jueves, 10 de julio de 2008

10 de julio. El fracaso de los G-8 no se merece un banquete.

En el momento de plantar un árbol, Bush se pregunta, pensativo, para qué diablos servirá esa arma de trabajo.


Los o jefes de Estado y de Gobierno, junto a sus cónyugues, saboreando las delicias de la tierra y del mar.

Los G-8, es decir, los Ocho Grandes –EEUU, Japón, Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia y Rusia– se reunieron del lunes al miércoles en la isla japonesa de Hokkaido para hablar del hambre y dar una repuesta a la crisis de los alimentos que aqueja a los países más pobres del planeta. Los representantes de los países más ricos del mundo repusieron fuerzas en un banquete celebrado en el hotel Windsor, en el que, junto a sus cónyuges, no se privaron de nada. Veinticinco chefs les prepararon manjares dignos de los paladares más exquisitos con 19 platos diferentes.

Pese al aliciente gastronómico, la cumbre del Grupo de los Ocho (G8) finalizó con escasos acuerdos concretos para resolver los principales problemas globales como el cambio climático y la escalada de los precios del petróleo y los alimentos. Durante el encuentro, los líderes de los principales países desarrollados abordaron, entre otros temas, el desarrollo de África, el cambio climático, la economía mundial, la seguridad energética y alimentaria y el sistema comercial y financiero, pero el comunicado final fue decepcionante. Nadie pareció dispuesto a contribuir al problema y el dinero comprometido es insuficiente. Las tres agencias de la ONU que sí tienen como prioridad la lucha contra el hambre recordaron que en los últimos 30 años el porcentaje de la ayuda al desarrollo dedicado a la agricultura cayó del 17% al 3%.

Las reacciones de las organizaciones de defensa son unánimemente negativas a lo anunciado por los Grandes “El G-8 es responsable del 62% del dióxido de carbono acumulado en la atmósfera –señala el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)–, lo que hace de ellos el principal culpable del cambio climático”. El director de Greenpeace España, Juan López de Uralde, considera que el comunicado reconoce la gravedad del problema pero muestra la falta de voluntad política para hacerle frente. “La cumbre del G-8 –asegura– sólo trata de salvar la cara a la espera de que cambie el presidente de Estados Unidos. Hasta que no se vaya Bus, no va a haber avances en este tema”. Por su parte, los Amigos de la Tierra Internacional indican que los líderes del G-8, al verter retórica inútil, no contribuye a parar el coste que el calentamiento global está teniendo para el planeta y sus habitantes.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, asegura que hubiera esperado una respuesta "más contundente y activa" a la crisis alimentaria por parte del G-8 y ha añadido que "con un par de platos se come bien". El fracaso de los G-8, no se merece un banquete, sino un único plato que, además, se come frío: el mismo que se sirve entre los países pobres.

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