Felipe VI y el 'show' de los toisones de los borbones.
Nieves Concostrina nos
advierte de que el viernes 21 de los corrientes Felipe y la agregada ciudadana
Ortiz tienen prevista una performance o maniobra de distracción con el reparto
de varios toisones de oro a personajes de principios variables y valores
mutantes: Felipe González, Herrero de Miñón, Miquel Roca… y Sofía de Grecia,
que a mí me suena a Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como. “Mami… te voy
a dar un toisón, para que se te pase el disgusto de las amantes de papi”.
“El jefe de nuestro
Estado, con el que tenemos que tragar pese a proceder de una ilegal instauración
monárquica (no fue una restauración) por decisión de un dictador criminal, eligió
ese día 21 para colgar del pescuezo del citado cuarteto los collares de los que
a su vez cuelga un carnero muerto, con sus cuernos y todo. Justo entre dos días
claves, el 20 y el 22 de noviembre... Felipe, con mayúscula torpeza, eligió el
día de en medio para reclamar protagonismo y dejar de sentirse por un día ni
chicha ni limoná.
“Felipe hace intentos de
desembarazarse de sus dos desestructuradas familias, los Franco-Borbón, pero no
puede porque no sabe cómo. Lleva el ADN ultraderechista y antidemócrata de los
dos linajes. Felipe llamaba abu a Franco, siguiendo las instrucciones de papá y
mamá para caer bien al dictador; y jugueteaba con él y se camuflaba entre los
auténticos nietos para sentirse un heredero más del linaje franquista durante
aquellos veraneos luminosos gallegos en el Pazo de Meirás mientras los
españoles seguían viviendo en blanco y negro.
“Así que, si Felipe ha
decidido repartir collares justo el día entre las celebraciones de la muerte de
su abuelo el dictador y de la jura de lealtad al franquismo de su padre, creo,
sinceramente, que la ha pifiado. También es cierto que Felipe la pifia
constantemente cada vez que decide condecorar a alguien. La lio muy parda dando
medallitas a sus hijas de talentos desconocidos por el único y exclusivo mérito
de compartir código genético, y la vuelve a pifiar dándole el Toisón de Oro a
mamá Sofía para aliviarle sus disgustillos y la desafección familiar del marido
y la nuera.
(...) “Felipe de Borbón
va a imponer unos collares de la Orden del Toisón de Oro que ha usurpado a la
dinastía de los Austrias -de qué nos vamos a extrañar a estas alturas-. Es una
ceremonia tan rancia como la propia condecoración, que se mantiene en el tiempo
desde hace casi 600 años y que consiste en imponer un collar de casi metro y
medio de oro macizo, del que cuelga un carnero. Perdura porque, si a las casas
reales en el siglo XXI las despojas de estos teatrillos protocolarios, se
quedan en nada dado que no tienen ninguna otra utilidad. Es cierto que a veces
sirven como entretenimiento para ver cómo se comen su sentido de ridículo, como
cuando la reina de Inglaterra hizo al sexto Felipe miembro de la Orden de la
Jarretera y vimos al rey disfrazado de tuno, pero en exagerado, hasta con
plumas en la cabeza. Lo llegan a vestir de lagarterana y no hubiera sido tan
cómico.
“Pues el Toisón de Oro es
lo mismo; menos aparatoso en vestimenta, pero mucho más caro, porque un collar
de metro y medio de oro macizo es mucho dinero (¿no pagaremos nosotros,
verdad…? Porque el oro está por las nubes. ¿O serán toisones reciclados de
condecorados muertos? ¿A quién le tocará el de Suárez? ¿Y a quién el que ha
devuelto Sarkozy?)...
(...) “El Toisón de Oro
no sirve absolutamente para nada, más allá de ponerlo en una vitrina sobre un
cojín de terciopelo color burdeos para enseñárselo a las visitas, pero se
supone que quien lo recibe se hincha de orgullo y satisfacción porque entra a
formar parte de la Orden y a recibir el tratamiento de excelencia. Alguno habrá
que creerá serlo… a que sí, Felipe. Me dirijo al emboscado, a Isidoro... Para
recibir las insignias o el collar del Toisón de Oro solo hace falta una cosa:
que al rey le dé la gana concederlo. Y para quitarlo, también tiene que darle
la gana al rey, que por algo es el gran maestre. Por lo general el nuevo gran
maestre entra cuando se muere el anterior, pero la monarquía española es
anómala y estrafalaria, y aunque el gran maestre Juan Carlos no se ha muerto,
tenemos otro gran maestre Felipe. Sufrimos dos reyes, dos reinas… ya basta. No
lo queremos todo por duplicado.
“Juan Carlos impuso 24
collares, pero Felipe solo se atrevió a concedérselo a su hija Leo porque es lo
que tocaba por ser la siguiente que se nos encajará en el trono sin nuestro
permiso. Este año, Felipe se ha soltado el pelo y ha decidido que, venga,
cuatro de golpe, que por algo celebra que en noviembre el abu Franco les regaló
un país y la fortuna con la que les alimentamos”...

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