“Quita tus sucias manos de Almudena”.
El pasado día 4 de los corrientes,
David Torres escribía en Público el siguiente artículo que así comenzaba: “Se
ve que Martínez-Almeida, el munícipe por antonomasia, tiene un serio problema
con la cultura. Por un lado, le molestan enormemente los homenajes a poetas,
novelistas y escritores en general; por otro lado, le encanta rescatar placas
dedicadas a militares y matarifes franquistas. Por un lado, borra unos versos
de Miguel Hernández en el Memorial del cementerio de la Almudena al tiempo que
recobra una calle dedicada al general Millán Astray, el Señor Patata de la
Legión, un señor que ha pasado a la posteridad por gritar ‘¡Muera la
inteligencia! ¡Viva la muerte!’. Es difícil resumir con menos palabras el
legado ideológico de la derecha española y, muy especialmente, el diagrama
mental del señor Martínez-Almeida. A Martínez (es mejor llamarlo Martínez a
secas, en recuerdo de cierto personaje de El Jueves) no le bastaba con oponerse
a que nombraran a Almudena Grandes Hija Predilecta de Madrid: tenía que decirlo
en voz alta y mezclar los presupuestos de 5.600 millones para justificar su
bajada de pantalones. Hay una foto famosa en la que se ve a Ortega-Smith
agarrando del brazo a Martínez como si sostuviera un Madelman, una foto que
sería una metáfora de la alianza entre la derecha y la extrema derecha, si no
fuese porque aquí hay muy poca diferencia entre una y otra, por no decir
ninguna diferencia”.
Y Torres continuaba: “¿Qué
falta hacía quedar como un patán soltando eso de ‘Almudena Grandes no merece
ser Hija Predilecta de Madrid?’. A fin de cuentas, casi sesenta mil madrileños
avalaron la propuesta en una plataforma, unos sesenta mil más de los madrileños
a quienes no nos preguntaron si queríamos ver una calle ensuciada con el nombre
del Señor Patata de la Legión o una plaza con el nombre de Margaret Thatcher,
una señora bastante repugnante que en su puñetera vida hizo nada por Madrid, no
digamos ya por España, mucho menos escribir unos cuantos libros. No es sólo una
cuestión de ideología, de derechas o de izquierdas, sino de la alergia visceral
que ciertos politicuchos y popes municipales sienten por las manifestaciones
artísticas, musicales y literarias. Podía haber quedado como un señor y
callarse, pero Martínez no ha querido dejar pasar la ocasión de meter una vez
más la pata hasta el corvejón y retratarse con una frase en la que se atreve a
hablar de méritos. Es evidente que, por cuestiones de pactos democráticos,
Madrid se merecía este alcalde, pero desde luego los madrileños no nos lo
merecíamos. Recordando el apellido de Almudena, a este hombre la novela, la
poesía, la literatura en general, le vienen grandes, demasiado grandes”.
David torres termina de
dar su opinión en estas palabras: “Entre el Opus Dei y la Universidad
Pontificia de Comillas, Martínez tiene pinta de haberse atragantado desde la
infancia con endecasílabos y raíces cuadradas. En un encuentro televisado en un
programa infantil, Martínez dejó boquiabiertos a los críos al decir que él
prefería salvar Notre Dame a salvar la selva amazónica. Decía que Notre Dame
era un símbolo de Europa, de la cultura occidental, pero en realidad no se
refería a la arquitectura sino a la religión católica. Con su desprecio por
Almudena Grandes y por Miguel Hernández, y su cariño por la División Azul y por
Millán Astray, hace mucho que Martínez eligió la selva”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario