miércoles, 23 de septiembre de 2020

Assange es juzgado mientras los medios miran a otro lado.

 

El pasado 7 de septiembre se reanudó el juicio de extradición de Julián Assange en Londres. Estados Unidos lo reclama por 18 presuntos delitos de espionaje e intrusión informática, por difundir mediante Wikileaks, en 2010, más de 700.000 documentos clasificados sobre las actividades militares y diplomáticas estadounidenses, sobre todo en Iraq y Afganistán, que revelaron actos de tortura, muertes de civiles y otros abusos. Se prevé que las vistas duren tres o cuatro semanas

Tras su detención en abril de 2019 en la embajada de Ecuador, donde vivió siete años, Assange sigue recluido en una prisión londinense de alta seguridad y podría ser condenado a 175 años de cárcel si la justicia estadounidense lo declara culpable. Por el momento, el tribunal no decide si es culpable de los delitos, sino si se le extradita. No hay crónicas de corresponsales o enviados ni reportajes ni artículos de opinión y sólo se difunden escuetos y fríos cables de agencia.

Pascual Serrano recuerda en Eldiario.es que, por el momento, Assange está encarcelado en Londres por una condena de 50 semanas de prisión por haber violado la libertad condicional que le concedieron mientras se decidía una reclamación de la justicia sueca por violación. Pero, en 2015, el fiscal sueco retiró los cargos y, en 2017, la justicia sueca archivó la causa. Por tanto, no tiene sentido mantener en prisión en Londres a una persona, acusándola de violar una libertad condicionada a una acusación que no existe.

Sesenta médicos suscribieron una carta alertando que Assange pudiera morir en la cárcel dado su deteriorado estado de salud. Incluso el relator de la ONU sobre la tortura, Nils Melzer, dijo que la vida de Assange estaba “ahora en peligro”. Y, el pasado junio, más de 200 médicos eminentes de todo el mundo suscribieron un comunicado en la revista médica The Lancet pidiendo poner fin a la tortura psicológica del editor de WikiLeaks y su liberación inmediata de la prisión Belmarsh, de máxima seguridad, en Gran Bretaña. El exdiplomático británico Craig Murray, reveló el estado débil y errático en el que Assange se encontraba, el desprecio de la jueza hacia la defensa, que vio denegadas todas sus alegaciones. Extraña la irregularidad de que el fiscal del caso consultara en la propia sala sus dudas con tres funcionarios de la embajada de Estados Unidos que, según sus propias palabras, le daban “instrucciones”. Y la jueza aprobó todas sus peticiones. Incluso llegaron a entrar en la sala dos agentes estadounidenses armados.

En Woolwich Crown Court, lugar destinado a los juicios por terrorismo, no se permite público ni observadores de ONG's y se ha impuesto una limitación de tan solo 10 periodistas que pueden acceder a las sesiones. La situación carcelaria a la que está sometido es inhumana. Se trata de una prisión de alta seguridad en condiciones de aislamiento, con 23 horas diarias de soledad y 45 minutos para hacer ejercicio en un patio de cemento. Cuando Assange sale de la celda, “todos los pasillos por los que pasa son evacuados y todas las puertas de las celdas se cierran para garantizar que no tenga contacto con otros reclusos”. Y los escasos medios de comunicación asisten e informan con frialdad e indiferencia al atropello de la persona que hizo posible conocer toda aquella verdad sobre la guerra y las invasiones de Estados Unidos.

Nos lo recuerdan Noam Chomsky y Alice Walker, copresidentes de AssangeDefense.org en The Independent: “Assange enfrenta la extradición a Estados Unidos porque publicó pruebas incontrovertibles de crímenes de guerra y abusos en Irak y Afganistán, avergonzando a la nación más poderosa de la Tierra. Assange publicó pruebas contundentes de ‘las formas en que el primer mundo explota al tercero’, según la denunciante Chelsea Manning, la fuente de esa evidencia. Assange está siendo juzgado por su periodismo, por sus principios... Destaca el hecho de que Estados Unidos está intentando lograr lo que los regímenes represivos solo pueden soñar: decidir qué pueden y qué no pueden escribir los periodistas de todo el mundo. Y todos los denunciantes y el periodismo en sí, no solo Assange, están siendo juzgados aquí”.

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