sábado, 25 de febrero de 2023

Rusia convierte a los niños ucranianos en botín de guerra.

El presidente Vladimir Putin, en una reunión con Maria Lvova-Belova, su comisionada para los derechos de los niños.

Desde que inició la invasión, miles de menores han sido trasladados fuera de Ucrania. Emma Bubola, una reportera del Times con sede en Londres, pasó semanas localizando a niños y familias ucranianos afectados por la política de reasentamiento de Rusia. Pero fueron interceptados por las fuerzas prorrusas en los puestos de control de la ciudad, según entrevistas con niños, testigos y familiares. Las autoridades los subieron a autobuses que se internaban al territorio controlado por los rusos. Y The New York Times lo cuenta con todo detalle.

La primavera pasada, mientras las fuerzas rusas asediaban la ciudad ucraniana de Mariúpol, los niños huían de las casas hogares y los internados bombardeados. Separados de sus familias, siguieron a vecinos o extraños que se dirigían al oeste, buscando la relativa seguridad de la zona central de Ucrania. Las autoridades rusas anunciaron con fanfarria patriótica el traslado de miles de niños ucranianos a Rusia para que fueran adoptados y se conviertan en ciudadanos. En la televisión estatal, los funcionarios ofrecieron osos de peluche a los recién llegados, presentados como niños abandonados, rescatados de la guerra. Pero, en realidad, ese traslado masivo de niños es otro posible crimen de guerra. Y aunque muchos de los niños procedían de orfanatos y hogares grupales, las autoridades también se llevaron a niños cuyos parientes o tutores quieren recuperarlos, según entrevistas con niños y familias de ambos lados de la frontera.

Este reasentamiento sistemático forma parte de una estrategia más amplia del presidente ruso, Vladimir Putin, de tratar a Ucrania como parte de Rusia, presentando su invasión ilegal como una causa noble. Su gobierno utilizó a los niños —incluyendo a menores enfermos, pobres y huérfanos— como parte de una campaña de propaganda que presentó a Rusia como un salvador caritativo.

A través de entrevistas con padres, funcionarios, médicos y niños en Ucrania y Rusia, The New York Times identifica a varios niños que habían sido trasladados. Algunos volvieron a casa. Otros, como Anya, siguen en Rusia. El Times la entrevistó varias veces, intercambiado notas de voz con ella y verificó detalles clave a través de sus amigos, fotografías y un diario que llevaba en el que identificaba a otros niños con los que había estado. Anya había vivido separada de su madre y solo mantenía contacto esporádico con ella antes de la guerra. Pero, sin el número de teléfono, Anya dijo que no podía comunicarse con su mamá.

Anya y otras personas describieron un proceso desgarrador de coerción, engaño y fuerza durante el envío de niños desde Ucrania a Rusia. En conjunto, sus relatos se suman a un creciente número de pruebas de gobiernos e informes de noticias sobre una política de traslado y adopción enfocada en los niños más vulnerables en las situaciones más peligrosas. El traslado de personas fuera de un territorio ocupado puede constituir un crimen de guerra, y los expertos afirman que la práctica es especialmente delicada cuando se trata de niños, los cuales no pueden dar su consentimiento. Las autoridades ucranianas acusan a Rusia de perpetrar un genocidio.

El número de niños reasentados no está claro. Las autoridades rusas no respondieron a las preguntas del Times. Las autoridades ucranianas aseguraron que no tenían un recuento exacto, pero estimaron que la cifra llegaba a miles de niños. Las familias rusas hablan de la adopción como una cuestión de patriotismo, pero también expresan un sincero deseo de dar una mejor vida a los niños. Y aunque muchos padres ucranianos intentaron recuperar a sus hijos, otros no lo hicieron, ya sea por motivos económicos o porque sus relaciones se rompieron incluso antes de la guerra.

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