“Una vida de copla”: homenaje a Carlos Cano.
Carlos Cano habría
cumplido hoy 70 años, y su discográfica ha querido homenajearle con la
reedición de 'Una vida de copla', el disco de hace diez años que reúne las
mejores canciones del cantautor y poeta, infatigable defensor de la importancia
de la cultura andaluza. “María la Portuguesa”, “Las Habaneras de Cádiz” o “Alacena
de Las Monjas” son algunas de sus canciones, parte de la banda sonora personal
de muchas generaciones (no solo de aquellos que rondan los setenta). Con su
corazón al lado de las personas humildes, el cantante y compositor transformó
la copla, y con una forma honesta y combativa la convirtió en un género popular
comprometido con los problemas sociales del sur, y, por extensión, de los más
desfavorecidos en todo el planeta.
El periodista Omar Jurado
y el fotógrafo Juan Miguel Morales, tras siete años de trabajo, escribieron esa
biografía de Carlos Cano, condensado en 300 páginas y construido a través de
cincuenta voces diferentes. La publicación del libro quedó deslucida por los
estragos de la pandemia de la covid, pero su valor va más allá de si es una
novedad editorial o no. Participaron en su confección artistas diferentes,
familiares, amigos o activistas sociales y políticos que lo conocieron y que
compartieron su carrera. Ordenadas cronológicamente y solo por mencionar
algunas, las voces alrededor de las cuales gira el libro son las de Juan de
Loxa, Paco Ibáñez, Luís Pastor, Lluís Llach, Manuel Gerena, Santiago Auserón,
Benito Moreno, Martirio, Ian Gibson, Fernando Bellver, Giulia Valle o Amaranta
Cano.
Lluís Llach fue uno de
los responsables de alentarlo a cantar, y, como señala en el libro, a Cano “le
apasionó todo y especialmente Andalucía”. Y añade: “Hablábamos sobre libertad,
de sexo como un concepto de liberación, de justicia social y nacionalismo
andaluz. Yo le decía que, si alguna región de España tenía derecho a la
autodeterminación y su liberación, porque desde 1942 está esclavizada por una
élite, esa era Andalucía”, sostiene Llach., Carlos Cano fue “único en
anticiparse a la realidad colectiva andaluza. Cuando todos estábamos hablando
del cambio político nadie hablaba de las autonomías. Él fue el primero en
adelantarse, no sólo en el folclore o en el símbolo, sino que toca tierra y
deja el peso de lo que significa Andalucía como lugar de memoria, herida y
reparación”.
Granada era la ciudad de
Carlos Cano, pero fue en Barcelona donde empezó a cantar y a componer. Antes de
hacer carrera musical, como tantos otros andaluces, trabajó de peón de obra. Y,
cuando tenía 17 años, trabajaba en las oficinas de una empresa de construcción donde
fue a pedir trabajo. Sierra i Fabra recuerda cómo, al cabo de una semana, Cano
lo dejó hecho una furia porque consideraba que ese trabajo era una esclavitud.
Cano era un rebelde, por eso cuando, más adelante, lo reencontró convertido en
el “Raimon andaluz” no le sorprendieron nada sus letras subversivas.
El afán de denuncia y una
personalidad rebelde ante las injusticias de cualquier tipo y en cualquier
ámbito, hacen de Carlos Cano una inspiración que sigue hablando a través de
unas canciones que juegan en una liga donde las modas y el tiempo no importan.
Quizás porque como él mismo se definió: “Sabed que he sido brujo, escritor,
cantante, morisco, gitano, bereber, sirena, gayamba, monjita de convento,
bandolero, pirata, guerrillero, abogado de pobres, contrabandista y justiciero.
Que me aferro al instinto cuando me traiciona la inteligencia. Que aprendí a
cantar y a golpear las cuerdas de mi guitarra como si fueran barrotes de una
prisión”.
María Dolores Pradera y Carlos Cano, cantando al alimón “María la portuguesa”
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