Madrix, Madrix, Madrix...
Así titulaba Marta Nebot el
primero de mayo en Público, tres días antes de las pasadas elecciones. En su
artículo repetía machaconamente que “Madrix es ese invento de Isabel Díaz Ayuso
y su corte mediática, ese Madrid disfrazado de mentiras brillantes y brillosas
que la enorme caverna madrixleña ha convertido en verdadex a base de repetirlas
hasta transformarlas en tema único. Madrix está eclipsando a Madrid. Madrix
gana en todas las encuestas o lo que es lo mismo: el relato de Madrid, por ahora, –asumámoslo–
es suyo. La verdad de Madrid es que es un paraíso de desigualdad que no ha
hecho más que crecer en más de 26 años de gobierno monocolor y lo es tanto de
puertas entre madrileños como de puertas para España. Madrid, siendo la
comunidad más rica de este país, es la que menos invierte en sanidad y
educación por cada uno de sus habitantes y las diferencias entre barrios son
palpables y obscenas.
“En el lado de la
sanidad, miremos a la cara al hecho de que los sanitarios que trabajan en
Madrid son de los peores pagados y contratados de España; la atención primaria
ha ganado hace menos de un mes en los tribunales a la Consejería de Sanidad, a
la que la justicia ha impuesto unas ratios de pacientes razonables, en contra
de las que estaba imponiendo. Esta parte de Madrix, la del descuido de la
sanidad de tod@s, es curiosa, porque siendo algo que Madrix no admite, es algo
que los madrileños tienen tan asumido que, en el 2020, han contratado 150.000
seguros privados médicos más, a pesar de la pandemia económica, subiendo la
media de madrileños asegurados hasta el 37% (casi 4 de cada 10, 2 millones y
medio), mientras la media española es del 23% ahora mismo.
“Por el lado de la
educación, las escuelas madrileñas son las que más segregan por renta de toda
la OCDE, solo por delante de Turquía, según un reciente informe de Save the
Children y Esade, esa escuela de
negocios nada sospechosa de roja. Traducido a verdad verdadera: en los colegios de Madrid, los ricos con los
ricos y los pobres con los pobres, dejando en el subsuelo el ascensor social y
la convivencia entre clases sociales. Y ¡qué decir! del españolixmo madrixleño
que compite con todas las autonomías menos prósperas por las grandes fortunas
patrias bajando los impuestos, siempre más a los que más tienen, hasta más allá
del 0, ahora hasta a los sobrinos y los primos herederos que faltaban.
“Con eso debería bastar
para querer un cambio de gobierno, pero es que, además, el PP de Madrid sigue
sentado en el banquillo de muchos tribunales y, sin embargo, la corrupción del
PP madrileño ha desaparecido en Madrix; ni siquiera se ha mencionado en los
pocos debates que sí hemos tenido. El efecto de Madrix sobre la pandemia ha
provocado que se olviden hasta cuestiones imperdonables como la orden expresa
de dejar morir a los ancianos sin seguro médico privado, en las residencias de
ancianos, hecha pública por el concejal de Ciudadanos dimitido. Gracias a
Madrix, Madrid ha olvidado que Ayuso negó que el ejército pudiera ayudarles en
los peores momentos, mientras el citado concejal ciudadano, Alberto Reyero,
pedía la intervención de los militares. La Presidenta rectificó días más tarde
pidiendo la intervención de la UME mientras le quitaba las competencias a su
valiente concejal de asuntos sociales. El plan fallido de Ayuso de
medicalización de las residencias duró 12 días y, en ese tiempo, dejó como
resultado más de 3000 muertos en estos centros desatendidos”.
Hoy Madrid, felizmente
para unos, desgraciadamente para otros, sigue
siendo Madrix…
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