21 de julio. El revés de Cristina Fernández.
La Presidenta, en su discurso en el aeropuerto de Chaco.
Los productores agropecuarios celebran el rechazo de la ley.
Con tres años y medio de mandato por delante, el golpe ya se nota en las encuestas. La popularidad de la presidenta bajó de un 56 %, en enero, al 20 % actual. Desde el inicio de la crisis, respondió con autoritarismo a los que le han hecho frente. Ahora tendrá que decidir qué política quiere: la que le llevó a la victoria en las urnas o la que ha aplicado desde entonces. Y la pareja de los Kirchner, con semejantes tropiezos en la gobernabilidad, sufren la primera crisis política que hace correr ríos de tinta. “El que manda en el país –se atreve a diagnosticar el ex senador Eduardo Nemen, hermano del ex presidente – es Néstor Kirchner y no su mujer. La presidenta sólo cumple un papel protocolar”. Pero, según el diario Perfil, Cristina Fernández, tan dialogante como soberbia, ya gritó a su marido el pasado 28 de junio: “Acá, la presidenta soy yo, coño”.
Cristina Fernández, presidenta argentina, acaba de sufrir un sonoro tropiezo. La ley por la que aumentaba drásticamente los impuestos a las exportaciones de soja que, con sus derivados, harina y aceite, suponen un tercio del total de exportaciones, ha sido rechazada en el Senado, en donde el peronismo suele tener el control. El mismo presidente de la Cámara y el vicepresidente del Gobierno, Julio Cobos, disidente de la Unión Cívica Radical (UCR), así como 11 senadores, ayudaron, con su postura en contra de la ley, a propiciarle el golpe. Una ley que deja la credibilidad del Gobierno en entredicho.
Cuatro meses hace que la presidenta Fernández, encerrada en su búnker peronista y aliada con su propio esposo y ex presidente, Néstor Kirchner, lucha a muerte con los agricultores. Éstos, con el aumento de tasas de exportación de soja, se encolerizaron y provocaron cuatro huelgas y numerosas protestas. La misma postura de la presidenta, acostumbrada a gobernar por decreto, unió y fortaleció sus protestas que han terminado con la derrota en el propio Senado. Y, aunque la presidenta no reconoce el golpe sufrido, porque la autocrítica, ya se sabe, le humilla demasiado, ahora le toca recuperar la confianza de todos, si quiere salvar su presidencia.
Cuatro meses hace que la presidenta Fernández, encerrada en su búnker peronista y aliada con su propio esposo y ex presidente, Néstor Kirchner, lucha a muerte con los agricultores. Éstos, con el aumento de tasas de exportación de soja, se encolerizaron y provocaron cuatro huelgas y numerosas protestas. La misma postura de la presidenta, acostumbrada a gobernar por decreto, unió y fortaleció sus protestas que han terminado con la derrota en el propio Senado. Y, aunque la presidenta no reconoce el golpe sufrido, porque la autocrítica, ya se sabe, le humilla demasiado, ahora le toca recuperar la confianza de todos, si quiere salvar su presidencia.
Con tres años y medio de mandato por delante, el golpe ya se nota en las encuestas. La popularidad de la presidenta bajó de un 56 %, en enero, al 20 % actual. Desde el inicio de la crisis, respondió con autoritarismo a los que le han hecho frente. Ahora tendrá que decidir qué política quiere: la que le llevó a la victoria en las urnas o la que ha aplicado desde entonces. Y la pareja de los Kirchner, con semejantes tropiezos en la gobernabilidad, sufren la primera crisis política que hace correr ríos de tinta. “El que manda en el país –se atreve a diagnosticar el ex senador Eduardo Nemen, hermano del ex presidente – es Néstor Kirchner y no su mujer. La presidenta sólo cumple un papel protocolar”. Pero, según el diario Perfil, Cristina Fernández, tan dialogante como soberbia, ya gritó a su marido el pasado 28 de junio: “Acá, la presidenta soy yo, coño”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario