El secuestro de un avión en Bielorrusia pone a prueba a la comunidad internacional.
Hace más de un año, en
Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko ganó las elecciones presidenciales por un
amplio margen, cerca del 80% de los votos, ocho veces los de su competidora
Sviatlana Tsikhanouskaya. Pero, ni la oposición ni la comunidad internacional
reconocieron esos resultados y pidieron que se realizaran nuevas elecciones.
Dentro del continente Lukashenko es como “el último dictador de Europa”, y, sólo
Rusia, Turquia, Moldavia, Armenia y Azerbaiyán , lo tienen como líder legítimo
que ha desatado una campaña brutal en contra de sus oponentes. Más de 35.000 personas
han sido arrestadas, miles han sufrido abusos o torturas y actualmente hay 400
presos políticos.
En este escenario se
desarrollaron los acontecimientos del domingo pasado. Según los medios
estatales, un avión de Ryanair sobrevoló Bielorrusia en su ruta de Grecia a
Lituania, lo que se interpretó como un secuestro. Lukashenko autorizó
personalmente el aterrizaje forzoso en Minsk. Se aseguró que el piloto siguió
sus órdenes, tras ser informado de una falsa amenaza de bomba. Los agentes
buscaron los explosivos y, tras no encontrar nada sospechoso, procedieron a
detener a Roman Protasevich. El blanco de Lukashenko era ese pasajero de 26
años y bloguero de la oposición, quien codirigía Nexta, un canal de Telegram que
ofrece información sobre el régimen bielorruso y coordina manifestaciones en su
contra. ue arrestado cuando su avión aterrizó en Minsk, junto a Sofía Sapega,
su novia rusa, que estaba con él. El impactante incidente despertó el repudio
alrededor del mundo.
Moscú defendió la
operación del gobierno bielorruso. Rusia es el gran apoyo de Lukashenko quien
incluso habla de Moscú como “del hermano mayor”. Y la ONU acusó a Bielorrusia
de obligar al periodista Román Protasevich, detenido por el Gobierno de
Alexandr Lukashenko, a realizar una confesión forzada ante las cámaras. “La
información obtenida bajo coacción no puede ser usada contra el señor
Protasevich en ningún proceso legal. Esas confesiones están prohibidas por la
Convención contra la Tortura”, enfatizó
Rupert Colville, portavoz de la Oficina de Naciones Unidas para los Derechos
Humanos. Colville asegura que teme por la seguridad del reportero, al notársele
heridas en su rostro. “Lo más probable es que esa aparición, en la que
supuestamente confesó crímenes que había cometido, haya sido forzada”, añadió
el portavoz de la oficina dirigida por la alta comisionada, Michelle Bachelet. La
ONU teme que lo sucedido sea la señal de un aumento de la represión de las
voces disidentes, no solo dentro del país, sino en el extranjero.
Unas pocas horas antes de
que su avión fuera forzado a aterrizar, Protasevich informó que estaba siendo
vigilado en el aeropuerto de Atenas. Un hombre que hablaba ruso, vestido con
una camiseta y pantalones de tela lo siguió de cerca durante el embarque e
intentó tomar fotos de su tarjeta de identificación, dijo. Ya en Minsk, cuatro
pasajeros se escaparon del avión y desaparecieron. Al menos dos tendrían
pasaportes rusos. La agencia FSB ha ayudado recientemente a arrestar en Moscú a
un activista de la oposición acusado de tramar un “golpe” contra Lukashenko, y
los medios estatales rusos elogiaron al presidente de Bielorrusia por su “bello”
gesto. Creen algunos que el incidente distanciará todavía más a Bielorrusia de
Europa para acercarla al Kremlin.
En los últimos meses, las
protestas masivas en contra de Lukashenko han disminuido. Según Andrei
Sannikov, antiguo candidato presidencial bielorruso arrestado en 2010, el
régimen no solo lleva adelante la peor represión doméstica desde la
independencia de la Unión Soviética –“apaleando a los propios ciudadanos”, en
sus palabras–. Es también una amenaza grave para otros países, dice. Sin
embargo, el régimen está más debilitado de lo que parece. Se dice entre
bastidores que hay deserciones y suicidios. “Lukashenko ya no puede controlar
ni al Estado, ni la economía, ni el gobierno. Solo se reúne con los
uniformados”, añaden diferentes fuentes. “Puede que haya menos protestas, pero
el odio en contra de Lukashenko está creciendo. Y llevará a una explosión”.
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