12 años después, Lula vuelve al poder en Brasil.
El candidato del Partido de los Trabajadores (PT), el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, ex mandatario del país carioca entre 2003 y 2011, regresará al poder 12 años después, tras imponerse el pasado domingo al líder del Partido Liberal y actual presidente del Gobierno, Jair Bolsonaro. El líder del PT obtuvo el 50,90 por ciento de los votos, frente al 49,10 del dirigente derechista con el 99 por ciento escrutado. Lula se convertirá en el próximo presidente el 1 de enero de 2023 e iniciará así su tercer mandato de cuatro años. Su victoria llegó después de una jornada electoral de nueve horas marcada por un clima de tensión y por las acusaciones de obstrucción policial al tránsito de votantes en las zonas 'pro-Lula'. Esta segunda vuelta de los comicios venía precedida por una de las campañas más polarizadas que se recuerdan en los últimos años. Bolsonaro llegaba con impulso a estos comicios tras obtener un mejor resultado de lo esperado en la primera vuelta, en la que forzó una segunda 'batalla' electoral. El pasado domingo, 30 de octubre, el líder de los liberales fue madrugador y votó a los pocos minutos de que abrieran su colegio electoral. Lo hizo en Río de Janeiro, ataviado con una camiseta con los colores de la bandera brasileña, verde y amarillo. Por su parte, el candidato izquierdista ejerció su derecho a voto en la localidad de Sao Bernardo do Campo, a las afueras de Sao Paulo. En total, el izquierdista cosechó 59,7 millones de sufragios, mientras que Bolsonaro, líder de la extrema derecha brasileña y capitán retirado del Ejército, se quedó con 57,7 millones, según los datos del Tribunal Superior Electoral (TSE). Durante la jornada proliferaron relatos en redes sociales que denunciaban la presencia de retenes policiales en diversas carreteras del país, obstaculizando a los votantes ejercer su derecho. Según la campaña de Lula, estos controles se realizaron, sobre todo, en el noroeste del país, un territorio dominado tradicionalmente por el Partido de los Trabajadores. El Tribunal Superior Electoral descartó más tarde que los controles hubieran impedido votar a la ciudadanía.
Pese a la victoria de Lula en la carrera hacia la jefatura de Estado, la mayoría de los gobiernos regionales quedaron en manos de candidatos apoyados por Bolsonaro. Los aliados del líder ultraderechista gobernarán 13 de los 27 estados de Brasil, entre ellos Sao Paulo, el más poblado y rico del país, mientras que los apoyados por el ahora presidente electo regirán en solo 10 regiones. Otras cuatro regiones serán gobernadas por candidatos ajenos a los dos aspirantes presidenciales. En la primera vuelta fueron elegidos 15 de los 27 gobernadores del país, de los cuales 9 candidatos apoyados por el líder ultraderechista resultaron vencedores, frente a 6 que tenían el respaldo del exsindicalista. En la segunda, se eligieron los 12 mandatarios regionales que faltaban, de los cuales 4 contaban con el respaldo de Bolsonaro y otros 4, con el de Lula. El líder de los Trabajadores abandonó el Palacio de Planalto el 1 de enero de 2011, después de dos mandatos y en un momento en el que tenía un 83 por ciento de aprobación. Desde aquella fecha hasta este domingo han pasado 4.320 días, casi 12 años. Lula pasó 580 días de ese tiempo en la cárcel tras ser declarado culpable en 2017 de los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero. A sus 77 años, el político volvió a presentarse a los comicios después de recuperar sus derechos tras ser anuladas sus condenas. Y ganó. Por los pelos y en segunda vuelta, pero ganó. Bajo su mandato, el país carioca vivió uno de sus periodos más prósperos. Apenas acometió reformas económicas, pero, gracias a la demanda de materias primas, pudo sacar adelante una serie de políticas de ayudas sociales que sacaron de la pobreza a millones de personas. En 2018 tenía todo a su favor para volver a ser reelegido como presidente, pero su condena y entrada en prisión truncaron sus aspiraciones. Los simpatizantes del Partido de los Trabajadores celebraron la victoria de su candidato en la Avenida Paulista, en el corazón financiero de Sao Paulo. Desde un hotel de la ciudad, el presidente electo aseguró que Brasil afronta un mandato con una “maquinaria del estado” que está puesta “al servicio” de Bolsonaro. Se comprometió, además, a “restablecer la paz” en un Brasil dividido. “Estoy aquí para gobernar este país en una situación muy difícil, pero con la ayuda del pueblo vamos a encontrar una salida para que el país vuelva a vivir democráticamente”, afirmó el dirigente del PT, que remarcó que su principal objetivo será el de erradicar la pobreza y el hambre. Tampoco pasó inadvertida su referencia a su etapa en prisión: “Han intentado enterrarme vivo y estoy aquí”. Bolsonaro, que llegó al poder denunciando la corrupción del PT y prometiendo la restauración del orden, se presentó a la reelección con la intención de seguir avanzando con la privatización de empresas estatales. Lula, en cambio, ha logrado finalmente la victoria tras una campaña en la que prometió “reconstruir” el Brasil de Bolsonaro, llevar a cabo políticas de impulso del consumo para combatir la crisis económica y una reforma fiscal progresiva con la que gravar las grandes fortunas.
Hasta dos días después de conocerse el resultado de las elecciones en Brasil el pasado domingo no salió Bolsonaro a decir algo en público. Al fin dio la cara tras las elecciones. Y, como se esperaba, mantuvo su discurso rechazando los resultados, pero, al menos, dejó claro que respetaría la Constitución. En una breve alocución ante los medios y con guiños a sus seguidores, que no aceptaban la derrota, Bolsonaro se limitó a decir que “seguirá siendo fiel a la Constitución”, para evitar dar legitimidad a unos resultados oficiales respaldados por la comunidad internacional. Se dirigió sus votantes: “Agradezco a los 58 millones de brasileños que me votaron”. Dijo que, para el, había sido un “honor ser el líder” de estos seguidores, que defienden sus valores, “Dios, Patria, Familia y Libertad”. En las últimas jornadas de campaña, Bolsonaro había avisado de que no reconocería la legitimidad de los resultados electorales si caía derrotado, insinuando que el sistema estaría favoreciendo a su rival, alegando preventivamente irregularidades en el voto electrónico, posible compra o manipulación de votos, el favoritismo de los medios a Lula y también restando legitimidad al Tribunal Superior Electoral. El silencio de Bolsonaro en estas 48 horas provocó que sus seguidores se crecieran y organizaran protestas a lo largo del país, en su mayoría no violentas, pese a la tensión acumulada y la fuerte polarización de la sociedad brasileña. Las protestas más violentas pedían abiertamente un golpe o “intervención” de las Fuerzas Armadas para retener el poder en favor de Bolsonaro. Legitimó a estos manifestantes, “movidos por la indignación” y aseguró que las protestas eran “pacíficas”. Sin embargo, se temió que hubiese alguna acción tensa como en Estados Unidos, con el ya famoso asalto al Capitolio tras seguir las indicaciones de Donald Trump, cuando no reconoció la victoria de Joe Biden. Juanlu Sánches comentó en Al Día: “Ese silencio ha alimentado especulaciones y dudas. ¿Se iba a negar el presidente saliente a reconocer su derrota? ¿Iba a instigar algún desafío político o militar contra el nuevo gobierno electo? La situación se ha ido agravando con el paso de las horas, con camioneros bolsonaristas cortando autopistas y otros activistas de ultraderecha bloqueando el acceso a los grandes aeropuertos. Una cara conocida como Donato, exfutbolista y ultracatólico con fuerza para vivir y se ve que también con ganas de matar, ha pedido una ‘intervención militar’. Bolsonaro habló anoche, después de reunirse con altos cargos militares. Fue un discurso brevísimo, que hemos tenido que escuchar varias veces para interpretar. Dice que cumplirá la Constitución, dice que facilitará la transición. Y con eso creo que hay que quedarse. También es cierto que evita reconocer explícitamente la derrota y que da su apoyo a las manifestaciones, pero qué podemos esperar de un tipo así. Con el recuerdo reciente del Capitolio de EEUU y el impeachment de Trump incluso ha pedido explícitamente que sean movilizaciones ‘pacíficas’.
"Tengo que volver para recuperar el prestigio de Brasil y que el pueblo coma tres veces al día".Lula remarcó: “Lucharé nuevamente por una nueva gobernanza global, con la inclusión de más países en el Consejo de Seguridad de la ONU y con el fin del derecho de veto, que perjudica el equilibrio entre las naciones. Estamos listos para volver a participar en el combate contra el hambre y la desigualdad en el mundo, y en los esfuerzos para la promoción de la paz entre los pueblos”. Así lo afirmó el antiguo sindicalista en un discurso que leyó al lado de sus aliados más próximos y de su esposa, la socióloga Rosângela da Silva. Los cuatro años de mandato de Bolsonaro llevaron a Brasil a convertirse en un paria internacional, especialmente por sus políticas en la Amazonía. “El presidente Bolsonaro fue un desastre para los Derechos Humanos, tanto en el país como en el extranjero”, afirmó Juanita Goebertus, directora para las Américas de Human Rights Watch. “El presidente electo Lula debe comenzar a trabajar en un plan para revertir las políticas nocivas del presidente Bolsonaro en las áreas de seguridad pública, medio ambiente y derechos de las mujeres, LGBT e indígenas, entre otros, y comenzar a implementar ese plan tan pronto como sea posible”, declaró. La ONG apunta que Lula da Silva deberá reparar los daños inflingidos al sistema democrático y al estado de derecho y fortalecer la independencia judicial, rota por la decisión del presidente Bolsonaro de romper con la tradición por la que los fiscales de todo el país elegían a tres candidatos de los que se seleccionaba el fiscal general. “El fiscal general, que debería ser independiente, ha sido muy criticado por aparentar tomar decisiones a su favor y debilitar la lucha contra la corrupción”, critican en el comunicado. HRW también ha señalado la importancia de impulsar políticas para reducir la inseguridad alimentaria que ha aumentado en un 60% desde 2018, un año antes de la toma de posesión de Bolsonaro. El primer discurso de Lula ha ido en esta línea, aunque muchos creen que es demasiado ambicioso para ser cierto. Se comprometió a “acabar con el hambre” y avanzar en la lucha contra la violencia contra las mujeres, así como enfrentar el racismo y la discriminación. Además, manifestó que su gobierno tendrá un compromiso con los pueblos indígenas. Entre sus planes están el aumentar el salario mínimo y fortalecer la infraestructura como el transporte público, la energía, viviendas, y el agua también se gestionarán como antes, con la financiación de los bancos estatales.
Suren Gasparyan reconoce en ElPlual.com que el dirigente ultraderechista había amenazado durante la campaña electoral con no reconocer la victoria de Lula e ir “hasta las últimas consecuencias”. Todas las miradas están puestas en el presidente saliente brasileño, que durante la campaña electoral dio avisos de que podría no reconocer la derrota. “Por ello, tras la victoria de Lula, todas las miradas se centran en Bolsonaro y en qué hará. Una incógnita que el dirigente ultraderechista evitó disipar por el momento. O por lo menos públicamente, puesto que, tal y como aseguran diferentes medios brasileños –entre ellos 'O Globo'– el todavía presidente brasileño habría reconocido ante sus ministros la derrota electoral, allanando de esta manera la transición hacia el nuevo Gobierno, aunque habría evitado a toda costa felicitar públicamente al candidato del Partido de los Trabajadores (PT)”. No obstante, Alexandre Morares, presidente del TSE (Tribunal Superior Electoral de Brasil), adelantaba que el dirigente ultraderechista le atendió “con extrema cortesía” cuando le llamó por teléfono para informarse sobre los resultados de los comicios. Pero, pese a que Bolsonaro evitó reconocer públicamente su derrota, sí lo han hecho aliados suyos de peso. Este es el caso de Tarcísio Gomes de Freitas, gobernador de Sao Paulo y exministro de Infraestructura, quien subrayó que “el resultado en las urnas es soberano” y que el todavía presidente del país “hará lo mejor” para Brasil hasta el final de su mandato. “A partir del momento en que haya una convocatoria para una conversación, nosotros estaremos allí”, señaló uno de los hombres de máxima confianza de Bolsonaro. Pese a que Brasil está entre las diez mayores economías del mundo, se ha convertido en un Estado en el que hasta 33 millones de personas pasan hambre (el 15% del total de habitantes). Una cifra que se ha incrementado notablemente desde que Jair Bolsonaro alcanzó el poder presidencial, debido en gran parte a la falta de inversión en políticas contra la pobreza que dieron resultado durante los mandatos de Lula y Dilma Rousseff y la pésima gestión de la pandemia. Fue en 2020 cuando el Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Brasil advirtió de que el país se dirigía al mapa mundial del hambre, pero el presidente hizo caso omiso. La victoria electoral de Luiz Inácio Lula da Silva (PT) ha puesto fin a una campaña electoral de más de dos meses, marcada por la crispación ante un panorama social y político que presenta una polarización sin precedentes. La corta distancia entre los apoyos que ha obtenido (50,9%) y los que ha aunado su oponente, el hasta ahora presidente Jair Bolsonaro (49,1%), reflejan un país partido en dos.
Sara Serrano comenta en su artículo “Lula, el gobierno y el poder”, aparecido en Público: “La participación ha sido ligeramente superior a la de la primera vuelta, [alcanzando el 79%] y Lula ha recibido el respaldo de 60 millones de brasileños, lo que supone una cifra histórica. Nunca nadie fue nombrado presidente con tantos apoyos, [recordemos que Bolsonaro fue elegido con 58 millones de votos]. Estos resultados no suponen exclusivamente una victoria electoral para la izquierda brasileña, sino también una victoria moral tras años de persecución política y judicial, que incluyeron el impeachment a Dilma Rousseff o el encarcelamiento de Lula durante casi 600 días. De los 27 estados del país, la mayoría de ellos estará en manos de la derecha. En concreto, de las 12 gobernaciones que se elegían en esta segunda vuelta, cinco quedaron en manos de candidatos abiertamente afines a Bolsonaro; cuatro fueron para el PT o más afines a Lula y tres recayeron en manos de la derecha más moderada… La derecha controla también el poder legislativo. El Partido Liberal de Jair Bolsonaro tendrá la mayor bancada en la Cámara de los Diputados. En concreto, 99 escaños, frente a los 80 del PT. La cámara baja tiene 513 escaños, pero para Lula será casi imposible construir una mayoría, ya que, entre las decenas de partidos con representación, la mayor parte son de derechas o extrema derecha. Y en el Senado, el partido de Bolsonaro también es el que acumula mayor representación. Tendrá 14 de 81 asientos, frente a los 9 del PT. Detrás de la bancada bolsonarista está el bloque social representado por las tres B: Biblia, Bala y Buey. Es decir, la todopoderosa iglesia evangélica, los militares y nostálgicos de la dictadura y la agroindustria. A esto hay que sumarle el respaldo de los principales medios de comunicación antipetistas y un sector mayoritario de la judicatura. En líneas generales, el programa con el que Lula ha ganado las elecciones busca fortalecer el rol del Estado, frenar las privatizaciones y subir los impuestos. En el plano económico, propone ajustar los salarios a la inflación, reindustrializar Brasil, ajustar los precios de los combustibles de acuerdo a los costes nacionales y revertir las privatizaciones de empresas como Correos y Electrobras. En materia fiscal, Lula defiende un sistema tributario progresivo y menos basado en los impuestos indirectos, que son a fin de cuentas los que más afectan más a las rentas bajas. Eliminará el impuesto sobre la renta a las personas que cobren menos de cinco salarios mínimos y al mismo tiempo aumentará los impuestos a las grandes fortunas y perseguirá la evasión fiscal. En política social, y frente al programa Auxilio Brasil de Bolsonaro, Lula propone avanzar hacia una renta básica universal para cada ciudadano. Su programa contempla, además, proteger a la población afrodescendiente, y garantizar la posesión de las tierras de la población indígena, luchando contra la deforestación de la Amazonía. En política exterior, Lula ha anunciado su intención de recuperar las estructuras de integración regional y de países emergentes que impulsó durante su segundo mandato como Mercosur, Unasur o los Brics”.
La vicepresidenta segunda
y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, celebró la victoria del candidato de
izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva (50,68%), que se impuso por un estrecho
margen a su rival y actual presidente brasileño, Jair Bolsonaro, e indicó que
la ciudadanía brasileña escogió “mirar al futuro”. “¡Ha vencido el
#BrasilDaEsperança! La ciudadanía brasileira ha escogido mirar al futuro. Ha
elegido a @LulaOficial para cuidar la democracia. Ahora, trabajaremos juntos
por una América Latina y Europa de justicia social y climática”, escribió la
titular de Trabajo en un mensaje en Twitter, recogido por Europa Press. La
proyección de la empresa demoscópica Datafolha auguró también la victoria de
Lula, confirmando así que Bolsonaro se convierte en el primer presidente
brasileño en no lograr la reelección. Además de Díaz, la ministra de Derechos
Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra dio la enhorabuena al pueblo brasileño por
esta “victoria histórica” e instaló a reconstruir y “plantar cara al miedo con
políticas valientes a favor de la mayoría. La victoria de @LulaOficial recupera
la apuesta de Brasil por la democracia frente a la reacción de las élites y la
ultraderecha”, añadió también en un mensaje en la mencionada red social.
Lula da Silva y Rosângela se conocían desde la década de 1990, pero fue al caer él preso cuando comenzó la relación amorosa. El vestido de novia que usó la socióloga Rosângela da Silva para casarse con Luiz Inácio Lula da Silva en mayo de este año fue decorado por bordadoras de Timbaúba dos Batistas, en el noreste de Brasil. Esa región, bastión del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, fue la temática de la fiesta: cactus bajo un cielo iluminado por la luna. Y en todo el vestido había estrellas geométricas idénticas a la estrella del partido, aunque todas blancas. De rojo, solo las rosas del ramo y de la solapa del novio, que vestía un traje azul. Activista histórica del PT, la socióloga Rosângela da Silva –apodada Janja– era militante del partido desde mucho antes de conocer a Lula: ingresó a los 17 años, en 1983, y, tiempo después, pasó a trabajar en la dirección del PT en la Asamblea Legislativa del estado de Paraná. Conoció en persona a su actual esposo a mediados de la década de 1990, cuando era una recién graduada en ciencias sociales, mientras que Lula ya se había postulado para presidente y estaba viajando por Brasil para interiorizarse en la realidad del país.
Paralelamente a las manifestaciones convocadas paralelamente a las protestas de camioneros, miles de partidarios de Jair Bolsonaro se concentraron el miércoles en cuarteles de Sao Paulo, Brasilia y Río de Janeiro, reclamando un golpe de Estado tras la victoria del líder de izquierdas. Y algunos actos similares fueron programados en el Día de los Muertos, impugnando el triunfo de Lula desde que se conocieron los resultados de la segunda vuelta. Varios días pasados tras su triunfo electoral, Bolsonaro todavía no ha reconocido de manera pública y directa la derrota, aunque su equipo señala que “está dispuesto” a llevar a cabo la transición del poder para el futuro Gobierno. Pero sus palabras no han bastado para que sus seguidores dejen de alentar el golpe de Estado, cortando algunas vías del país. No obstante, la Policía Federal de Carreteras informa de que las concentraciones de camioneros están perdiendo fuelle y se están desconvocando muchas de las manifestaciones. De los 500 bloqueos registrados el pasado lunes se pasado a unos 150, según recogen varios periódicos brasileños. Estas interrupciones afectaban a 24 de los 27 estados del país. Y se produjeron 1.992 avisos relacionados con la obstrucción de carreteras. Por su parte, 45 horas después de que concluyera el escrutinio, Bolsonaro pronunció un discurso marcado por la ambigüedad. Algunos de los que reclaman el golpe militar comparten fragmentos de sus declaraciones y el líder radical brasileño optó por no cumplir con el pacto no escrito en cualquier democracia y que sirve para avalar los resultados electorales: reconocer la derrota y felicitar al adversario por el triunfo. Una estrategia que Donald Trump llevó a cabo hasta el final y que desembocó en el asalto al Capitolio. Y los seguidores de Bolsonaro, terminaron por levantar los bloqueos en las carreteras, pero continuaron con las protestas en grandes ciudades de Brasil e impugnan el triunfo de Lula da Silva desde que se conocieron los resultados de la segunda vuelta celebrada el pasado domingo.
Otros comentarios, imágenes y fotos sorprendentes:
Vargas Llosa volvió a apoyar a un candidato que perdió las elecciones. En su camino por clamar contra líderes democráticos y de izquierdas, el escritor peruano prefirió que ganara el ultraderechista Jair Bolsonaro en lugar de Lula da Silva. Este nuevo “éxito” del autor se incorpora a su lista de candidatos derrotados en las urnas. En Chile, fracasó Kast. En Perú, Fujimori. En Argentina, Macri. En Bolivia, Mesa. Y en Colombia, Duque. Esto lleva a Vargas Llosa a preguntarse si no es una especie de agente camuflado en los sectores de la derecha y la extrema derecha para dar suerte a la izquierda allá por donde va. Los tuiteros han definido la línea de apoyos del novelista como los mejores tuits y respuestas ingeniosas.
El fin de Bolsonaro es el fin de un mandato que ha sumido a Brasil en la pobreza, la división y la violencia. La peor gestión de la pandemia, la destrucción de la Amazonia, el racismo institucional y el poder influenciado por sectarios ultra-religiosos. (Skakeo FanZine)
El ex futbolista brasileño, Donato Gama da Silva, conocido por haber vestido las camisetas del Atlético de Madrid o del Deportivo de La Coruña, mostró su disconformidad con los resultados electorales del pasado domingo en Brasil. Quien fue internacional con España en 12 ocasiones tras su nacionalización, pidió un golpe de Estado a favor en su país de Jair Bolsonaro. Sus graves declaraciones han causado estupor tanto en Brasil como en España, debido a su pasado profesional en nuestro país. Donato se ha unido a otros futbolistas de élite como Neymar, quien abiertamente se proclamó partidario de la victoria de Bolsonaro. Pero ninguno de ellos había llegado tan lejos como ahora Donato, al pedir a las fuerzas armadas un levantamiento para evitar que Lula da Silva se proclamase nuevo presidente. Una llamada al golpe militar y a la sublevación, tan impropio de nuestro siglo.
Cosas que dan mala suerte:
Pasar por debajo de una escalera.
Un espejo roto.
Un paraguas abierto en interior.
Un gato negro que se cruza.
Que te mire un tuerto.
Que te apoye Vargas Llosa.
(Skakeo FanZine)
Gabriel Rufián lo ha vuelto a hacer en Twitter. Con un simple tuit, Gabriel Ruffián ha recogido cómo los medios, especialmente las televisiones y sus respectivos matinales, han centrado su agenda en atacar una posible reforma del delito de sedición. El diputado de ERC ha recordado a través de la red social la ratificación del Tribunal Supremo de la absolución de los 34 acusados en el juicio por el escándalo de la salida a Bolsa de Bankia, entre los que está el expresidente de la entidad Rodrigo Rato. Han sido absueltos de los delitos de estafa a los inversores y falsedad contable. De hecho, esta hipotética reforma ha servido de excusa, alentada por determinados medios de comunicación, para que el PP rompa las negociaciones con el Gobierno para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. (Tremending).
El humor en la prensa de esta semana: Forges, El Roto, Peridis, Eneko, Enrique, Vergara, Manel F, Riki Blanco, Flavita Banana, Riki Blanco, Malagón, J.N. Nieto…
El humor isleño de Pep Roig:
Fantasmas.
Negación en familia.
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