La mentira del Nuevo Año.
Manuel Francisco Reina
describía ayer en ElPlural.com, ante el salto del nuevo año, cómo nos sentimos
al cruzar la noche del 31 de diciembre, cuando todo se reinicia, comienza, es
posible; pero es una mentira más. “Al cruzar a las doce de la noche del 31 de
diciembre todo se reinicia, comienza, es posible. Es una mentira más, una de
tantas, consolidadas por la costumbre, las tradiciones, los ritos, las
religiones y nuestras particulares supersticiones o hábitos. En algo hay que
creer; de algo hay que morir, mejor de optimismo. Es como los que, incluso
detestando estas fiestas porque nos van faltando cada vez más gente
insustituible, nos dejamos arrastrar, por un instante, por las frías luces de
navidad, brillantes y multicolores, en competencia absurda de todas las
ciudades y pueblos del país, mientras hay muchas familias que no pueden
encender un calefactor para pasar el frío”…
“Mis nuevos propósitos de año nuevo —termina recordando—, los verdaderamente nuevos, son no perder del todo la esperanza en el género humano. Seguir comprometido con mi tiempo y los que necesitan que alguien diga la verdad, por incomoda que sea. Aferrarme a todo lo bueno, a la capacidad como especie de sobreponerse a la muerte y la vicisitud, y de elevarnos por encima de las miserias de algunos en lo meramente material. Sobreponernos al hartazgo, a la estupidez inoculada desde las redes sociales y corrientes cada vez más organizadas. La solidaridad en la palabra y en lo correcto, esa forma de m ética cívica tan poco de moda. Con este agridulce sentimiento despido el año que muere y saludo al que nace, con la sorna marinera del gran poeta de la bahía, mi maestro no sólo de versos, Rafael Alberti: “Y no es que no quiera ir,/es el no saber si el irme/ es un volver sin partir”.
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