martes, 22 de marzo de 2022

“Rusia y el separatismo catalán”.

  Josep Lluís Alay, con el  expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.

Miquel Giménez, advirtió la semana pasada en Vozpópuli que la conexión entre separatistas y rusos no debería sorprender a nadie. Y mucho menos a los interesados. “Jordi Sánchez, secretario general de Junts por Catalunya, ha llamado ‘miserable’ a Gabriel Rufián después que este último criticase públicamente los contactos entre Rusia y el entorno de Puigdemont. Deberá también calificar de la misma manera al diario The New York Times, que descubrió públicamente el pastel que llevaban tiempo investigando los organismos de inteligencia españoles. Según el rotativo norteamericano, Josep Lluís Alay, director de la oficina del ex president, Puigdemont, habría viajado a Moscú en 2019 para mantener reuniones con funcionarios rusos”

La información apunta como “casualidad” que, poco tiempo después de dichos presuntos encuentros, estallase el Tsunami Democràtic, con la invasión de infraestructuras vitales como el aeropuerto de El Prat, el bloqueo de la AP-7 o media Barcelona incendiada por “anónimos” separatistas. Un informe de la Guardia Civil corrobora esa colusión Waterloo-Moscú, de la misma manera que el Times también citaba como fuente autorizada la de un informe de inteligencia europeo, sumado a las investigaciones de dos jueces y numerosas entrevistas tanto a separatistas como a funcionarios de inteligencia. Por su parte, Puigdemont lo desmiente todo y habla de guerra sucia del estado español. Amenaza con acciones legales, pero, si llega a emprenderlas, deberá sumar a la lista de demandados al mismo parlamento europeo del que forma parte, que, en enero, decidió investigar dichas conexiones, añadiendo a las mismas las que podrían también existir entre Rusia y el Brexit o las elecciones francesas.

“Omiten los separatistas explicar que las relaciones entre los elementos más turbios de Rusia y los separatistas, antes Convergencia, vienen de muy lejos. Recordemos, como vía de ejemplo, la condena de nueve años y medio de inhabilitación por dar trato de favor a un empresario ruso por el entonces alcalde convergente del municipio turístico de Lloret, Xavier Crespo. El favorecido, Petrov, era por aquellos tiempos el representante en España de los intereses de Viktor Kanaikin, uno de los famosos oligarcas que se dedicaba, según un informe de la Guardia Civil determinante en el caso, a invertir enormes sumas de dinero en el sector inmobiliario. Añadamos que Kanaikin fue durante casi veinte años el director de Gazprom. ¿Les suena? Otros magnates rusos hicieron lo propio en la comarca del Maresme, así como en Barcelona. ¿Novedad? Ninguna”.

M. Giménez termina recordando el insulto de Jordi Sánchez contra Rufián, “una muestra más del cinismo del que hace gala el movimiento del lacito amarillo. Como el tema da para mucho, me reservo retomarlo en otro artículo con más datos, como uno especialmente inquietante: que se haya triplicado el número de activos de la inteligencia rusa en Cataluña en los últimos diez años y que la antena del organismo que tiene su sede en el distrito moscovita de Yánesevo, el SVR, heredero de la KGB, en mi tierra, sea una de las cinco más importantes que tiene Putin en toda Europa. Ahí lo dejo”.

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