Mandela es enterrado en Qunu.
A las 9 de la noche del jueves 5 de diciembre de
2013, en un cine de Londres, dos jóvenes negras abandonaban precipitadamente el
estreno mundial de la película “Mandela: Long
Walk to Freedom” (Mandela: el largo camino hacia la libertad).
Eran las hijas menores de Nelson Mandela a las que se les comunicaba que su
padre acababa de morir en una casa, sita en las afueras de Johannesburgo
(Sudáfrica), a nueve mil kilómetros de Londres. Zinzi, la mayor, había dicho
minutos antes, mientras le fotografiaban en la entrada, que su padre “se encontraba bien, frágil como cualquiera
que tenga 95 años”. Nelson Mandela moría en olor de multitudes y
el mundo entero se vistió de luto mientras toda el África negra lamentaba la
muerte de aquel símbolo de la lucha por la libertad del “pueblo africano”. En su juventud,
Mandela arrancó como político y abogado de derechos humanos, pero, tras
veintiún años encarcelado en las prisiones sudafricanas, terminó trabajando con
el entonces presidente de Sudáfrica, Frederik Willem de Klerk, liderando su
partido en las negociaciones para conseguir una democracia multirracial en
Sudáfrica, cosa que se conseguía cuatro años más tarde, en las primeras
elecciones democráticas por sufragio universal. Por su trabajo en conjunto,
tanto Mandela como de Klerk (el último presidente blanco sudafricano)
recibieron el Premio Nobel de la Paz de 1993.[ Posteriormente Mandela ganó las
elecciones y fue presidente de Sudáfrica desde 1994 hasta 1999. “Durante toda mi vida –declaraba entonces– me
he dedicado enteramente a la lucha del pueblo africano. He luchado contra la
dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. Mi ideal es una
sociedad libre y democrática en la que todos vivan en armonía y con las mismas
oportunidades. Espero vivir lo suficiente para alcanzarla. Pero, si fuera
necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”.
Tras su liberación el 11 de febrero de 1990,
Mandela trabajó con el presidente de Sudáfrica, Frederick Willem de Klerk.
Los blancos de Sudáfrica tenían miedo de la mayoría negra.
Sentían terror de los sirvientes, esclavos, trabajadores de todos los oficios
de piel negra y llevaban décadas ocultándolo tras la demostración de fuerza
racista del apartheid. Pero, en 1990, llegaba lo que más temían: Nelson Rolihlahla
Mandela, un negro de 72 años, juraba su
cargo como el primer presidente democráticamente elegido en Sudáfrica. Por
primera vez, todos los sudafricanos valían un voto, y, como señalaba el propio
Mandela el día del anuncio de la victoria del ANC (perteneciente a la
Internacional Socialista), fue el final del apartheid y el advenimiento de la
democracia. En el ANC, partido de la liberación, se
reconocían negros, mestizos, indios y algunos blancos. Todos juntos elaboraron la Carta de la Libertad donde se proclama que “Sudáfrica pertenece a todos los que viven en
ella”. “Fue entonces cuando un Mandela vencedor –escribe Mercedes
Arancibia, co directora de ‘Crónica Popular’ en ‘El Mundo’– proclamaba que
había luchado contra la dominación blanca y estaba dispuesta a hacerlo
igualmente contra la dominación negra. Antes de su salida de la cárcel, en los
últimos años de los 80, mucha gente
ignoraba todavía quien era él. Thatcher, la primer ministro británico, le
calificó como ‘terrorista’ y,
como tal, figuraba en los registros de los enemigos de Occidente”. En 1987, Margaret Thatcher escribía: “El
CNA es una organización terrorista… y quien piense que va a gobernar Sudáfrica
vive una fantasía”. Pero, el 18 de julio de 2008, el presidente de Estados
Unidos, George W. Bush, retiraba su nombre de los listados del terrorismo
internacional. El sociólogo y escritor Jorge Moruno nos recuerda que Lenin
escribía cómo en vida de los grandes revolucionarios, y que las clases
opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la
rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de
mentiras y calumnias. “Pero –añade–, de la misma manera, una vez muertos, se
intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así,
rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para 'consolar' y engañar a
las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria,
mellando su filo revolucionario, envileciéndola. Con la muerte de Mandela,
cualquiera puede reivindicar su lucha vaciándola previamente de su historia y
de su contenido, entendiendo que su figura se puede desvincular de sus actos y
de su trayectoria... Así entonces, observamos cómo la vergüenza puede no tener
límites y la cara siempre puede ser más dura de lo que imaginamos”.
Antes de estar preso, Mandela fue
líder de Umkhonto we Sezwe (también MK), brazo armado del Congreso Nacional Africano en la lucha contra el régimen
del Apartheid en Sudáfrica.
Nacido en 1918, en una familia
bantú cultivada e influyente, Mandela, hijo de un jefe de tribu, cuidaba con
otros niños los rebaños del clan en sus vacaciones escolares, y, más tarde, estudiaba Derecho. En la “escuela de los blancos”, aprendió su
historia y su cultura. “Adoraba a Haendel y Tchaikovski, le apasionaba leer a
Shakespeare. Ya adulto, leyó a Clausewitz y a Che Guevara. En la cárcel,
perfeccionó sus conocimientos de Derecho y obtuvo dos licenciaturas de estudios
superiores por correspondencia, compartiendo lo aprendido con otros detenidos
hasta el punto de que muchos años más tarde, se hablaba de la ‘Universidad de Robben Island’ que
había creado en la isla-fortaleza. También en la cárcel aprendió la lengua afrikaans,
estudió la historia y la literatura “del
enemigo” y estimuló a sus compañeros a hacerlo “porque un día será necesario que todos los pueblos de nuestro país,
incluidos los afrikaners, se entiendan para vivir juntos”.
Apasionado del boxeo y boxeador amateur, escapó de su poblado, huyendo de un
matrimonio concertado. Consciente muy pronto de la segregación racial de los
negros en Sudáfrica y muy influido por Walter Sisulu, obrero militante anti-apartheid,
junto con el político Oliver Tambo, participaron ambos en la creación del ACN
y posteriormente de la Liga
de la Juventud
del ANC (ANC Youth League), en 1943, donde se convirtió en uno de sus
líderes. Fundador del primer bufete de abogados negros de Sudáfrica se dedicó a
llevar a cabo campañas de no violencia hasta el 21 de marzo de 1960, año en que
se produjo una masacre en la represión de las manifestaciones organizadas en
Shaperville, en protesta por la obligación de tener que llevar el pasaporte
siempre encima; la policía abrió fuego y dejó tras de sí una estela de más de a
60 muertos.
Mandela, en su celda de prisión.
El gobierno prohibió el ACN, Mandela
decidió continuar la lucha en la clandestinidad y usar armas para apoyar
actuaciones de sabotaje y huelgas. Fue detenido en 1962, por una denuncia de la CIA , y, dos años más tarde, condenado a cadena
perpetua. “Tras 27 años de aislamiento
en el presidio de Robben Island, frente a Ciudad del Cabo –escribe Pierre
Haski, corresponsal en Sudáfrica para la Agencia France-Presse –, Nelson Mandela, el hombre
invisible del que la prensa sudafricana no podía ni siquiera publicar una foto,
se convierte en un símbolo; mejor, en un mito. No sólo en su país sino en todo
el mundo. Yo viví cuatro años en Sudáfrica, de 1976 a 1980, en pleno apartheid,
y vi como brillaban los ojos de los jóvenes negros al pronunciar el nombre de
ese hombre que ya estaba en la cárcel cuando ellos nacieron. Cuando el ‘mito’
salió de la cárcel, el 11 de febrero de 1990, el mundo entero le vio caminar
orgullosamente hacia la libertad, con el puño en alto. Y tuvo miedo de verse
decepcionado. El hombre demostró estar a la altura del mito. Supo elevarse por
encima de la venganza, del interés partidario o inmediato, para salvar a un
país que se hundía en la guerra civil. Y lo consiguió, incluso cuando la Sudáfrica
del post-apartheid todavía no había superado sus inmensos problemas”. Sus
27 años de encarcelamiento no disminuyeron un ápice la popularidad conseguida.
A la salida de la cárcel se convierte en el presidente del ANC y, desde
ese cargo, negocia con Frederick De Klerk el futuro del país, creando un
gobierno multirracial y celebrando las primeras elecciones libres y
democráticas que le llevan a la presidencia y a la puesta en práctica de una
política de reconciliación nacional. Tras un solo mandato, en 1999 se retira de
la política activa y deja la presidencia en manos de Thabo Mbeki, político
licenciado en Economía por la universidad británica de Sussex, antiguo
militante de la Liga de la Juventud , del ANC y de su brazo armado,
quien regresó a Sudáfrica en 1990. En los años 2000, Nelson Mandela cambió la
orientación de su lucha, poniendo en pie una fundación en la que ingresaba
puntualmente una parte de su salario como ex presidente para combatir la
pobreza y el Sida, auténtica plaga que ha diezmado el país en las últimas
cuatro décadas. Mientras, en 2008, el pueblo sudafricano celebraba en la calle
el 90 cumpleaños de Tata, Mandela se recuperaba de una operación de
cáncer de próstata y le detectaban una insuficiencia pulmonar, probablemente una
secuela de sus muchos años de encarcelamiento.
El primer capítulo de la biografía de John
Carlin, “El Factor Humano”, publicado por La Campana en 2009, dice así: “Se despertó, como
siempre, a las 4.30 de la madrugada: se levantó, se vistió, doblegó el pijama y
se hizo la cama. Toda la vida había sido un revolucionario y ahora se había
convertido en el presidente de un gran país, sin que Nelson Mandela abandonara
unos rituales consolidados durante veintiséis años de reclusión. Ni siquiera
cuando estaba de visita en casa de alguien, ni cuando se alojaba en un hotel de
lujo, ni cuando pasaba la noche en el Palacio de Buckingham o en la Casa Blanca. Mandela,
inmune de manera antinatural a los trastornos horarios –ya fuera que se
encontrara en Washington, Londres o Nova Delhi–, se levantaba siempre a las
4.30 de la madrugada y, a continuación, hacía su cama. En todo el mundo, el
personal de limpieza reaccionaba con estupefacción al descubrir que el
dignatario extranjero en visita oficial le había hecho la mitad del trabajo. Y
ninguno se sorprendió tanto como la
encargada de limpieza de su suite del hotel en donde se alojara durante una
visita a Shangai. El particular comportamiento
de Mandela llamó tanto su atención que, advertido por sus asistentes sobre la
angustia de esta mujer, Mandela la invitó a su habitación, se disculpó y le
explicó que, para él, hacerse la cama era como limpiarse los dientes.
Sencillamente, no podía dejar de hacerlo”. Lluis Foix añade en su Foixblog que
un tal DSK, Dominique Strauss Kahn, director general del Fondo Monetario
Internacional, tenía otras costumbres cuando se alojaba en un hotel.
La viuda
de Mandela, Graça Machel, se despide de Mandela.
Maria Malagardis escribe en el diario ‘Libération’ del 6 de diciembre 2013
que Mandela no era un santo. En 1957, se divorció de su primera mujer,
Evelyn, con la que tuvo cuatro hijos. Para poder ver a su segunda esposa,
Winnie, madre de dos de sus hijas, Zinzi et Zenani, tuvo que esperar quince
años entre rejas. En aquella época, cuando Nelson Mandela se pudría en la
cárcel y el poder blanco alcanzaba todo su apogeo, Winnie luchó con todas sus
fuerzas para convertir el nombre de su marido en un símbolo. “Pero también era incontrolable, ferozmente
independiente e incapaz de plegarse a la disciplina de un partido. Todavía hoy
es un electrón libre y radicalizado dentro del ANC, popular porque es rebelde”.
Ese segundo divorcio fue doloroso para ambos. El día que cumplía 80
años, Mandela contrajo un tercer matrimonio con Graça Machel, viuda del
presidente mozambiqueño Samora Machel –muerto en 1986, en un misterioso
accidente de aviación en suelo sudafricano que hoy permanece rodeado de
sombras–. Ella le acompañó hasta el final y hoy puede llamarse viuda de dos
presidentes.
Mandela
lideró a su partido en las negociaciones para conseguir una democracia
multirracial en Sudáfrica.
En los años del ocaso, y cuando ya ni podía ni
quería defenderse, se le reprocharon
muchas cosas a Mandela; entre otras, que abandonara el socialismo del ANC
para abrazar el liberalismo de la prosperidad económica, que tuviera un
carácter ciertamente autoritario e incluso que, en sus años de poder, hubiera
centrado el grueso de la lucha en la reconciliación con los blancos y prestara
escasa atención a las mejoras sociales. Hoy por hoy, la emancipación de los que
constituyen el 80% de la población no ha acabado con las desigualdades. Solo
una pequeña parte de ellos ha conseguido progresar económicamente. Y, aunque el
apartheid ha desaparecido, hay otras formas de discriminación en
Sudáfrica, como en Diepsloot, donde una parte de la comunidad está en contra de
los inmigrantes africanos. “No podemos
decir que ya no hay xenofobia, porque todavía hay. La gente está frustrada.
Porque el Gobierno no hace nada y hay mucho paro. Las personas se pasan sus
frustraciones de unas a otras. Necesitan seguridad. No creo que haya alguien
que se preocupe por lo que necesitan, así que contagian su indignación a los
otros. Es duro vivir aquí si eres extranjero”. El texto “Libertades y
desigualdades en Sudáfrica”, fue escuchado en Euronews. Ariel Dorfman escribe en el periódico argentino ‘Página 12?: “Quisiera… en este instante
doloroso en que Mandela se nos empieza a escapar entre los discursos y los
encomios, los parabienes y los paramales, los monumentos y las estatuas…
quisiera rescatar a ese hombre real,
tangible, corpóreo”.
Estadio Soccer City (Ciudad del Fútbol) de Johannesburgo.
El pasado miércoles, el féretro de Mandela fue
trasladado entre el Hospital Militar y el complejo Union Building. El funeral
de Estado se celebra hoy domingo, en Qunu, pueblo donde será enterrado. Los
actos funerarios en recuerdo del expresidente sudafricano se repartieron a lo
largo de los diez días siguientes a su muerte, el pasado 5 de diciembre. Durante este periodo, todas las
banderas de los edificios oficiales sudafricanos ondearon a media asta. El
primer acto público fue una gran ceremonia religiosa ecuménica en el Estadio Soccer City (Ciudad del
Fútbol) de Johannesburgo, con la participación de casi un centenar de
dirigentes de los cinco continentes que le homenajearon. Duró cuatro horas y
fue emitido en directo por la televisión a todo el mundo, participando en primer lugar el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Coincidieron en el estadio tanto
representantes de democracias como de
las dictaduras más retrógradas. Incluso un intérprete de sonidos pudo
hacer unos supuestos signos no reconocidos por ningún sordo. Un fabuloso
fabulador, cuentista, impostor o acaso enfermo que no despertó sospechas de
nadie –excepto las de los minusválidos interesados en interpretar sus
contradictorios signos– hasta que todo hubo acabado.
El intérprete, identificado como Thamsanqa Jantjie
y de 34 años de edad, quien convirtió su traducción en un galimatías de gestos
sin sentido durante el homenaje a Nelson Mandela, defiende
su actuación, aunque reconoce que pudo haber sufrido un episodio esquizofrénico
en el escenario. Cuenta al periódico Star de Johannesburgo que comenzó a escuchar voces en su
cabeza y alucinaciones –“oía voces, veía ángeles”, dijo– lo que se tradujo en
gestos que no tenían sentido para las personas sordas, algo que provocó
indignación en todo el planeta. “No pude hacer nada. Estaba solo en una situación muy
peligrosa. Traté de controlarme y no mostrar al mundo lo que estaba pasando. Lo
siento mucho. Es la situación en la que me encontré” confiesa
al periódico. De hecho, sostiene que no sabe qué desencadenó el ataque en
semejante situación, y asegura que había tomado la medicación para su esquizofrenia. Millones de espectadores en todo el
mundo vieron por televisión o en Internet a Jantjie interpretar en lengua de
signos parte del homenaje multirreligioso a Mandela, al que asistieron líderes
de todo el mundo. La principal asociación de sordos de Sudáfrica ha denunciado
la participación de Jantjie como una farsa, y afirma que se estuvo inventando
los signos. Sin embargo, en una entrevista de radio, Jantjie afirmó que estaba
contento con su actuación en homenaje al carismático ex líder sudafricano, que
murió hace una semana a los 95 años. “Creo
que he sido un defensor de la lengua de signos”, dijo en Talk Radio 702, en donde recordó otras intervenciones suyas en
actos oficiales anteriores. Pero no pudo explicar convincentemente su
sobreactuación en la que se llevó varias veces la mano al cuello como en un
signo de ahogo o de asfixia. “Pero ¿quien era ese tipo que se coló casi cinco
horas entre los líderes del mundo y tradujo entre aspavientos las palabras de
Obama y de tantos otros políticos? –se pregunta el diario El País– ¿O qué
hubiera pasado si, en lugar de jugar con sus manos, saca una pistola y se pone
violento? El mismo Gobierno que estaba a cargo del memorial dijo que no tenía idea de quién era. Jantjie dijo que trabajaba para una compañía
llamada SA Interpreters que había sido contratado por el ANC para la ceremonia
del martes en el estadio Soccer City de Johannesburgo”. “Fue un fraude total
–confesó Cara Loening, directora de la escuela de lenguas de signos de Ciudad
del Cabo–. Sus movimientos no tenían nada que ver con el lenguaje de signos.
Sólo agitaba sus manos”. Más tarde, el canal de televisión eNCA informó
que Jantjie fue acusado de asesinato en 2003, además de otros delitos en años
anteriores. Según la
Federación de Sordos de Suráfrica es “un falso
intérprete” y está recibiendo tratamiento para la esquizofrenia. Se dice que fue acusado
anteriormente de los delitos de violación, en 1994, de robos y asaltos a
domicilios, en 1995 y 1997, y de secuestro, en 2003, año en que también fue
denunciado por asesinato. Jantjie fue absuelto de la acusación de violación,
pero fue declarado culpable de robo, por el que fue condenado a tres años de
prisión, aunque no está claro si cumplió la condena.
Mariano Rajoy, el mismo que defiende en España
que “la igualdad social es imposible”, defendió, él también desde
Johannesburgo, la “lucha por la igualdad” del líder sudafricano. El presidente
español parecía en el Sur africano una persona muy distinta a la que, en 1983 y
1984 declaraba en Pontevedra, siendo presidente de la Diputación , que “la
igualdad implica siempre despotismo y la desigualdad es el fruto de la
libertad”. Lo había escrito él y, en sus reflexiones sobre el artículo “Igualdad humana y modelos de sociedad”, Rajoy
había defendido un determinismo que ponía los pelos de punta: “El hombre
–escribió– en cierta manera nace predestinado para lo que habrá de ser. La
desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético, en donde se
halla la raíz de todas las desigualdades humanas: en él se nos han transmitido
todas nuestras condiciones, desde las físicas: salud, color de los ojos, pelo,
corpulencia…hasta las llamadas psíquicas, como la inteligencia, predisposición
para el arte, el estudio o los negocios”. Enric Sopena, en su artículo “Cabos
Sueltos” del viernes pasado aseguraba que Rajoy elogió a Mandela en la lucha
por la igualdad, pese a que había declarado por escrito: “La igualdad implica
siempre despotismo”. Y recordaba que el ahora presidente del Gobierno defendió
que “la estirpe determina al hombre” y que “los hijos de ‘buena estirpe’,
superaban a los demás”, algo que, según precisaba, “ha sido confirmado por la
ciencia”. Sopena aseguró que Mariano Rajoy cargaba contra la ideología
socialista y el comunismo por “predicar la igualdad de riquezas” y por
pretender “imponer la igualdad”, algo “contrario a la esencia misma del
hombre”. El director de elplural.com dijo que Rajoy, al llegar a Sudáfrica para
participar en el adiós a Mandela, había manifestado a Radio Racional su
emoción… “pero por estar en el mismo estadio donde España se había proclamado
campeona del mundo de fútbol, en su día contra Holanda”.
Una
comitiva militar llevó el ataúd desde el hospital militar de la capital hasta
el anfiteatro del Union Buildings, ahora llamado de Nelson Mandela. El féretro,
cubierto con la bandera sudafricana, fue custodiado desde el cielo por
helicópteros.
El sábado 14 de diciembre, el cuerpo de Mandela
fue trasladado a Waterkloof,
Pretoria, donde el Congreso Nacional Africano dio su último adiós a su
histórico líder y desde allí voló hasta la región de Este del Cabo. Una guardia
de honor militar recibió los restos de Mandela en un ataúd cubierto con la
bandera sudafricana y los trasladó al Aeropuerto de Mthatha. El cuerpo de
Mandela será hoy transportado en un carro de artillería y una carroza hasta la
casa de la familia de Mandela en la aldea de Qunu. Allí se realizará una ceremonia tradicional
de la comunidad Thembu a la que pertenece el expresidente. Un funeral de Estado que se celebrará
ante la familia de Mandela, el presidente y el Gobierno sudafricanos y ante
jefes de Estado y de Gobierno de otros países. En el acto, el Ejército
realizará un saludo nacional y se interpretará el himno sudafricano antes de
ser definitivamente enterrado. Las autoridades sudafricanas han habilitado
libros de condolencias en las distintas regiones del país y en las embajadas
sudafricanas de todo el mundo, así como la página del Gobierno para dejar
mensajes en recuerdo del líder de la
lucha contra el régimen racista del “apartheid”.
Mandela descansa ya en Qunu.
Cuando Nelson
Mandela desandó el camino, mandó construir en su pueblo una
réplica de la casa donde había vivido los dos años anteriores a su liberación.
En realidad, no era una vivienda sino una prisión, tal vez lo más parecido a un
hogar que el líder surafricano había pisado en casi tres décadas de encierro.
Aunque nació en Mvezo, quiso que las
tierras de Qunu albergasen sus restos, por lo que ordenó cavar allí
su propia tumba, una forma de regresión a la infancia, su arcadia feliz.
Ubicado a 32
kilómetros al suroeste de Mthatha, en la provincia del
Cabo Oriental, Qunu está lejos de todo o, al menos, de los escenarios urbanos
donde encarnó la
lucha contra el apartheid. Sin embargo, pese a los titubeos
iniciales, el presidente surafricano confirmó que el funeral de Estado se
celebraría hoy en el lugar del que Madiba guarda mejor recuerdo
y donde se levanta el museo que lleva su nombre. Los homólogos internacionales
de Jacob Zuma desplazarán por
unos días a los curiosos que echan el freno y sacan la cámara cuando la
carretera que baja hasta Ciudad del Cabo alcanza la casa del preso político
probablemente más mediático de la historia. Y Barack Obama confirmó que acudiría allá junto a su esposa,
Michelle, al igual que el colombiano Juan Manuel Santos y la brasileña Dilma
Rousseff, convencida de que “su ejemplo guiará a todos aquellos que luchan por
la justicia social y la paz en el mundo”. Las condolencias han sido múltiples
en su continente. África se siente estos
días desolada.
Jorge Moruno, en su artículo “Lloran a Mandela para reírse de nosotros”, aparecido la semana pasada en Público.es, escribía: “No han tardado desde los sectores del Partido Popular en llorar su muerte y alabar su lucha por los Derechos Humanos, así en abstracto, poco importa cuáles eran las posiciones políticas conservadoras por aquel entonces, la de sus referentes teóricos o políticos cuando realmente había que definir una postura clara. Las muestras de dolor por parte de la derecha no se quedan simplemente en meros actos protocolarios, toman tonalidades verdaderamente desagradables y despreciables cuando directamente hacen de Mandela un velado referente a lo que ellos son hoy día. La presidenta de Nuevas Generaciones de Madrid, Ana Isabel Pérez, homenajea a Mandela con una foto suya donde se puede leer, que ‘el futuro de una nación es tan prometedor como la próxima generación de ciudadanos’. La frase no está escogida al azar, nos da a entender que ellos forman parte de esa generación de ciudadanos y que en cierta manera representan el futuro de la nación. Un Tweet más abajo aparece en una foto con Carromero, gratificando su valía. Seguramente Mandela, cuando pronunciaba esa frase, estaba pensando en gente como Carromero, todo un ejemplo de las nuevas generaciones. Son capaces de reconocer la lucha por los DDHH siempre y cuando queden lejos y no tenga que reconocerlos ellos aquí, en tal caso, para cientos de miles en las cunetas solo les ofrecen desprecio. Según cuenta el periodista @jordiborras, Alicia Sánchez Camacho, en un mitin con motivo de la celebración del día de
Ahora que se ha muerto –escribe David Torres, bajo el título “El funeral de un
negro”–, a Mandela lo ha adoptado todo el mundo como si fuese la mascota de
moda. Gente que ni se roza con un negro por la calle, no vaya a ser que
destiñan, lo llama Madiba, como si compartieran la misma tribu o como si
cenaran juntos el primer martes de cada mes. En la prensa lo han llamado de
todo, desde liberal a comunista pasando por nacionalista. Incluso a Mariano le
ha faltado tiempo para publicar un artículo laudatorio que lo único que tiene
en común con Mandela es el negro que se lo haya escrito… Mariano podría ser
algo así como la antimateria de Mandela, si no fuese porque simplemente da como
grima y risa ponerlos juntos en la misma frase. No es el único tentetieso, un
montón de líderes mundiales han perdido el culo por hacerse una foto en el
entierro, se ve que para colgarla luego en twitter. Sin embargo, en los
tiempos en que Mandela se pudría en el talego, Mariano, Blair y buena parte de
los actuales líderes mundiales que hoy luchan por fotografiarse de costaleros
se hubieran alineado con los negreros sin dudar ni un segundo. Son de esa gente
que sólo está con los buenos cuando ya ha acabado el partido, es decir, que son
católicos por convicción pero en tiempos de Cristo hubieran aplaudido a
Pilatos. Algunos hasta se hubieran puesto a vender clavos. De hecho, es lo que
hicieron. Ronald Reagan, el santo patrón de los neoliberales, dijo en 1981 que
el régimen del apartheid era
“esencial para el mundo libre”. Y tan cerca de la liberación como en 1987,
cuando Margaret Thatcher, patrona de los mismos, anunció que cualquiera que
creyera que ese terrorista llamado Mandela gobernaría alguna vez Sudáfrica
“vivía en un país de fantasía”. ¿Una profeta? No: una mofeta... Ahora que ha
desparecido definitivamente es la ocasión de apuntarse al carro a toro pasado,
aunque, conociendo a Mariano, lo mejor será que le indiquen bien dónde está la
tumba, que es muy capaz de regresar con una foto sonriendo junto a Morgan
Freeman”.
El presidente Rajoy vino algo
disgustado de Sudáfrica en donde acudió, según parecía, para ver de nuevo el
partido de España que ganó el mundial de fútbol en el estadio Soccer City de
Johannesburgo. “Un momento muy bonito y emocionante”, no dejó de repetir. Le
acompañaban los grandes estadistas mundiales que deseaban volver a ver con él
el partido España-Holanda, pero, por desgracia para él, en lugar del partido,
tuvo que presenciar una extraña ceremonia en la que se habló de Mandela y se
olvidó olímpicamente del triunfo deportivo de España.
Entre otros fotomontajes, San
Mariano Rajoy, asomado al balcón de su despacho de la Moncloa , según la
fotografía de Ricardo Gutiérrez, publicado en El País. Por su parte, La Zarzuela filtra un
fragmento del discurso del Rey para Nochebuena. La presión del Gobierno para
eliminar a Wyoming de la TV
y cómo la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, se cuela en la lista de las pifias
del año de la revista Time, son otros dos fotomontajes de la semana que vale la
pena repasar.
Erlich presentó su humor de esta
semana: Europa, hoy; la lógica secreta del ajuste; la nueva matemática; las
nuevas especies, y las protestas policiales extendidas por la Argentina mientras que
el Gobierno pide paz.
Otros humoristas de esta semana
en la prensa: El Roto, Forges, Peridis, Ferrán, J. R. Mora, Malagón, A. López,
M. Fontdevila, Ramón, Pat, Kap…
Desde Mallorca, Pep Roig nos
presenta el humor de los últimos días: Aspirante frustrado, Nuevo mapa de Españaluña, Tiro porque me
toca, El negocio de gobernar, Desemprendedores y Saqueo nacional democrático.
Terminamos con tres vídeos. En el primero, Mariano Rajoy responde sobre el ambiente que se vivió en el estadio de fútbol donde se despedía a Nelson Mandela. Dice que fue muy emocionante porque, además, es donde España se convirtió en campeona del mundo.
En el segundo, un ciudadano español que lleva ya tiempo esperando una vivienda social para vivir dignamente, se indigna y exalta al conocer la cantidad de dinero público que malgasta el gobierno municipal en publicidad. Salón de Plenos en Ayuntamiento de El Puerto de Santa María (Cádiz).
En el último, la PAH se siente extrañamente creativa en estos días. Que Fiscalía pretenda encarcelar a Lina por llamar CUCARACHA al diputado del PP Antonio Gallego, ha superado todas las expectativas. El PP hace, una vez más, gala de su arrogancia y se viste de víctima. Después de ningunear al millón y medio de personas que firmaron la ILP y de evidenciar su complicidad con las entidades financieras que han provocado la estafa hipotecaria, El PP pretende condenar a una persona que ha parado tres veces el desahucio de su casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario