20 de marzo. La prioridades de Cebrián
A lo largo de mis años de periodista en activo, nunca me he entrevistado con Polanco, pero sí, y varias veces, con Cebrián, su consejero editorial del Grupo Prisa y brazo derecho. Pero siempre con la mala fortuna de interrumpirlas antes de terminarlas, por falta de tiempo por su parte. La primera vez, en 1981, creo recordar, en Menorca, donde veraneaba. Y la última, en 1995, en Madrid.
Tímido y reservado en sus contactos personales, agresivo y polémico cuando le sacan de sus casillas o está a la defensiva, Juan Luis Cebrián es el único de los periodistas seleccionados para mi frustrado libro “Periodistas de oro y otras calderillas” que entrevisté sólo a medias. En las primeras ocasiones, en Menorca, fueron escasas las preguntas contestadas por una supuesta escasez de tiempo en pleno verano. En Madrid, antes de que llegáramos a completar la entrevista, tuve que esperar mucho tiempo. Sólo una vez conseguida la cita, la interrumpió con varias llamadas telefónicas, hasta que me propuso continuar la entrevista en un próximo encuentro.
La fecha fue varias veces pospuesta, quedándose definitivamente en el aire. Meses o años después, ante la imprecisión del encuentro prometido, decidí olvidarme del mismo antes de darlo por zanjado. Fue el único de los trece periodistas seleccionados para mi libro que dejaba inacabada una entrevista. No tengo ninguna de que, si, en lugar de ser un periodista quien fuera tras él, hubiera sido un banquero, no le hubiera dejado con la palabra en la boca. Me consta que, como miembro que Cebrián es del consejo de administración de Bankínter, nunca los dejó con el culo al aire. Lo que permite adivinar sus prioridades.
Cebrián proviene de la clase media típica del franquismo. Su padre era director del periódico “Arriba” y había trabajado toda su vida en la prensa del Movimiento. Era Juan Luis un muchacho muy religioso en el colegio, metido, según me explicó, en los rollos esos de los curas. “Hablando con mis padres, decidí que, antes de tomar una decisión de este tipo, primero ingresaría en la Universidad. Por eso estudié Filosofía, para tratar de ganar tiempo, y Periodismo, porque me divertía y me apetecía”. Había cursado estudios en el colegio de los Marianistas, con su culto a la Virgen, y allí dirigió, a los quince años, su primer periódico: ”Yo soy pilarista”. Era la revista del Colegio que asimismo fue dirigida por Ansón, Javier Rupérez e Ignacio Camuñas.
Gracias a la amistad con éste, en 1973, dirigió Gentleman, en la línea de Play Boy, pero a la española, en un momento que ésta revista con nombre masculino no se podía vender en la España de Franco. Estuvo un año y pico de director hasta que Pío Cabanillas le ofreció la dirección de los informativos de TVE. Fueron siete meses complicados, con la oposición enfrente y con continuas trifulcas entre los falangistas, que creían que Cebrián era comunista, los franquistas y los aperturistas del Régimen. Al día siguiente de que Pío Cabanillas cesara, Cebrián dimitía definitivamente de su cargo.
Manuel Fraga, en sus “Memorias breves de una vida pública”, cuenta que, en un almuerzo con él en Londres, donde ejercía de embajador, Cebrián le pidió la dirección de El País, le prometió que el periódico sería liberal, avanzado, y que “no entraría en él ni un solo marxista”. Cebrián comenta así su versión del caso: “Es verdad que, en una de las visitas que yo le hacía por otros motivos, coincidiendo con uno de los viajes a Londres, un día me dijo que me iban a ofrecer la dirección de El País, yo creo que, por tratar de apuntarse él el tanto, aunque me la ofreciera formalmente José Ortega. Con él y con Jesús Polanco, empecé a trabajar desde antes del verano de 1975, con Darío Valcárcel en el proyecto, y pese a las dificultades políticas puestas por Arias Nararro para el que yo era una persona non grata y un ‘comunista’. Pero, una vez muerto Franco, todo cambió y, en diciembre, firmaba mi contrato como director con Jesús, entonces consejero delegado”.
Tímido y reservado en sus contactos personales, agresivo y polémico cuando le sacan de sus casillas o está a la defensiva, Juan Luis Cebrián es el único de los periodistas seleccionados para mi frustrado libro “Periodistas de oro y otras calderillas” que entrevisté sólo a medias. En las primeras ocasiones, en Menorca, fueron escasas las preguntas contestadas por una supuesta escasez de tiempo en pleno verano. En Madrid, antes de que llegáramos a completar la entrevista, tuve que esperar mucho tiempo. Sólo una vez conseguida la cita, la interrumpió con varias llamadas telefónicas, hasta que me propuso continuar la entrevista en un próximo encuentro.
La fecha fue varias veces pospuesta, quedándose definitivamente en el aire. Meses o años después, ante la imprecisión del encuentro prometido, decidí olvidarme del mismo antes de darlo por zanjado. Fue el único de los trece periodistas seleccionados para mi libro que dejaba inacabada una entrevista. No tengo ninguna de que, si, en lugar de ser un periodista quien fuera tras él, hubiera sido un banquero, no le hubiera dejado con la palabra en la boca. Me consta que, como miembro que Cebrián es del consejo de administración de Bankínter, nunca los dejó con el culo al aire. Lo que permite adivinar sus prioridades.
Cebrián proviene de la clase media típica del franquismo. Su padre era director del periódico “Arriba” y había trabajado toda su vida en la prensa del Movimiento. Era Juan Luis un muchacho muy religioso en el colegio, metido, según me explicó, en los rollos esos de los curas. “Hablando con mis padres, decidí que, antes de tomar una decisión de este tipo, primero ingresaría en la Universidad. Por eso estudié Filosofía, para tratar de ganar tiempo, y Periodismo, porque me divertía y me apetecía”. Había cursado estudios en el colegio de los Marianistas, con su culto a la Virgen, y allí dirigió, a los quince años, su primer periódico: ”Yo soy pilarista”. Era la revista del Colegio que asimismo fue dirigida por Ansón, Javier Rupérez e Ignacio Camuñas.
Gracias a la amistad con éste, en 1973, dirigió Gentleman, en la línea de Play Boy, pero a la española, en un momento que ésta revista con nombre masculino no se podía vender en la España de Franco. Estuvo un año y pico de director hasta que Pío Cabanillas le ofreció la dirección de los informativos de TVE. Fueron siete meses complicados, con la oposición enfrente y con continuas trifulcas entre los falangistas, que creían que Cebrián era comunista, los franquistas y los aperturistas del Régimen. Al día siguiente de que Pío Cabanillas cesara, Cebrián dimitía definitivamente de su cargo.
Manuel Fraga, en sus “Memorias breves de una vida pública”, cuenta que, en un almuerzo con él en Londres, donde ejercía de embajador, Cebrián le pidió la dirección de El País, le prometió que el periódico sería liberal, avanzado, y que “no entraría en él ni un solo marxista”. Cebrián comenta así su versión del caso: “Es verdad que, en una de las visitas que yo le hacía por otros motivos, coincidiendo con uno de los viajes a Londres, un día me dijo que me iban a ofrecer la dirección de El País, yo creo que, por tratar de apuntarse él el tanto, aunque me la ofreciera formalmente José Ortega. Con él y con Jesús Polanco, empecé a trabajar desde antes del verano de 1975, con Darío Valcárcel en el proyecto, y pese a las dificultades políticas puestas por Arias Nararro para el que yo era una persona non grata y un ‘comunista’. Pero, una vez muerto Franco, todo cambió y, en diciembre, firmaba mi contrato como director con Jesús, entonces consejero delegado”.
1 comentario:
La revista (no periódico) del colegio de El Pilar se llama "Soy pilarista", no "Yo soy pilarista".
Otra cosilla, siempre se pone a Aznar, Ansón, Cebrián y unos pocos más como los estandartes de El Pilar. Sin embargo, nos solemos olvidar de qeu "El Jarabo" también fue alumno de dicho colegio, una curiosidad más.
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