sábado, 27 de abril de 2013

Las Abuelas de Plaza de Mayo y el papa Francisco.



 María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo.
 
El papa  Francisco habla con Estela de Carlotto y Juan Cabandié, el miércoles pasado, en la plaza de Sant Pedro.
 
María Isabel Chorobik de Mariani, “Chicha, viuda del director de orquesta argentino, Enrique José Mariani, es una activista de derechos humanos en la Argentina, fundadora y segunda presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Chicha de Mariani, recuerda cómo, en 1977, un cura le animó a dejar de buscar a su nieta, Clara Anahi, “porque estaba muy bien donde estaba en ese momento, con gente de mucho poder”.  Chicha lleva 36 años buscándola y ha aportado pruebas fundamentales para juzgar a los responsables de la última dictadura militar argentina. En una entrevista con Cecilia Valdez, Chicha precisa que, en su carrera de obstáculos, destaca el oscurantismo de la Iglesia y que Jorge Bergoglio, el actual papa Francisco, tuvo un papel oscuro en este proceso. A petición de la Fiscalía y de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, Bergoglio fue llamado como testigo, para que declarase sobre la apropiación por parte de los militares de los bebés que nacían en cautiverio durante la dictadura y pidió dar su declaración por escrito.
 
"Mi experiencia en la iglesia católica –reconoce Chicha de Mariani– es penosísima, porque, aunque no iba a la iglesia, siempre llevé en los genes el catolicismo de los polacos. Pero, cuando llegó esta tremenda tragedia de la desaparición y muerte de tantas personas en Argentina, recurrí a la iglesia, como tanta gente, y allí tuve la desgracia de encontrarme con las puertas cerradas. Monseñor Montes, por ejemplo, que era obispo auxiliar de la Catedral de La Plata, me recibió con muchísimo afecto porque conocía a mi hijo y a mi nuera que se habían preparado con él para su boda. Me dijo entonces que volviera, que iba a conseguir noticias de la niña, y cuando volví me dijo que no me molestara y que dejara de buscar a la criatura porque estaba muy bien donde estaba en ese momento, con gente de mucho poder. Y como me puse a llorar a gritos, diciéndole que estaba hablando de mi nieta, se puso de pie, me señaló la puerta y me echó de la catedral. Una experiencia similar tuve con Monseñor Grasselli, de la capilla Stella Maris de la marina y otros obispos y sacerdotes a lo largo de estos 36 años de búsqueda.

Según De Mariani, la iglesia católica sabía perfectamente lo que pasaba con los niños que entregaban y que nacían en cautiverio.  Y confirma que complementaban la tarea de los militares. Asegura que Berglogio hubiera sido para ella muy distinto si no conociera la historia de la Iglesia en la dictadura. “No espero nada de él porque jamás olvidaré el rechazo de la Iglesia a tantas peticiones recibidas de madres y abuelas pidiendo saber de sus hijos”. Recuerda las gestiones que realizó Alicia de la Cuadra, otra de las Abuelas de la Plaza de Mayo. “Me contó los trámites que estaban haciendo con los jesuitas, quienes en el pasado habían recibido muy importantes donaciones (estancias, casas, etc.) de la familia De la Cuadra. Habían recurrido a los jesuitas, al padre Arrupe, quien los derivó a Bergoglio. Justamente, el día que el señor De la Cuadra llevaba la carta de Bergoglio a Monseñor Picchi en la sede del episcopado platense, yo estaba esperando que me recibiera el mismo Monseñor y el señor De la Cuadra me habló muy esperanzado de la búsqueda de su pequeña nieta… Como era de esperar, no hubo ningún resultado de todo ese trámite. De manera que, para mí, Bergoglio es un hombre de la Iglesia y se comportó como tal”.    

Las estrategias y maneras de proceder de Chicha de Mariano han sido siempre las mismas: averiguar y leer lo máximo posible de todo, no perderse ninguna publicación importante, recibir todas las denuncias sobre niños, archivarlas y ponerlas en orden. Reconoce que “fuimos estúpidamente a España a pedir ayuda y comprensión, a pedir lo que ellos mismos no habían solucionado”… “Ay! Mira –reconoce a Valdez–, yo lloro muy poco. Traté de tragarme las lágrimas y trabajar, trabajar y trabajar. Pero lloré de rabia y de vergüenza cuando supe que había esa cantidad de niños desaparecidos desde la época de Franco. Me desarmé porque hemos ido tantas veces a España a pedir ayuda y comprensión, una ayuda que sólo nos dio Baltasar Garzón. Y ver que hemos estado allí tan estúpidamente ignorantes, que íbamos a pedir lo que ellos mismos no habían solucionado y que son como 30.000. Me puse a llorar y ese día lloré de vergüenza y de bronca porque puedan suceder cosas así. Porque entonces, ¿en qué crees?

Sin embargo, Estela de Carlloto, presidenta de las Abuelas de Plaza de mayo, pidió hace unos días ver al papa y éste le citó el pasado  miércoles en una audiencia general en la plaza de San Pedro junto con otras 100.000 personas. Pero Francisco se acercó a ella y hablaron durante dos minutos. Carlotto le entregó una carta pidiéndole que abriera los archivos de la iglesia de argentina y del Vaticano para ver si había información de sus hijos desaparecidos y nietos robados (aún hay 400 sin identificar). También le rogó que advirtiera a los miembros de la iglesia sobre el “pecado” de ocultar información sobre “secuestros, asesinatos y robos de bebés perpetrados por el terrorismo de Estado”. La respuesta del papa fue: “Cuenten conmigo, estoy a su disposición”. Y Carlotto quedó conforme. Veremos en qué quedan sus palabras.

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