miércoles, 25 de diciembre de 2013

Luces y sombras de la Navidad 2013.


 


De nuevo los adornos luminosos cerca de las zonas comerciales hacen que no reparemos en las sombras ni en las personas que no lo pasan como nosotros. Las luces navideñas intentan que no veamos con nuestros ojos a quienes pasan hambre y frío. Unos villancicos suenan a todo volumen por los altavoces y el mercado sigue abierto, invitando a comprar hasta el hartazgo lo que los anuncios y la publicidad nos imponen. Ellos no dejan de martillearnos la buena nueva: “Felices fiestas de Pascuas”, recordándonos que no hay fiesta sin regalo. Para eso se inventó la Navidad, prorrogada en los días del fin de año, en el principio del nuevo y en los  regalos de los reyes, dentro del mismo objetivo festivo-comercial. Aunque haya otros que preconizan una anunciada feliz obediencia y una próspera miseria. Todo ello, apoyado por los sabios consejos de las autoridades.
 
Pero, en la pasada Nochebuena, pasada por rachas de lluvia y  viento –que en Galicia llegaron a los 185 kilómetro por hora–, muchos millones de españoles apagaron la pantalla de su tele, siguiendo el llamamiento y las recomendaciones de varios colectivos del Movimiento 15M durante el discurso del rey, en protesta por la vigencia de una institución “anacrónica” implicada en asuntos de corrupción como el ‘caso Nóos’. La iniciativa, que partió del 15M Pamplona y fue secundada en otros sitios del movimiento como #Acampadasol, tuvo cierto eco en Twitter, sobre todo con la etiqueta #AbajoelRégimen. El mensaje del monarca, coincidió con la huelga de media hora convocada en TV3 y por la televisión autonómica vasca.  Por lo que hoy leo en los medios de comunicación –tampoco yo quise escuchar al rey en la tele–, esta vez don Juan Carlos reconoció la falta de ejemplaridad de la vida política y las instituciones, lo que hace inevitable la regeneración. El rey incluso abrió la puerta a una reforma constitucional, pese a que hizo una férrea defensa de la Carta Magna. Y exhortó a continuar –una vez más– los esfuerzos para superar la crisis económica, reivindicando lo que nos une. Pero, el rey dejó claro que no piensa en abdicar y prometió una vez más una conducta ejemplar y transparente. Todo fueron buenas intenciones y palabrería vacía entre las luces y las sombras de la Navidad. Ignoro la cantidad de españoles que le oyeron o vieron por la pequeña pantalla.
 
 
 

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