jueves, 14 de mayo de 2009

Rajoy, Zapatero e Iker Casillas, tres personajes mediáticos.

Zapatero, contraatacando a Rajoy.

Rajoy, jaleando el paro en el Congreso.

Casillas, españolizando al Real Madrid.

Hay personajes que se crecen ante las cámaras de televisión. Las discusiones acaloradas entre Mariano Rajoy, líder de la oposición, y José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, en el debate del Estado de la Nación, así lo demuestran. Aunque su crecimiento eventual sea fruto de un flirteo ocasional que pretende demostrar la razón de cada uno de ellos para imponerse sobre el otro. Ambos se presentaron como únicos salvadores de la patria y se acusaron de despreciar a los millones de parados. Cuando la mayoría de los cuatro millones de parados oficiales darían su voto al partido que, sin necesidad de tanta bronca y lucha política, le entregara sin más otro nuevo trabajo. Pero eso es ya otro cantar.

“No hay despido más libre, ni más barato, que los siete mil parados diarios que ha conseguido su Gobierno”, le espetó Rajoy a Zapatero. Éste le contestó: “Ustedes jalean cada dato negativo, casi se diría que lo anhelan. Su objetivo no es colaborar para vencer la crisis, sino servirse de la misma. Esa actitud no ayuda a España, porque cualquier inversor extranjero que les escuche recibirá un mensaje de desconfianza hacia nuestro país”. Y dirigió sus baterías hacia el portavoz de Economía del PP. “Cristóbal Montoro llegó a afirmar que los cinco millones de parados quedan al alcance de la mano. Sólo le faltó decir que casi los acaricia con las manos”. Esta vez, Rajoy no se mordió la lengua y tildó a Zapatero de mentiroso, ya que prometió dos millones de nuevos empleos antes de las elecciones: “Usted no tiene ningún interés en salir de la crisis, sino en servirse de ella para ganar posiciones políticas. Lo suyo son excusas de mal pagador para eludir su responsabilidad”. Y, dolido por la grave acusación de Zapatero, salió en defensa de Montoro y aseguró que su partido no sólo no se alegra de que se haya rebasado la cifra de cuatro millones de parados, sino que se limita a decir “lo mismo que los autónomos, los transportistas, la Unión Europea, el FMI o el Banco de España. ¿También cree usted que todos ellos se alegran del paro?”

Sólo una cosa deja a los políticos con las espadas en alto, al margen de sus mutuas acusaciones: un partido como el jugado ayer noche entre el Barça y el Athletic en el que se dilucidó la Copa del Rey. Horas antes de su inicio, vi imágenes televisivas de diputados, olvidados por unas horas de la batalla política, vistiendo y blandiendo sus camisetas –las de su equipo– en los aledaños y en el interior de las Cortes. Sólo en estos casos son capaces de abrir un paréntesis y firmar la paz por unas horas, para entrar en el terreno del deporte.

Termino no sin mencionar a otro personaje deportivo que, más que buscar, como los políticos, las cámaras de televisión, a veces da la impresión de rehuirlas. Me refiero a Iker Casillas, un jugador comprometido con las causas solidarias quien insiste en la necesidad de fichar jugadores españoles para la próxima temporada. “Hay que españolizar al Real Madrid”. Lo dijo en su visita a la Universidad Alfonso X, El Sabio, donde acudió a un acto benéfico. En una fugaz rueda de prensa, y, a la espera de que Florentino Pérez acceda a la presidencia (elecciones mediante) y otorgue al equipo un nuevo rumbo para recuperar la identidad perdida, Iker hizo esta vez de apuntador. Insistió en la necesidad de fichar a jugadores españoles para la próxima temporada. “Porque –dijo– hay que españolizar. Pero no por ser racista con jugadores extranjeros, sino porque hay jugadores españoles que se merecen la oportunidad de estar en grandes clubes, por ejemplo David Silva, David Villa, Juan Mata y Sec Fábregas”. Acosado por los estudiantes que buscaban a toda costa una fotografía junto él o su autógrafo, Iker tuvo que refugiarse en un coche de seguridad ante la cantidad de personas que le rodeaban.

1 comentario:

migramundo dijo...

Por españolizar que no sea. Está de moda hacerlo, como con la crisis, por ejemplo. Siempre me he preguntado de qué sirven las etiquetas fuera de los productos de consumo, como si en la grandeza de la diferencia no radicase el atractivo de lo distinto. Saludos.