Las iglesias de Madrid deberán reducir menos su aforo que los cines y los teatros.
Una de las medidas que
anunció el final de la semana pasada la presidenta de la Comunidad de Madrid,
Isabel Díaz Ayuso, fue reducir aún más la asistencia a los centros culturales,
como cines o teatros que a los centros de culto, como en las iglesias. A pesar
de las exigencias y las movilizaciones que protagoniza el mundo del espectáculo
en todos los puntos del país para dar visibilidad a la cultura y mostrar la
seguridad de sus eventos, estas han sido algo más castigados que las
actividades de culto.
Ejemplo de ellos es lo
ocurrido el pasado domingo en la inauguración
institucional de la temporada del Teatro Real, con un incidente que obligó a que
la dirección optase por la suspensión de la ópera “Un ballo in maschera” de
Verdi debido a las sonoras protestas del público del gallinero del teatro que,
a grito de “¡Seguridad!” y “¡Suspensión, suspensión!”, provocó la cancelación
de la función. El malestar del público se hizo más evidente al observar que las
distancias entre asistentes que sí se respetaban en el patio de butacas y en la
zona de plateas, no existían en la parte más alta del teatro, donde las
localidades son más baratas. Lo que explicaba que numerosos asistentes a la
función mostraran su descontento.
Las repetidas protestas
de los espectadores por la falta de distancia de seguridad forzaron a la
dirección del Teatro Real a cancelar la función. Según denunciaron los usuarios
a través de redes sociales, no existía distancia de seguridad entre las butacas
del anfiteatro. Sin embargo, en el patio de butacas, donde las entradas son más
caras, sí se respetaron entre los espectadores. En un comunicado, la
institución explicó que “había 905 localidades ocupadas”, lo que representaba el
“51,5 por ciento del aforo total de la sala”, lo que no evitó que un grupo de
espectadores no dejase de emitir gritos de disconformidad.
La explicación más
coherente es la que daban los espectadores del anfiteatro (que compraron su
entrada por 15 euros en la zona anfiteatro, hacinados, sin medidas de seguridad
y distancia), comparadas con las de la zona platea (compradas por 229 euros)
con distancia de seguridad incluida, según explicación de los usuarios. Las
protestas de la gente por tal diferencia entre las dos clases de entradas sería
lo que obligó a suspender la obra en el Teatro Real.
Metáfora perfecta de las
medidas clasistas e irresponsables de Ayuso y Aguado para Madrid, para iglesias
y otros lugares de culto, o para otros espacios generales, en los que se
incluye la cultura.
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