió realizar una investigación para depurar las
responsabilidades, investigación que le fue encargada al general Juan Picasso. El
mismo rey, al que le gustaba rodearse de militares que le rieran las gracias y
coincidieran con sus planes de acción, terminó preocupándose seriamente por el
trabajo realizado por el general Picasso que, con un decidido sentido del deber
y olvidándose de intereses gremiales, especificó las responsabilidades que
llevaron a la pérdida de todo un ejército y la muerte de miles de soldados y
oficiales.
En septiembre de 1923, el
general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de estado e impuso la dictadura. En
ese momento el rey Alfonso XIII, oportunamente, estaba en su residencia de
verano en San Sebastián. Volvió a Madrid con cierta lentitud, para dar tiempo a
ver si el golpe cuajaba o no. Y, cuando llegó al Palacio Real, el golpe ya estaba
instalado. Primo de Rivera se reunió con Alfonso XIII y éste, que había jurado
sobre los Evangelios defender la Constitución de 1876, le nombró presidente de
un gobierno dictatorial y anticonstitucional, compuesto exclusivamente por militares.
“Cinco años después –concluye
Mikel Urretavizcaya–, tras el fracaso de la dictadura de Primo de Rivera,
Alfonso XIII nombró jefe del Gobierno precisamente al general Dámaso Berenguer,
que había sido apartado de su cargo por las responsabilidades apuntadas por el
informe Picasso sobre el desastre de El Annual. La reputación real estaba tan
por los suelos que políticos de la derecha, ejército y Guardia Civil,
terminaron por darle la espalda. Unos meses después, el 14 de abril de 1931 se
proclamaba la República Española y Alfonso XIII salía al anochecer de palacio
en su exclusivo coche Duesenberg convertible, llegaba al puerto de Cartagena y
se embarcaba en el buque “Príncipe Alfonso” que le trasladó a Marsella. Y nunca
más volvió”.
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