martes, 17 de mayo de 2022

Miles de palestinos despiden a la periodista asesinada en la brutal represión israelí.

 

Dolor y consternación por la muerte de la periodista cristiana Shireen Abu Akleh. 

La policía israelí carga contra el cortejo fúnebre de la periodista palestina asesinada.

A pesar de las amenazas, miles de palestinos despidieron el pasado viernes a la mártir palestina, la periodista Shireen Abu Akle, de 51 años, y residente en el sector ocupado de Jerusalén. Los agentes israelíes de ocupación atacaron en varias oportunidades a los asistentes, asaltaron el hospital donde yacía su cuerpo e interrumpieron en múltiples ocasiones el funeral de la víctima. A pesar de las advertencias de la ocupación israelí, los palestinos cargaron su féretro con cánticos y banderas palestinas, luego de la misa fúnebre en la Iglesia Greco Católica de Jerusalén, con una impresionante participación popular, hacia su morada final en el cementerio Monte Zion, , donde se encuentran los difuntos padres de la periodista asesinada.

Shireen, que trabajaba protegida por un casco y un chaleco antibalas con la leyenda 'prensa' en inglés visible, fue alcanzada por un disparo justo por debajo del casco hacia las 6:30 horas de la mañana del miércoles. Inmediatamente se le subió a un automóvil para trasladarla al hospital, pero la herida resultó mortal y la corresponsal falleció poco después. Los periodistas que cubrían la noticia aseguran que la ráfaga partió de los soldados de la unidad especial Duvdevan, que participaba en la operación, una versión que enseguida adoptaron las autoridades palestinas y el propio canal Aljazeera, el más visto en el mundo árabe. Pero Israel enseguida apuntó como responsables a los milicianos palestinos, versión a la que se sumaron entre otros el primer ministro Naftalí Bennett y el ministro de Defensa

Los periodistas presentes insistieron en que la corresponsal fue alcanzada por disparos de los soldados ya que en ese momento los israelíes eran los únicos que estaban disparando, mientras que los milicianos desplegados en las proximidades no disparaban. Según la versión del ejército, los soldados de Duvdevan entraron en la zona con la intención de arrestar a un miliciano de la Yihad Islámica, pero enseguida estalló una refriega que cogió en medio a los periodistas. En algunas áreas del norte de Cisjordania, los milicianos utilizan fusiles, pistolas y cócteles molotov.

Los testigos reiteraron que los disparos procedían de los soldados israelíes y no de los milicianos, y que el tiroteo de los soldados contra los periodistas no fue puntual, sino que se prolongó durante más o menos tres minutos. Y añadieron que los soldados sabían perfectamente que estaban disparando contra periodistas. Un segundo reportero resultó herido en la espalda. El incidente puede agravar el conflicto en las próximas semanas y exacerbar las operaciones de los milicianos contra la brutal ocupación, tanto dentro de Israel como en los territorios ocupados, que es justamente lo que el primer ministro Bennett trata de evitar para continuar tranquilamente con la expansión de las colonias judías sin restricciones.

Al haber cubierto los vaivenes entre Israel y los palestinos desde los años noventa, Shireen era admirada por su valentía y la calidad de su información, conociendo perfectamente la naturaleza de la crisis y sabiendo cuándo era posible arriesgarse y cuándo no. Asimismo, gozaba de notable popularidad en el mundo árabe. Según el periódico progresista Haaretz de Tel Aviv, su trágica muerte la ha convertido automáticamente en un símbolo para los palestinos y en la lucha por la libertad de prensa, y es difícil predecir las consecuencias que tendrá a corto o medio plazo.

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